A los canarios nos gusta mucho contar cómo vuelan nuestros paisanos. En La Tarde, el periódico de don Víctor Zurita y de Alfonso García-Ramos, había una sección que se titulaba Canarios que triunfan. Se refería a canarios que triunfaban fuera de las islas y eran sobre todo tinerfeños, pues entonces, como ahora, las islas tenían unas enormes grapas de separación. Cuando no había material para esa sección, don Víctor (o Alfonso) repetían noticias ya publicadas y la sección seguía viva con esos refritos.
Uno de los visitantes más asiduos a la redacción de La Tarde era el padre de Cristino de Vera, el pintor, que iba a llevar noticias sobre las exposiciones que hacía su hijo en la Península. Llevaba reseñas, entrevistas, críticas, y La Tarde acogía todo ese material con excelente disposición de ánimo: la sección no estaba hecha para rellenar, sino para explicar a la población que el periódico se sentía orgulloso de proclamar el triunfo de los paisanos. Ahora, cuando los amigos, y compañeros, de la Asociación de la Prensa de Tenerife (cuyo semanario, La Hoja del Lunes, se hacía en La Tarde) me piden que hable de los canarios que levantan el vuelo ha venido a mi memoria aquella redacción vieja y desvencijada que, de todos modos, era un faro mirando al mundo.
Cristino de Vera, digo, era el más asiduo triunfador de aquellas notas, y ahora lo sigue siendo; hace pocos días estuve con él, y con Martín Chirino y Fernando Delgado, hablando con el presidente de Canarias, Adán Martín, en un restaurante cercano a las Cortes, en Madrid. Los tres artistas habían estado discutiendo entre ellos sobre qué cosa es esa de crear fuera de las islas, y habían llegado a la conclusión de que el archipiélago siempre es un ancla que provoca la memoria, el sentimiento y la estética. Cristino de Vera y Martín Chirino, cuyos materiales son tan disímiles, han terminado teniendo en la metáfora de la tierra (el viento, en Chirino; la arena de Montaña Roja, en Cristino) un punto de reencuentro con el mundo que un día abandonaron.
Y es curioso: mientras escribo está viva la incertidumbre sobre otro regreso, esta vez político: el de Juan Fernando López Aguilar, un ministro al que quieren convertir en candidato a la presidencia de Canarias. Ha hecho una labor realmente notable en el Gobierno de Zapatero; fue quien le transmitió al actual presidente entusiasmo durante su carrera electoral, y ahora es uno de los baluartes de su ejecutivo. Los rumores insisten en que él no quiere ser candidato tan temprano, pero en la baja frecuencia parece escucharse que él es la gran esperanza de los socialistas. Lo que ahora corresponde es decir que, asentado en Madrid, es un canario que vuela, y que puede volar a cualquier parte, adonde se le antoje. Hasta en el mundo del rock lo podríamos ver triunfando. O en el del humor gráfico. Pero me da la impresión de que la política ya es un gusanillo con el que se acuesta, se levanta, habla y hasta baila.
Juan Fernando no ha sido el único político canario notorio de los últimos tiempos fuera de sus fronteras. La comisión del 11-M le ha dado a Paulino Rivero un crédito mayor en el mundo político español; esa labor ha sido prudente, y ha estado signada por la humildad de un carácter que se ha forjado en una escuela a la que él no traiciona, la escuela de los que aprenden a escuchar para decir. Una labor distinta, pero igualmente representativa del modo de ser de los canarios, tenaces, insistentes, ha sido la de Pedro Zerolo, que ha puesto en el mapa de los derechos los que corresponden a las minorías duramente sojuzgadas en tiempos dictatoriales y también en tiempos democráticos. En medio de una incomprensión que parecía que no habría de acabar nunca, Zerolo le dio a la vida española argumentos suficientes para que la represión aflojara y para que los homosexuales, entre otras minorías, fueran ciudadanos de primera. Para siempre.
Canarios que vuelan. Pero no se engañen, el que más aparece, y además acaba de recibir el homenaje de su pueblo, Utiaca, en Gran Canaria, lo que para él es como el pico de su popularidad, es Paco Montesdeoca, el hombre del tiempo en Televisión Española. Canarias es famosa por ese indicativo, “una hora menos en Canarias”, y este canario es famoso por decirnos cada día lo que más importa: ¿nos abrigamos, nos destapamos? Es curioso: lo responde uno que sabe que en las islas casi siempre podemos ir destapados.