Es indudable que las urnas no han ayudado a apaciguar la vida política, como solía ser habitual en otras citas electorales. Están demasiado cerca las elecciones generales y hay asuntos que han saltado a la opinión pública, como los casos de corrupción, que aún no tienen escrito su final en una sentencia.
El pacto que firmaron Coalición Canaria y Partido Popular para gobernar durante los próximos años ha enrabietado al Partido Socialista Canario, ganador de las últimas elecciones autonómicas. Y aunque no entre en la formalidad del discurso político, también influye la animadversión que profesa el líder socialista respecto de Coalición Canaria. El panorama no induce a esperar grandes cambios a pesar de esa voluntad de consenso tantas veces aludida por todos los partidos; al menos, éstos no vendrán hasta el mes de marzo. Con las generales, bien el PSOE podrá ser refrendado en las urnas con el aval que sus contrincantes le han intentado quitar a lo largo de estos años, bien el PP recuperará el poder que creyó perder por una burda manipulación de los socialistas sobre el 11-M. Sea lo que fuere, los resultados contribuirán a aclarar en manos de quién cae el próximo gobierno.
Hasta tanto no llegue el momento, cabe predecir tormentas. A veces serán pasajeras y otras adquirirán la calificación de depresión tropical. Lo cierto es que de ellas no está exenta Coalición Canaria, aunque los protagonistas de la confrontación sigan siendo los partidos de alcance estatal. Ya se ha empezado a ver desde que Paulino Rivero cogió el bastón de mando. Los nacionalistas buscan una voz propia en medio de la refriega que mantienen desde hace tiempo PSOE y PP. Fue la reforma del Estatuto de Autonomía, ahora es el reflejo del Régimen Económico y Fiscal (REF) en los Presupuestos del Estado y después será la policía autonómica. Mientras socialistas y conservadores se enzarzan en la política antiterrorista y el concepto territorial de España, los nacionalistas buscan hacerse el hueco echando mano de nuevo del discurso reivindicativo. Y todo servirá si con ello se logra marcar la pauta al Partido Socialista en el Gobierno central.
En este ambiente enrarecido, el lenguaje oficial de los tres partidos con mayor respaldo electoral descansa en la voluntad de consenso. El talante de Zapatero ha arrastrado al resto de las organizaciones a cubrirse bajo la apariencia del acuerdo y la concordia. Sin embargo, los hechos distan mucho del verbo. El primer asunto que se ha visto perjudicado por este falso consenso ha sido la reforma del Estatuto de Autonomía, un proyecto en el que los diputados trabajaron durante dos años, con tiras y aflojas que siempre vinieron determinados por la coyuntura política del momento. El resultado final no ha podido extraerse de la tónica con la que se desarrollaron los debates previos: el PSOE vio en el texto una moneda de cambio para negociar el gobierno de mayo, CC encontró en la resistencia socialista a aprobarlo la oportunidad perfecta para renunciar a la modificación del sistema electoral incluida en el articulado, y el PP, que ha conseguido dar la afeitada constitucional a la redacción que el Parlamento de Canarias envió al Congreso de los Diputados, jugó a las muchas dificultades que la propuesta tenía de ser aprobada en Madrid. Y así logró contentar a sus socios nacionalistas y de paso no ver aprobada la reforma que nunca le entusiasmó.
Si la reforma ha sido la primera perjudicada por la falta de voluntad real para llegar al acuerdo, los Presupuestos del Gobierno canario para 2008 es lo segundo. El proyecto de ley no tiene mayores problemas para resultar aprobado, y no es la primera vez que sólo los partidos que apoyan al Ejecutivo salvan sus cuentas. Pero sí ocurrirá con el rechazo del 43,3% del Parlamento, con un Partido Socialista Canario encastillado en su acción de oposición tan abultada como frontal, obligado por la necesidad vital de mantener una posición clara y contundentemente diferenciada de Coalición Canaria, formación con la que durante la etapa de Juan Carlos Alemán no siempre ha estado tan radicalmente enfrentada.
El proyecto legislativo de la policía autonómica, que el Gobierno está empeñado en verlo hecho realidad, constituirá otro de los asuntos de la agenda política de los próximos meses que se verá afectado por las relaciones actuales entre el pacto y la oposición. Además, este texto aportará como extra de cara a las elecciones generales la consolidación de las posiciones nacionalistas frente a las estatalistas, si bien la presencia del Partido Popular en el Gobierno canario atemperará sobremanera el tono reclamativo de Coalición Canaria.
La futura ley de participación ciudadana, de la que el presidente Paulino Rivero ha hecho su emblema, no ofrecerá el suficiente atractivo como para que pueda embaucar a los socialistas y arrancarles su apoyo. En cambio ello le servirá, junto a los conservadores, para subrayar las incoherencias en las que incurre el único partido de la oposición, habida cuenta de que a nivel estatal el Partido Socialista ha hecho también de la ciudadanía su principal motivo de actuación política. Por una u otra razón, éste no llegará a ser tampoco un lugar común en el que se encuentren los partidos que disfrutan en estos momentos de representación parlamentaria.
Sin embargo, la tensión actual no tiene por qué ser un factor del todo negativo para la vida pública. La contundencia con la que se expresan y actúan las distintas formaciones políticas hace que la decisión de los votantes se perfile cada vez mejor y de forma más clara. Ha sido tanta la radicalidad que se ha impregnado en algunos discursos que cada partido ha ganado fidelidad en sus respectivos mercados electorales. Y así van a continuar hasta marzo, pese al consenso que las organizaciones se prometen.
Con independencia del resultado que puedan arrojar las urnas del mes de marzo y, aunque es posible un cambio de Gobierno en Canarias si el PSOE gana a nivel nacional, no es fácilmente previsible; los nacionalistas necesitan, casi para sobrevivir, conservar en sus manos la Presidencia y los socialistas canarios no van a cederla con los resultados electorales que obtuvieron. En esta coyuntura, es el Partido Popular el que más tiene que ganar, a pesar de haber cosechado la pérdida electoral más importante de las tres formaciones el pasado mes de mayo.