La autoestima salva a Canarias en una Europa sin identidad

Para diversión de muchos, en el lenguaje político y en la crítica periodística se han puesto de moda las expresiones psicológicas. Ya en el mundo económico se hablaba de “depresión”, pero ahora es constante la aparición de artículos del estilo de ‘La vuelta a un mundo bipolar’. Ahora no se dice “hay que afrontar tal problema”, sino “hay que elevar nuestra autoestima”. Y hasta se habla de “ensañamiento terapéutico” sobre el Tratado de la Constitución Europea.

Con ocasión del vigésimo aniversario de la adhesión de España y Portugal, que se cumplió en 2005, el presidente del Parlamento Europeo bordó el discurso, con bellas y psicológicas palabras: “No hay otro país que haya cambiado tanto de piel como España, pero no sólo de piel física, no sólo de infraestructuras que se pisan y se ven, sino también la piel del alma: un país que se ha adaptado a la modernidad y al progreso; que ha cambiado las mentalidades; que es abierto al mundo; que se ha sentido orgulloso de ser reconocido y de contribuir a un proyecto que es mucho más político de lo que algunos creen”.

Para seguir con esta tónica, digna de un estudio más pormenorizado, y tratando de hacer una valoración de 2005, año durante el cual los diputados tuvieron que votar en unas cinco mil ocasiones sobre distintos proyectos legislativos que afectan a todos los ciudadanos europeos, y observando la posición de Canarias en la Unión Europea, se podría decir que:

1.- Europa pasa por una crisis de identidad (la peor de su historia según algunos analistas).
2.- Canarias ha mantenido su autoestima alta con el sí a la Constitución Europea y las negociaciones post-ampliación.
3.- Hace falta la reconstrucción pormenorizada de la historia de desarrollo de la Unión Europea para predecir los pasos del futuro. Una psicoterapia, vamos.

Cuando Europa estornuda, hay muchos que deben guardar cama. Y si fuera por ello, Canarias tendría que haber pasado el año 2005 con un termómetro en la boca y cubierta con una gruesa manta esperancera. Pero no. En este caso, durante 2005, año irregular en el que Europa no se puso de acuerdo consigo misma en casi nada, Canarias (el pueblo de Canarias y en ocasiones el Gobierno) la precedió en su toma de posición con el sí rotundo a la Constitución y hasta supuso un ejemplo de dignidad no plañidera respecto a los futuros presupuestos, aún en el banquillo. Según el Gobierno, la Comunidad Autónoma obtendrá fondos, a pesar de su nueva condición de Objetivo 2, que podrían alcanzar la cifra de 1.300 millones de euros en el nuevo período presupuestario, más del 60 por ciento de lo conseguido en el plazo 2000-2006. En las esferas comunitarias se ha tenido en cuenta la condición de ultraperificidad, la cercanía a Africa, el Régimen Económico y Fiscal, otros instrumentos que permitirán mejorar el tejido empresarial al tiempo que se crea empleo y hasta el sector platanero y el Poseican.

Entre las iniciativas clave sobre las que se viene trabajando desde el Archipiélago en relación con la UE se cuentan los reglamentos que deberán llevar a cabo los futuros presupuestos, y las posibilidades que ofrecerán capítulos de vital importancia como la inmigración y la política de vecindad, relacionadas íntimamente por lo que suponen de ayuda a la cooperación y desarrollo de los países más cercanos. La inmigración sigue siendo de competencia nacional, pero cada vez va tomando más forma una estrategia comunitaria al respecto. Y eso también es trascendental para Canarias.

Las muchas propuestas legislativas aprobadas por el Parlamento Europeo quedan empañadas con el oscuro panorama del rechazo de dos países a la Constitución y el interminable debate sobre las perspectivas financieras 2007-2013, en el que nadie quiere perder sus privilegios previos a la ampliación. La Cámara, que reúne a 732 eurodiputados, quiere, de una vez por todas, convertirse en el lugar privilegiado de los debates políticos sobre el futuro de Europa, para lo cual entre los objetivos previstos para 2006 se cuenta el de promover la organización de debates a escala nacional y regional, con plena implicación de los ciudadanos. Al mismo tiempo, tiene que preparar la adhesión de Rumania y Bulgaria, prevista para enero de 2007.

En cierto modo, el hecho de que Europa haya acabado el año con tantas asignaturas pendientes (para enero, para marzo, para 2007… para 2009!) significa un replanteamiento de posiciones. Un documento publicado recientemente muestra que sólo el 44 por ciento de los europeos tiene una imagen positiva de la Unión, lo que significa una caída de tres puntos en la popularidad con respecto al año anterior. En general, poco más de la mitad de los europeos siente que la entrada de su país al club comunitario ha sido beneficiosa, pero un largo 36 por ciento la percibe como negativa. Ante tanto euroescepticismo no se puede ser ciego. Y más cuando en enero de 2006 comenzó la presidencia austríaca, el país más euroescéptico de la UE.

El no de Francia y de los Países Bajos a la Constitución Europea desmanteló el andamio político que se había armado para afrontar la Europa de los Veinticinco (en 2007, 27), pero puede servir para dar una vuelta de tornillo y reorientar el liderazgo hacia otras latitudes, o repartirlo. Con el no francés y holandés todos quedaron enmudecidos, pero a ese mutismo le llamaron “pausa de reflexión”. Quizás es hora de que Europa se deje de tanto discurso psicológico, sordo al vuelo de los aviones de la CIA ante el cual la respuesta es una terapia de grupo y se aborde una terapia intensiva a corazón abierto.

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