El largo camino de la solidaridad

La situación de pobreza más o menos extrema de una gran proporción de la población mundial expone a las personas a ser altamente vulnerables a cualquier agresión y exige una lucha tenaz.

Desde el principio, la razón de existir de nuestra organización internacional es prevenir y aliviar el sufrimiento humano sin discriminación, en todas las circunstancias y en cualquier lugar. Éste es un compromiso voluntario que asumimos en la actualidad los más de cien millones de hombres y mujeres en todo el mundo, integrantes del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. La solidaridad es la herramienta básica de nuestro voluntariado para prestar socorro o apoyo en proporción a los sufrimientos y estableciendo la prioridad de su labor en las situaciones más urgentes y más agudas. Nuestro propósito prioritario es contribuir todo lo posible a proteger la vida y la dignidad de todos, trabajando por favorecer la comprensión y la cooperación entre los pueblos, propiciando la convivencia pacífica y próspera. Si mis primeras líneas han pretendido sintetizar las metas que, permanentemente, ha perseguido nuestra institución desde hace más de 140 años, se debe precisamente a que la realidad de nuestros días reconoce a las mismas una plena vigencia. Es obvio que los enormes avances sociales y científicos han ido posibilitando el desarrollo más libre y el mayor bienestar de personas y comunidades, pero no lo es menos que el reparto de esos beneficios ha sido injustamente desigual entre la familia humana.

Por eso, desde la óptica de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja me gustaría enmarcar el balance que se pueda hacer de 2005 como una etapa en esa larga carrera por la convivencia solidaria ya iniciada, pero en la que hemos de proseguir alcanzando las siguientes. La situación de pobreza más o menos extrema de una gran proporción de la población mundial expone a las personas a ser altamente vulnerables a cualquier agresión y exige una lucha tenaz. Son ellas las que, muy específicamente, sufrieron los efectos de desastres ocurridos en 2005 y que fueron en el momento de ocurrir y van a ser durante el tiempo necesario de rehabilitación, escenarios de la labor humanitaria de Cruz Roja Española y del resto de nuestra organización. Todos recordamos el maremoto de que arrasó diversos países del sudeste asiático o el devastador huracán Katrina en Nueva Orleáns. Y esas dolorosas catástrofes han compartido la crónica trágica de 2005 con crisis alimentarias en las regiones del África Austral y del Sahel; con los dos millones de muertos por sida también en África; o con el drama de las poblaciones que han padecido más de cuarenta países enfrascados en conflictos armados. Éstos también han sido severos sufrimientos humanos que, además, han sucedido y siguen aconteciendo sin ser advertidos, prácticamente, por la opinión mundial.

Recordemos que, todavía, una de cada seis personas en el mundo subsiste con menos de un dólar diario. Lógicamente, son ellas las más expuestas a los desastres naturales o provocados, a las enfermedades y, en general, a cualquier adversidad. Pero al mismo tiempo, Cruz Roja Española ha procurado también seguir aumentando y mejorando sus repuestas a cuantas personas se encuentran en mayor vulnerabilidad en nuestro país. Sabemos que esas dificultades pueden ser por motivos económicos o sociales; o pueden ser más estructurales o más puntuales y fortuitas. Por eso intentamos adecuar nuestras dedicaciones de la forma más personalizada posible. Durante este ejercicio acercamos nuestra prestaciones humanitarias a algo más de dos millones de personas. La prestación de socorro ante cualquier emergencia es una de las señas tradicionales de identidad de Cruz Roja Española que hoy seguimos asumiendo, pero cada vez más coordinados y complementados con el resto de servicios de socorro públicos y privados. Con todo, durante 2005, con nuestros recursos y dispositivos, atendimos a más de 250.0000 personas.

Pero junto a ello, la intervención humanitaria ante las diversas demandas sociales absorbe la mayor parte de nuestra labor en España. En este ámbito no quiero dejar de advertir la creciente demanda de atención de las personas mayores, una prioritaria responsabilidad que debe asumir el conjunto de la sociedad, si consideramos los pronósticos sobre envejecimiento poblacional y en conjunto de los estados de dependencia por otras circunstancias. En 2005 ya han sido 300.000 beneficiarios los que han accedido a nuestros programas de ayuda a domicilio, transporte adaptado o teleasistencia domiciliaria. Otro capítulo fundamental en nuestra dedicación social actual es la que se refiere a los diferentes aspectos de la integración de las personas inmigrantes en España. Nuestra iniciativa comienza por lo más básico en lo humanitario que es el auxilio a los náufragos y demás desesperadas formas para salvar la frontera. Al tiempo, tenemos implantados diversos programas orientados a propiciar la integración plena de quienes desean compartir el futuro de nuestro país. En este ámbito quiero destacar el Plan de Empleo para colectivos vulnerables que desarrollamos desde 1999 y que en el 2005 ha atendido a cerca de 20.000 inmigrantes sobre temas de empleo. A todas luces, el empleo es el mejor vehículo a esa integración, mientras el desempleo conlleva el mayor riesgo de exclusión y discriminación.

Cruz Roja Española simultanea estas tareas mencionadas con otras referidas a la atención a la situación social de drogodependientes; de reclusos y sus familias; de discapacitados; de afectados de sida u otras enfermedades; de menores y jóvenes en riesgo de marginación; o de mujeres discriminadas o maltratadas. Como antes exponía, siempre procuramos acercar la respuesta más adecuada y adaptada a cada problema y a cada persona. Y al hilo de esto quiero detenerme especialmente en los aberrantes casos de maltrato a las mujeres. Ellas precisan especialmente ese trato y apoyo muy cercano. Y con esa intención, durante 2005, se han intensificado los recursos en teleasistencia para mujeres en situación de riesgo, así como los pisos de acogida. Ello se complementa con otros programas dirigidos a la prevención de conductas violentas y de violencia de género. En fin, mi deseo es que esta excepcional oportunidad de participar en este Anuario, haya servido para mostrar, a través de este sintético recorrido por el 2005 de
Cruz Roja, nuestro trabajo para contribuir desde nuestras posibilidades a un mundo mejor. Y desde aquí expreso mi gratitud a la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife por su consideración con Cruz Roja. Es un agradecimiento que quiere llegar a los profesionales del periodismo por su importantísima contribución a difundir el imperativo ético que es la solidaridad.

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