El año 2005 fue para la más occidental de las Canarias un tránsito en el tiempo; el paso de un espacio de cuatro años que va de una Bajada a otra. La Bajada de la Virgen es, como se sabe, el rito colectivo que marca los intervalos de tiempo en el Hierro y que define un antes y después. Es, sin duda, una arbitrariedad impuesta en base a una tradición que, bien mirado, no deja de ser simplemente eso, una simple celebración para que los herreños que viven fuera de su tierra regresen al hogar de siempre y revivan juntos una costumbre común.
Por más que en la última década algunos patriotas se han empeñado en convertir esta fiesta en una competición por ver quien es capaz de aguantar más tiempo bailando, en lo profundo la Bajada -como toda celebración que sirva para marcar un cambio en el tiempo- es una reflexión. Es el momento para pensar en todo lo que ha pasado en los últimos cuatro años, pero también es incertidumbre ante el futuro que se abre en el próximo cuatrienio. Si miramos hacia atrás, y a pesar de todas las críticas que se puedan hacer, hay que decir que la economía de la isla ha logrado, un año más, salir adelante. Aunque aún no se sabe muy bien cuáles han sido los beneficios que se esperaban por la calificación de Reserva de la Biosfera y el concepto de desarrollo sostenible sea sólo una gran idea, lo cierto es que Agricultura, Ganadería y Servicios han sido capaces de crear empleo no sólo para los residentes, sino también para todos los miles de herreños que han retornado de Venezuela.
Muchos dicen que es una economía que depende en alto grado de las subvenciones y advierten, no sin razón, que los subsidios y ayudas tendrán que llegar un día a su fin. Los hijos de la isla, orgullosos de su cultura y amantes de su independencia, lo saben. Pero los herreños saben también que, pase lo que pase, ya no tendrán la necesidad de emigrar. Además, son conscientes de que la ca1idad de sus vidas ha aumentado, que funcionan la Sanidad, la Educación y los transportes. En fin, no se quejan, todo lo contrario. Y son, en líneas generales, más optimistas que los canarios de otras islas. Y hasta son felices con una cosa tan material como una simple vía: el túnel que une Valverde con Frontera, una carretera que ha marcado un antes y un después en la vida de la isla. Pero, frente a los más crédulos y satisfechos, están aquellos para quienes no todo el monte es orégano.
Muchos son los que ya advierten dentro de la propia isla los peligros que entraña la llamada contabilidad universal, esa denominada globalización que unifica y nivela todo el planeta y convierte a las islas de playas en lugares de ocio y sol; y a las menos explotadas, en parajes desconocidos, ideales para cómodos aventureros. Lugares donde la imagen turística de naturaleza y costumbrismo frenan toda posibilidad de cambio, pues sólo así, como producto exótico y seguro, se garantiza el aparecer en las pantallas de televisión. El peligro está en que la globalización, que asigna a El Hierro un papel de Naturaleza perdida a descubrir, puede llegar incluso, si es necesario, a sacrificar el desarrollo de los pueblos. Son los dos lados de un futuro que en El Hierro, como en el resto de las islas, se presenta incierto. Lo único cierto del 2005 es lo que pasó a lo largo del año. El año que marcó el primer quinquenio del siglo, el año de la segunda Bajada del XXI pasará a la historia por ser el primero en el que la Fiesta de la Patrona de la isla no ha unido a los herreños, todo lo contrario.
Un año después de inaugurarse el túnel que debía de conectar la meseta de la isla -Valverde, Isora, San Andrés, Mocanal y El Pinar- con el valle del Golfo, la isla está ahora más divida que antes. Es más, uno de los pueblos, El Pinar, ha iniciado los trámites para segregarse de su Ayuntamiento, Frontera. La tensión y la rivalidad existente dieron pie a que el pueblo del Golfo no participase en los festejos de la Virgen. Este enfrentamiento, lejos de solucionarse, ha alimentado cada vez más la división entre el próspero y agrícola valle del Golfo y la meseta, donde se localiza la capital, el puerto y el aeropuerto. Es curioso que esto suceda en una isla donde hasta hace unas décadas sus habitantes no eran ni del Valle ni de la Meseta, pues en invierno se vivía en la zona alta y en verano en el valle, lo que se conoce en El Hierro como la muda.
La ¿retirada? de Tomás Padrón
La gente en El Hierro hablará durante mucho tiempo de los sucesos de la Bajada del 2005, un año en el que la política local, uno de los temas de conversación preferidos en la isla, adquirió un protagonismo especial. Por primera vez, desde 1979, se ha hablado de El Hierro sin Tomás Padrón. La edad y la salud del que ha sido presidente del Cabildo Insular y referente de la política local durante más de dos décadas han abierto la caja de Pandora de la posible sucesión. Aunque públicamente nadie se pronuncia, el asunto está de actualidad en mentideros y cenácu1os. La pregunta es si AHI desaparecerá con Tomás Padrón debido a las luchas internas o habrá un sucesor, un tapado que se dará a conocer a última hora. Aunque, bien mirado, son sólo suposiciones, pues antes hay que despejar la gran incógnita: si el actual presidente del Cabildo volverá o no a presentarse en las elecciones del próximo año.
Son, como se puede ver, historias para recordar cuando en El Hierro se hablé del año 2005, el que marcó el final de un tiempo de cuatro años en el que sus habitantes creyeron en el Desarrollo Sostenible, en la autosuficiencia energética a través de métodos renovables, un proyecto bendecido por el Ministerio de Medio Ambiente, en la Reserva de la Biosfera y en su opción clara y rotunda por la paz. Para el recuerdo quedará también el primer viaje de una embarcación tipo fast-ferry que en sólo dos horas une la isla con Tenerife y la primera escala de un crucero turístico. También la visita de Rodríguez Zapatero a la isla, justo dos meses después de que el ministro de Defensa reiterase su intención de instalar un radar móvil en las cumbres herreñas. Con todo, los herreños no pierden la esperanza y saben que sólo de ellos depende su futuro. Por eso confían en que la naturaleza pueda ser una solución para el mañana. Aunque algo ha cambiado. No es que se haya dejado de creer, pero la ilusión ya no es la misma.
El 2006 viene así cargado de enigmas e incógnitas que a muchos les quita el sueño. Se vea como se vea la botella, medio llena, medio vacía, la sensación es que ya son muchos años sin que pase nada y algún día algo tendrá que cambiar. Lo que todos querrían saber es hacia dónde, si la isla pasará a ser una pequeña parte de una casi obligatoria universalidad o seguirá como hasta ahora, un territorio de 270 kilómetros cuadrados que depende en gran medida de la solidaridad de los demás. De cualquier modo, el futuro, que siempre se alimenta del pasado, está en manos de la gente de la isla, de su ingenio y talento. Una tarea que implica, que duda cabe, hacer trabajar los sesos y estimular el talento e ingenio.