El mayo de 1955, un equipo del Real Unión se proclamaba campeón de la primera liga juvenil federada que se organizaba en la isla de Tenerife. Medio siglo después, muchos de los futbolistas que disputaron aquel campeonato siguen manteniendo el vínculo que nació en su juventud. El deporte les unión y la vida no les ha conseguido separar. Una vez al año se reúnen para recordar aquel capítulo del deporte canario, un hito visto ahora desde la lejanía.
Cincuenta años más tarde, la realidad del deporte en Tenerife y en Canarias ha cambiado bastante. Esa realidad nos sitúa en un panorama polideportivo que antes no se manejaba. Sin embargo, lo que ha seguido siendo norma es el alto nivel de éxito de los jóvenes deportistas canarios. De aquellos jugadores de la primera liga juvenil, el que más lejos llegó fue Colo (Tenerife, Betis y Atlético de Madrid). Ahora, el deporte canario tiene en la cocina a promesas con condiciones para triunfar a lo grande. O al menos eso es lo que se deduce de la nómina de logros alcanzados durante 2005. Tenemos ejemplos representativos en el regatista grancanario Joaquín Blanco, campeón del mundo Láser 4.7 (juvenil); o en la tinerfeña Laura Herrera, medalla de plata en el Eurobasket junior de Polonia con la selección española. Todo esto, sin olvidar el constante crecimiento que experimentan disciplinas como la halterofilia, el squash, el atletismo…
A la par del desarrollo de la sociedad del bienestar, en este país se han ido integrando cada vez más colectivos en el mundo de la actividad física y especialmente significativo resulta el papel que ha pasado a desempeñar de un tiempo a esta parte el deporte adaptado en sus múltiples variantes. Canarias puede presumir de jóvenes que han sabido superarse. Ahí está Enhamed Mohamed, ganador de 14 medallas en los mundiales para invidentes, tanto en categoría absoluta como junior; o los éxitos de la también nadadora Dácil Cabrera. Y citamos sólo dos muestras lo suficientemente representativas. No obstante, el deporte visto desde una óptica de base no sólo puede centrarse en los aspectos meramente resultadistas. Así, un parámetro que sirve para medir el grado de desarrollo de una sociedad es el porcentaje de población que hace ejercicio físico a diario.
El futuro del deporte canario también debe buscarse en el desarrollo de planes de tecnificación que sirvan como punto de arranque para la actividad de élite. Se trata de un trabajo de equipo, impulsado por clubes, federaciones y administraciones, que procuren la correcta progresión de los jóvenes valores y de paso se evite su marcha fuera de Canarias. La halterofilia y el volei-playa son ejemplos de deportes que se pueden practicar en las Islas al más alto nivel. A ese grado de perfeccionamiento pretenden llegar ahora otras disciplinas, casos de la vela, la natación y el atletismo. Y es que, aunque suene a tópico, hacer deporte a ciertas edades también es educar, también es formar. Es en este punto cuando aún en España y Canarias encontramos bastantes aspectos por superar. Muchos son los técnicos que, preguntados por los principales problemas del deporte base, hablan de la falta de instalaciones adecuadas, de la escasez de ayudas económicas y… del papel que desempeñan los padres.
Padres y profesionalismo
Por difícil que resulte de creer, los progenitores son en muchas ocasiones más un problema que una solución. Ello explica que algunos clubes de fútbol en España (Real Madrid, Athletic de Bilbao o Sevilla), desde hace unos años a esta parte, se hayan dedicado a editar reglamentos para padres, con normas dirigidas a las familias de sus canteranos, al objeto de potenciar la mejor formación deportiva y escolar de los niños. Se trata de poner por escrito cuestiones tan simples como fijar el comportamiento de los padres durante un encuentro, indicándoles que asistan al espectáculo de forma contenida, evitando perder los nervios, protagonizando reacciones fuera de tono que puedan romper la concentración de su hijo durante el juego. Es así, por difícil que sea de comprender para una persona que desconozca el ambiente de violencia que en ocasiones rodea el deporte base, del que participan tanto padres como hijos.
Paradójicamente, son esos mismos clubes, los superprofesionales, los que rayan la legalidad, cuando no la infringen, firmando contratos multimillonarios a jóvenes que aún no han adquirido la mayoría de edad. Bien hace la Administración en perseguir el doping, que tanto daña la imagen del deporte y la salud de los profesionales, pero tampoco debería pasar por alto prácticas cada vez más perversas a otros niveles. Porque de un tiempo a esta parte, en este país todo el mundo quiere que su hijo sea Rafael Nadal y/o Fernando Alonso. Los dos iconos del momento proyectan una imagen de modernidad que desde luego no es reflejo de un buen funcionamiento de las estructuras. Un ejemplo: a estas alturas de la película, cuando tanto se habla del papel de igualdad entre hombres y mujeres en la sociedad actual, seguimos asistiendo al abandono de la práctica federativa de muchas jóvenes al llegar a la edad adulta. El baloncesto femenino tinerfeño es un claro ejemplo de ello, con una auténtica deserción del deporte cuando llega la edad de matricularse en la universidad.
Y mientras, el que escribe se reconoce muchas veces superado por los acontecimientos. Son muchos los intereses a conciliar. Por un lado, estamos ofreciendo un producto que debe ver satisfechas unas necesidades de información que comparten todos los miembros de la familia. La gran duda que siempre ha existido, y creo que siempre existirá, es si se informa para los padres y abuelos, o para sus hijos y nietos. En este punto, los periodistas que tratamos diariamente con el deporte base nos movemos en terrenos difíciles, pues debemos buscar el lado informativo del asunto, pero con un ojo siempre puesto en los derechos del menor, siguiendo unas normas de protección a la que la legislación actual nos obliga.