Cuando el próximo mes de marzo se celebren las elecciones generales, que darán paso a la novena legislatura de la Democracia, buena parte de la población española habrá acudido a las urnas por segunda vez en el breve espacio de diez meses. La reflexión sobre este hecho seguramente ayude a comprender mejor el clima de crispación permanente, de desencuentro crónico, que venimos soportando, más mal que bien, en los últimos tiempos. La lucha por el poder tiene estas cosas. Incluso serían llevaderas si no traspasaran el ámbito de lo político. Ocurre, sin embargo, que las salpicaduras de tanta convulsión acaban por afectar otras parcelas del día a día. Pudiera decirse que los ciudadanos no ven la hora de que concluya esta ceremonia de la confusión, con la esperanza puesta en el día siguiente. Con el anhelo de que la clase política deje de actuar de manera permanente en clave electoral y partidista, se remangue y empiece a ofrecer salidas ante las incertidumbres de todo tipo que se nos vienen encima.
Si hay un sector profesional que sufre de manera directa los rigores de los años electorales, ése es el periodístico. Al margen de los beneficios que los comicios producen en la economía de las empresas de comunicación, fruto de la mano abierta de los partidos, como también de las administraciones que gobiernan, el periodista es uno de los grandes damnificados de esta situación. Lo dijimos en la pasada primavera y lo repetimos ahora: nos preocupa que la confrontación que domina el debate político haga cada día más difícil el trabajo de los periodistas. El libre ejercicio del Periodismo se ve atacado de continuo, con lo que ello supone para la salvaguarda del derecho fundamental a la libertad de expresión e información que ampara nuestra Constitución, para garantía de una sociedad plural y democrática. Y su reflejo en lo cotidiano afecta tanto a la mención como a la omisión.
La celebración de elecciones en el fuero interno de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife (APT), con la renovación de su Junta Directiva, unida de inmediato a las autonómicas y locales, hicieron imposible la salida de este Anuario de Canarias durante la primavera, que fue la estación elegida para las dos ediciones anteriores. Entendimos, además, que el desenlace de aquellos comicios debía de formar parte del análisis anual que presentáramos a la sociedad de las Islas. Es éste el motivo por el que nuestra publicación ve la luz en estas fechas, aunque seguramente nos ayudará a terminar de posicionar sus apariciones futuras poco después de que venza cada año natural. Es un nuevo compromiso.
Con la renovación apuntada de la Junta Directiva, nuestra centenaria Asociación, que fundara Patricio Estévanez en 1902, quiere alcanzar la pujanza de sus mejores momentos. Recogemos el testigo que nos deja Jorge Bethencourt, con logros indiscutibles, entre los que sobresale el acuerdo de asistencia sanitaria para periodistas con la red de centros de Hospitén, o la propia publicación del Anuario de Canarias, entendido como un documento sin igual en el mundillo editorial de nuestra Comunidad Autónoma, como libro de consulta y de referencia. Otros proyectos trazados durante su mandato requieren ahora del empuje de este equipo que me honro en presidir. Iniciativas que tienen que ver con la formación y el empleo, con la cooperación institucional para el desarrollo de actividades culturales y, sobre todo, con la defensa del desempeño adecuado de la profesión, con sus derechos y deberes. Objetivos a los que sumamos algunos más, como el de la creación de la Casa de los Periodistas.
Bajo el lema Ocupa tu espacio, dirigido al conjunto de los profesionales de nuestra provincia, nos hemos puesto en la labor de fortalecer la Asociación. Sólo desde la integración de los periodistas isleños, desde la suma, resultará posible la materialización de tantas ideas. De la mano, por ejemplo, de las nuevas promociones de licenciados surgidos de la Facultad de Ciencias de Información de la Universidad de La Laguna, con la que hemos dado los primeros pasos para lograr una colaboración permanente y fructífera. O de tantos profesionales que nos expresan su deseo de formar parte de este proyecto común, para hablar, debatir y prosperar en un mundo tan cambiante como el de la Comunicación.
Creo que el Anuario de Canarias vuelve a servirnos como ejemplo de que esa voluntad de unión es posible. Sólo hay que hojear sus páginas para apreciar lo mucho y bueno que atesora esta profesión en el Archipiélago. Con la colaboración de casi dos centenares de profesionales de todas las Islas, junto al apoyo imprescindible de entidades públicas y privadas, hemos sido capaces de poner en la calle su tercer número. Gracias a todos ellos, seguimos convencidos de que merece la pena edificar esa soñada Casa de los Periodistas, que ya cimienta la Asociación de la Prensa, al servicio de los que amamos este oficio y del común de la sociedad canaria.