La población majorera rompe marcas mundiales y Puerto del Rosario, su capital, registra un crecimiento que produce vértigo. Un ritmo imparable que deja obsoletas las infraestructuras antes incluso de que éstas sean inauguradas y que está comenzando a provocar los primeros desequilibrios sociales y las primeras protestas ciudadanas. Pese a todo, el alcalde de la capital, Marcial Morales, se confiesa optimista por “un crecimiento que nos da la oportunidad de diseñar una ciudad nueva”, aunque también admite que los servicios se resienten.
Las estadísticas son sorprendentes. Europa crece al año un 0,3%. China, un 0,9%. La población mundial, el 1,7%. Y Fuerteventura lo hace a un 8,7%. En 1982, cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía de Canarias, tenía 27.000 almas y prácticamente un nulo peso económico. Hoy conforma, junto con Lanzarote, el tercer gran eje económico regional y su población superó en enero de 2006 las 100.000 personas. De derecho, porque en realidad, contando extranjeros, inmigrantes, turistas y trabajadores temporales, la cifra real barajada por el Cabildo se aproxima a los 150.000 habitantes. A ello se une un creciente movimiento migratorio interior de las zonas tradicionalmente más turísticas, especialmente el sur majorero, hacia Puerto del Rosario, convertida cada vez más en un potente centro de servicios, donde cada semana se abren una decena de nuevos comercios y donde las últimas promociones de viviendas se hacen ya con revolucionarios sistemas de prefabricación, pues la demanda supera con creces a la cada vez más abundante oferta residencial.
Este efecto se traduce en un aumento desproporcionado del censo municipal de Puerto del Rosario, que crece a una velocidad mareante: un uno por ciento mensual. Más de 300 altas en el padrón al mes. Pese a todo, su alcalde, Marcial Morales, se confiesa optimista por un crecimiento “que nos da la oportunidad de diseñar una ciudad nueva”, aunque también admite que los servicios se resienten. Y lo que es peor, que a esta velocidad “da poco tiempo para que la sociedad pueda digerir la llegada de tanta gente nueva, para poder integrarse en esta familia que conformamos todos”. Con esta presión, que mezcla ilusiones con temores, se está tramitando actualmente la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Puerto del Rosario. En realidad, un nuevo Plan que prevé la construcción en la próxima década de 35.676 viviendas, lo que cuatriplicará su población hasta acercarla a los 140.000 habitantes. Un proyecto que se unirá al de remodelación de todo el frente marítimo, a partir del proyecto integrador que surja de los tres finalistas de un concurso de ideas Puerto-Ciudad promovido por la Autoridad Portuaria y que abrirá por fin la capital al mar.
Una ciudad para disfrutar
La realidad es que Puerto del Rosario vive momentos de euforia. Nunca antes en toda su historia se había encontrado en una situación tan favorable como la actual, decidiendo un futuro prometedor de gran metrópoli. Pensada para disfrutar de ella, con paseos por todo su litoral, nuevas playas urbanas y el traslado de la contaminante central eléctrica fuera de su municipio. Un sueño que comienza a hacerse realidad tímidamente, con el reciente desmantelamiento de los depósitos de combustible de la Disa, en cuyo entorno se acaban de inaugurar unas modernas piscinas municipales cubiertas, se concluye el Palacio de Congresos y se estudia levantar un gran hotel que sacie, aunque sea tímidamente, las expectativas de la ciudad de subirse al goloso carro del turismo. Negocio que está siendo alentado por la construcción de una nueva terminal para cruceros turísticos, que harán de la ciudad su cabeza de puente para introducir a miles de nuevos turistas en la isla.
En medio de las esperanzas, también hay sombras en este sueño capitalino. El primero y más importante, el de la masificación, materializado en un preocupante desequilibrio en servicios e infraestructuras. Faltan colegios, y eso que se han inaugurado dos este curso y se prevén construir dos nuevos cada año. Faltan centros de salud, pues el segundo previsto lleva un retraso de dos años y las obras del Hospital General no concluirán hasta dentro de una década. Incluso su desbordante crecimiento económico está viéndose estrangulado con unas instalaciones portuarias obsoletas y mal situadas, culpables del encarecimiento desorbitante de la cesta de la compra, junto al de todo tipo de materiales y productos. Existe un proyecto para sacar el puerto comercial de la ciudad y llevarlo a la zona industrial de La Hondura, pero ha estado demasiado tiempo olvidado en un cajón de la Autoridad Portuaria mientras el actual puerto se ha seguido ampliando sin tener en cuenta el daño que hace al tejido urbano de la capital. Eso sí, la buena sintonía existente entre el alcalde de Puerto del Rosario y el actual presidente de la Autoridad Portuaria, Emilio Mayoral, hacen presagiar un relanzamiento del proyecto.