Alguien ha sugerido en alguna ocasión que Coalición Canaria (CC) ha diseñado un sistema electoral que le permite perpetuarse indefinidamente en el Poder. No es así. Aunque CC es consecuencia de un sistema electoral que impide, de hecho, la presencia en el Parlamento regional a cualquier partido que no sea uno de los tres grandes: PSOE, Partido Popular (PP) y la propia CC.
Coalición Canaria no termina de ser un partido, sino un conglomerado de opciones políticas unidas con el cemento de intereses no siempre coincidentes, aunque sí lo suficientemente sólidos para que el edificio no se haya derrumbado durante muchos años. Cierto que desde hace tiempo se advierten algunas grietas en la estructura. A partir de esta premisa, resulta baladí preguntar por el papel de otros partidos -PNC, PIL, Nueva Canarias o incluso el CCN- en esa comedia, a veces con ribetes de tragedia, en que se ha convertido la política autonómica. Igual de superflua puede ser la respuesta: ninguno. Al menos si uno entiende que las decisiones importantes para estas Islas se cocinan en la Cámara regional, así como en otras instancias -las consejerías del Gobierno autónomo, los ministerios y las propias Cortes españolas-, en las que no están representados dichos partidos minoritarios, sin que el término resulte despectivo porque en realidad no lo es.
Cabe la excepción, desde luego, de Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria, presente en el Congreso de los Diputados aunque a posteriori. Presencia por lo demás bastante grotesca, habida cuenta que dos de los tres únicos diputados del nacionalismo oficial canario en Madrid -Paulino Rivero y Román Rodríguez- ni siquiera se saludan cuando se cruzan por los pasillos. Por otra parte, el CCN de Ignacio González Santiago se ha centrado, durante los últimos meses, en amagar a Coalición Canaria con la posibilidad de desalojarla de muchas instituciones tras las elecciones de 2007. La táctica, no declarada abiertamente pero sí dejada entrever lo suficiente para que tome nota quien pueda sentirse afectado, sería la de actuar como partido bisagra. Algo que ha enfadado, y bastante, a algunos dirigentes de CC, entre ellos al propio Rivero.
Indudablemente, resulta un contrasentido que el Partido Nacionalista Canario no esté en el Parlamento autonómico y que dos de sus tres representantes en una corporación tan importante como el Ayuntamiento de Santa Cruz fuesen elegidos en 2003 como independientes. Para añadidura de males, esos tres concejales ya no pertenecen a dicha formación política, tras agrios desacuerdos con la dirección del partido. Secundino Delgado estableció las bases ideológicas del PNC más o menos en la misma época en que Sabino Arana hizo lo propio con las del Partido Nacionalista Vasco. La diferencia de peso político y social que actualmente tienen ambas formaciones, en sus respectivas comunidades autónomas, debería motivar cuando menos una reflexión de los responsables del primer nacionalismo canario; ese que ellos mismos califican de auténtico.
No basta con ampararse continuamente en las maldades de una ley electoral que impide la presencia en el Parlamento de fuerzas políticas con tantos miles de votos como el PNC. La ley electoral imperante en las Islas influye. Desde luego que sí. Pero también es cierto que el PNC no ha sabido trasmitir un mensaje que entusiasme a gran parte de la población, por la simple circunstancia de que el canario aspira a que se le reconozca su idiosincrasia, a que se tenga una especial sensibilidad con el Archipiélago desde Madrid y a que se defienda una situación necesariamente específica en los foros comunitarios, pero al mismo tiempo no está demasiado dispuesto a las aventuras independentistas. Sin llegar a dar miedo, el PNC no termina de convencer.
El PIL ha seguido en 2005 su habitual política de supervivencia. El espectáculo dado en el Cabildo de Lanzarote no ha sido lo que se dice edificante. Y en cuanto a Dimas Martín, hace tiempo que debió abandonar la política. En ningún país que se pretenda democrático y serio es compatible frecuentar la cárcel con la actividad en asuntos públicos. Pero nadie ha dicho que seamos una región auténticamente seria y democrática. Y no se puede concluir este breve análisis sin una somera mención, cuando menos eso, a Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria. Al hilo de esa seriedad mencionada en el párrafo anterior, ¿se puede considerar sensata una opción política nacida del enfado de Román Rodríguez hacia sus antiguos compañeros de CC? Compañeros, sobra decirlo, que lo incordiaron bastante al engañarlo. Pero incluso abstrayéndonos de esta realidad, NC-NGC no ha aportado, hasta ahora, nada nuevo, nada esperanzador ni nada interesante -al margen de un espectáculo penoso- al circo político insular.
Las incógnitas de 2007
Román Rodríguez, líder de Nueva Canarias, estima que su nueva formación política acaparará “el 80%” de los votos de Coalición Canaria en Gran Canaria. El caso Domingo Calzadilla, alcalde de Arafo que al abandonar CC se llevó consigo al PP buena parte de los votos que los nacionalista obtenían en su municipio en las elecciones insulares o autonómicas, demuestra el tirón que tienen los alcaldes en determinados municipios. Y en Gran Canaria han fichado por Nueva Canarias alcaldes como Silverio Matos (Santa Lucía, 12.330 votos) y Antonio Morales (Agüimes, 8.606 votos). Además, integran la nueva formación dirigentes con gran peso local como Aureliano Santiago (Telde, 17.975 votos) y Juan José Santana (San Bartolomé, 7.576 votos), que se han llevado consigo a todos los cuadros de los nacionalistas en esos municipios. Y en Las Palmas, la mayoría del grupo municipal, con María Bernarda Barrios a la cabeza, se ha pasado a Nueva Canarias, lo que podría arrastrar más de la mitad de los 26.377 votos obtenidos en la ciudad. En definitiva, sólo en estos cinco municipios, Nueva Canarias podría recolectar casi 60.000 votos, lo que dejaría a Coalición Canaria con un diputado… o ninguno. En Lanzarote, tras la enésima crisis del PIL, los principales dirigentes insularistas -con los alcaldes María Isabel Déniz (Arrecife) y Juan Pedro Hernández (Teguise) a la cabeza- se han marchado a Asamblea por Lanzarote (APL), una formación que parece dispuesta a integrarse en Coalición Canaria. Eso sí, todos ellos han traicionado a Dimás Martín y tal vez (Lanzarote es electoralmente imprevisible) pueden pagarlo en las urnas. La decisión final de acudir en solitario o en algún tipo de coalición del CCN de Ignacio Rodríguez y del PNC de Juan Manuel García Ramos no parece que vaya a tener un peso significativo, aunque sí podría sumar algún diputado aislado si logra superar las barreras electorales y, sobre todo, restar diputados a CC si divide el voto nacionalista. En esa misma línea, la presencia de Asamblea por Tenerife podría tener el mismo efecto aunque, en este caso, se presume que le restaría votos a las formaciones de izquierda y que el PSC-PSOE sería el gran perjudicado.