En todos los cursos que he impartido sobre Narrativa, Creación o Periodismo Literario siempre he expresado a mis alumnos una convicción: cualquier texto debe comenzar con fuerza y acabar de igual forma. Al fin y al cabo, el escritor es un vendedor de mentiras, no otra cosa es la ficción, y debe vociferar a la puerta del mercado para que se adquieran sus productos. El periodista, en cambio, debiera ser un vendedor de verdades, lo que no ocurre en múltiples casos.
El periodista no cumple con su estricto cometido de decir la verdad no porque contravenga la deontología profesional o pisotee la ética, sino porque es instrumentalizado por fuentes y poderes tendenciosos que no buscan precisamente una comunicación limpia, no diré objetiva, sino que persiguen intereses como mínimo discutibles. No tiene este texto ningún interés docente, ya que lo que se me pide es que ofrezca una opinión, un análisis, una tesis, sobre Canarias y la cooperación internacional. Y voy a hacerlo mezclando a mi propio criterio el periodismo y la literatura, la realidad y la ficción.
Comienzo entonces fuerte: Canarias es una de las comunidades autónomas que menos aporta en Ayuda Oficial al Desarrollo. No lo digo yo, lo dice el Plan Anual de Cooperación Internacional (PACI) del Ministerio de Asuntos Exteriores. Mientras que Navarra dedicaba en el año 2005 un 0,6% de los Presupuestos Generales de la Autonomía, nuestras Islas se quedaban en el 0,09%. Y de cara al año en que estamos, 2007, las propuestas más avanzadas hablaban de acercarnos al 0,4%.
Puesta la primera piedra, vamos con el edificio. Este es el tipo de artículo que se solventa con números, estadísticas, prospectivas sin base alguna, brindis al sol y unas gotas de demagogia. Así que, ya que tenemos la red, recuerden, la red, aquella donde los peces quedan atrapados. Si quieren números vayan a un buscador y los encontrarán sin problema alguno. No voy yo a jugar a eso porque siempre repito que lenguaje es pensamiento y si escribo luego pienso. Y si pienso, existo, lo que me capacita para advertir que cuando hablamos de cooperación internacional debiéramos pensar en seres humanos no en números.
Estupefacción me causa cuando se hacen públicos proyectos de ayuda contra el hambre, contra el sida, contra la explotación sexual de los menores, contra la trata de blancas, contra el blanqueo de dinero, contra el narcotráfico, contra la corrupción… que se convoquen triunfantes conferencias de prensa para señalar que, es sólo una ilustración, en vez de morir, por ejemplo en 2010, veinte millones de pequeños, la cifra se reducirá un poco y perecerán de hambre 200.000 menos. Eso se considera una gran acción y se vende como un avance envuelto en papel de eufemismo y demagógicos colorines. La estadística por encima del ser humano, la vida y la vergüenza. Repugnante.
Estoy absolutamente convencido de que el efecto más importante derivado de eso que llaman globalización es que los problemas se han vuelto de todos. Por lo tanto, las soluciones habrán de venir de acuerdos, actuaciones y conferencias multinacionales. Las fronteras geográficas, de momento, siguen ahí. Todas las demás han desaparecido. La acción individual de una región o de un país en la solución de los problemas sólo será un parcheo y los cadáveres seguirán pudriéndose en inmensas zonas del planeta. Ya que estamos con Canarias, véase el incremento de muertes en las pateras y cayucos que vienen a encontrarse supuestamente con la felicidad mientras se deshoja la margarita del Frontex sí, Frontex, no, Zapatero es mi amigo, Zapatero es mi enemigo, soy nacionalista, no soy nacionalista.
El concepto de progreso decadente fue acuñado hace poco por el escritor y pensador Luis Racionero. Los ricos devoradores de hamburguesas occidentales han dado un salto material y tecnológico impresionante mientras que se ha producido una regresión ética y moral. Y se ha manipulado el lenguaje, que no es poca cosa. Como ejemplos, les citaré que al terrorismo de Estado se le denomina “asesinatos selectivos”; y a la aniquilación de la población civil, “daños colaterales”.
Como nunca tomé café con Nostradamus, no podría decirles qué es lo que va a pasar en el futuro, pero sí insistir una vez más en la necesidad de que el ser humano se haga de una vez por todas con una conciencia de especie que permita enfrentar los graves problemas que tenemos delante. No es admisible que en pleno siglo XXI, y con los recursos que existen, aún haya personas que mueren de hambre y tuberculosis después de convertirse en secos pellejos.
De cumbres, políticos y la necesidad de actuar
Las palabras del Rey Don Juan Carlos al impresentable Chavez en la Cumbre (?) Latinoamericana, “¿Por qué no te callas?, se las podrían aplicar muchos de los dirigentes de nuestras opulentas sociedades. Por eso no quiero hablarles de números, que mi profesión preferida es la de betunero no la de trilero o vendedor de crecepelo. Lo he dicho otras veces y aquí lo repito: no necesitamos gobernantes que empleen su tiempo en luchar por no separar del sillón las posaderas, repartir unos dineros según pactos y componendas contra natura o, directamente, como ya ha probado la Justicia, meterse el dinero público en el bolsillo. Necesitamos líderes cargados de humanidad, conciencia e inteligencia emocional, capaces de generar iniciativas y consensos que impidan las canalladas e injusticias con las que nos hemos acostumbrado a vivir a través de los informativos. Si Canarias quiere dar ejemplo, obras son amores. Ahí al lado tenemos un continente que sangra. Comencemos a actuar y, en vez de defender estúpidos y descerebrados ombliguismos, entreguémonos un poco más a los demás. Hagamos de catalizadores con nuestra tópica tricontinentalidad de la ayuda a la pobreza. La política exterior, cierto, la hace el Estado, pero nadie nos puede impedir que luchemos contra la muerte de inocentes. Es efímero nuestro tiempo, pero mañana puede ser un gran día para los más desfavorecidos. Si así lo queremos.