La contumacia histérica de Juan Fernando López Aguilar de dinamitar lo que él no pudo ganar en las urnas ha detenido la tramitación del Estatuto de Autonomía y ha hurtado a Canarias los fondos estatales necesarios para su progreso. Estas dos verdades absolutas, derivadas de la humillación que Paulino Rivero hizo pasar al líder socialista en la sesión de investidura, han hecho, además, que éste se replantee su futuro lejos de las islas, aspirando a un puesto en el Congreso de los Diputados en las listas de marzo de 2008. Sencillamente, se pira.
Juan Fernando López Aguilar es un catedrático de Derecho Constitucional que toca la guitarra, cualidades que no son necesarias en política y que para ejercer la actividad pública podrían ser, sin embargo -por lo dispares y divertidas-, complementarias del sentido común que él no tiene. Nunca se había insultado tanto en la tribuna parlamentaria y en los medios de comunicación como lo hace contra sus rivales el líder de los socialistas canarios. Jamás se había descalificado tanto ni se había demostrado tamaño resquemor, tras no ganar unas elecciones -las municipales y autonómicas- con la mayoría suficiente para gobernar. En la historia no se había echado tanto de menos ese poder, creyendo haberlo tenido al alcance de los dedos.
Este chico no sabe que en Canarias, con la Ley Electoral en la mano, la misma que tanto han mimado los socialistas en el pasado, jamás se lograrán mayorías absolutas. Ahora supeditan la aprobación del Estatuto a una norma electoral con nueva matemática. No hay duda de que todos tenemos pelitos en el culo, pero para verlos hace falta un espejo. Y los socialistas no se gastan el dinero en espejos, por lo que se aprecia. Los nacionalistas preparan, aunque en mi opinión muy tarde, un sprint final lleno de fuerza electoralista. Este proyecto ha de ir acompañado de una billetera llena de euros, porque los medios de comunicación no le van a regalar la tarta de la publicidad.
Paulino ha terminado el 2007 con rotundidad: a Prisa, los informativos de la Televisión Autonómica, si los quiere; y lo demás se contratará directamente y a empresas canarias, a ser posible. Y las radios privadas se concederán antes de julio de 2008, con preferencia para las locales que llevan años en el mercado con el marchamo de piratas; las que han creado puestos de trabajo aunque también hayan enloquecido el dial. Lo del presidente ha sido, ni más ni menos, un acto de valentía, lejos de los saltos en el vacío de Adán Martín. Adán tenía un abuelo -don Paul Menis- que había sido funambulista de un circo y luego profesor de gimnasia en un instituto, cuando Alfonso XIII. Probablemente fue el abuelo quien enseñó al nieto a dar vueltas y vueltas sin solución de continuidad. Esto marcó su principio y su fin en política.
La idea de Paulino Rivero es tejer una telaraña empresarial afín. Ya está bien de que López Aguilar quiera, primero, meter en la cárcel a los empresarios, influyendo como ha influido en la Justicia cuando era ministro del ramo, para terminar almorzando con ellos en público. Rivero ha dicho a los suyos que es preciso acercarse al empresariado, probablemente porque por más que lo digan las leyes y lo determine la legalidad vigente, no existe un partido político en España sin financiación.
Y como la mujer del César no sólo tiene que ser honrada sino parecerlo, ahí -para demostrar lo contrario- tienen a Zapatero, en Boadilla del Monte, haciéndole la pelota a nuestro pequeño gran dueño del mundo, don Emilio Botín (vaya apellido para un banquero). El líder socialista que persigue la posesión de los billetes de 500 euros dándose abrazos con quien los colecciona. Son las paradojas de la política española, que incluso en su versión fiscal es una casa de locos.
Coalición Canaria se ha echado al monte. Sabe que necesita tres diputados para formar grupo en el Congreso (con otros dos prestados) y quién sabe si para gobernar España. En Santa Cruz de Tenerife, lista de lujo: Ana Oramas, José Luis Perestelo y posiblemente Isaac Valencia. En Las Palmas, probablemente Mari Mar Julios y Manuel Lobo Cabrera. No tiene mucho más donde elegir, porque en aquella provincia la cosa anda menguada de efectivos. Jugarán los nacionalistas con los ataques socialistas a los empresarios, a través de los órganos que controlan; desde luego, la campaña será encarnizada.
¿Estamos ante el último esfuerzo -antes de su desaparición- de Coalición Canaria? Yo creo que las próximas elecciones van a ser decisivas para el futuro de lo que fue, y en parte es, la gran esperanza nacionalista. Paulino Rivero es un mago listo al frente de un Gobierno obediente. Quizá el principal escollo a sus afanes lo constituya su propio aliado, el PP, que intentará combatir y vencer a los socialistas en el conjunto del Estado, pero también a las huestes de Paulino en Canarias.
Tantas cosas pueden ocurrir en España antes de los comicios de marzo. A Coalición Canaria le queda interpretar el papel de los pescadores que faenan en río revuelto y deberá asumir la tarea con mucha valentía y con los mismos, o más, medios que sus rivales. Por eso, el presidente ha dicho que es preciso formar cuanto antes ese tejido empresarial de apoyo, tan importante. Nosotros no tenemos aquí un Botín, pero en relación al tamaño y a la capacidad de esta sociedad, existen otros prototipos. Estos van a ser las patas económicas nacionalistas del futuro. Porque ya está bien de escupir para arriba, de ver lo que ocurre en otras autonomías y de dejarse coger la camella.
Nunca un Gobierno de Canarias le había plantado tanta cara a Madrid, lo cual exaspera al histriónico líder socialista local. Por eso se va con viento fresco.