La inercia

Canarias acaba de estrenar nueva legislatura y nuevo Gobierno. Y acaba de estrenar, también, la bronca política que desde hace un tiempo practican los partidos en el ámbito nacional. Y aquí se terminan las novedades de un Ejecutivo incipiente que inicia su andadura para gobernar en las Islas y que ha reeditado un pacto que terminó mal en la anterior etapa parlamentaria. Hay una palabra que, desde mi punto de vista, define la situación política en las Islas: inercia.

Pese a que las elecciones constataron el declive del nacionalismo canario, el Partido Socialista perdió de nuevo su opción de gobernar en el Archipiélago merced a sus exiguos resultados en Tenerife y la beligerancia de su nuevo líder en las Islas, Juan Fernando López Aguilar, que ha dinamitado cualquier acuerdo posible con Coalición Canaria. La consecuencia de ello es bien sencilla: la inercia conduce a reeditar viejas alianzas entre nacionalistas y populares. Y la inercia, también, obliga a poner en escena la bronca parlamentaria que sacude al Estado: no hay nada más rentable para Coalición Canaria y el Partido Popular en estos momentos que buscar un enemigo exterior que provea de réditos electorales a ambas formaciones, con la convocatoria de los comicios generales a la vuelta de la esquina.

El nuevo Gobierno ha entrado también en la puja por el voto electoral siguiendo la inercia de los partidos estatalistas: subvenciones a los hijos, a las hipotecas, supresión de impuestos… Todo vale en esta especie de subasta pública por el voto; que luego esas promesas se cumplan o respondan a las expectativas de los ciudadanos ya es otro cantar. Y el canario, además, es de memoria endeble.

Hay otro síntoma claro de inercia en el Ejecutivo canario. La moda del cambio climático. Los nuevos responsables del Gobierno se apresuraron a anunciar la creación de la Agencia del Medio. Si tenemos en cuenta que Canarias, por su situación geográfica y por su clima, goza de unas condiciones excepcionales para el uso de energías alternativas, uno de los instrumentos que se propugnan para paliar los efectos del cambio climático, lo cierto es que a día de hoy el empleo de energía eólica o solar es todavía testimonial, empezando por la propia Administración. Si a eso añadimos que -más allá de las nuevas leyes que obligan a usar paneles solares en los edificios de nueva construcción- los propios poderes públicos han ideado una enmarañada burocracia, una exigua bonificación y una demora secular en los pagos de ésta última, podremos comprender por qué los ciudadanos, a pesar de su conciencia ecológica, no terminan de apostar, por ejemplo, por la energía solar en sus viviendas que, por ahora, sigue siendo, casi, un artículo de lujo. Y un despilfarro, según los cánones ahora en boga, son los despachos de la Administración Pública que siguen con la luz encendida cuando sus inquilinos hace horas que se han ido.

¿Cómo es posible que un Gobierno intente liderar la conciencia ecológica de las Islas cuando, en Tenerife, sin ir más lejos, la ampliación de la Autopista del Sur (como ya se hiciera con la del Norte) no contempla un carril bus? El resultado sigue siendo el mismo que hace siete o diez años: vías cada vez más anchas e igualmente saturadas y colapsadas en una Isla donde el transporte público es una de las grandes asignaturas pendientes. Podrán decir que está prevista la construcción del tren al Sur y al Norte. Pero mientras ese proyecto se hace realidad -¿de cuántos años estamos hablando?-, la contaminación de los vehículos seguirá causando estragos en el clima. ¿No decimos que la situación empieza a ser angustiosa y que hay que tomar medidas?

En un ejercicio de cinismo, las autoridades públicas no tienen reparo alguno en traer a la Isla al mismísimo Al Gore para que, en directo, nos cuente lo mismo que ya habíamos visto todos en el cine. Y al mismo tiempo, las autoridades de la Isla invierten cientos de millones de euros en proyectos populares como, por ejemplo, la construcción de playas artificiales para el solaz de sus ciudadanos. Mientras eso ocurre y todo el mundo lo aplaude, al mar y al subsuelo de la Isla se vierten cada día toneladas de residuos. Para ser más precisos, el equivalente a 40 piscinas olímpicas de aguas sin tratar en su totalidad van a parar al mar o al subsuelo de Tenerife. Dicho esto, pregunto, ¿de qué cambio climático estamos hablando? ¿Para qué va a servir la Agencia del Medio?

Con cuatro años por delante, con unas elecciones generales por medio, habría cabido esperar algo más de un Gobierno que, por ahora, como he dicho antes, está inmerso en la inercia de Ejecutivos anteriores, que continúa utilizando a los menores inmigrantes y la Policía Autonómica como instrumentos de agresión al Estado -siempre y cuando el Estado esté gobernado por el partido de la oposición en Canarias- y que ha hecho gala de un sectarismo nunca visto hasta ahora en las Islas. Quizás por esa misma inercia. Porque el presidente, Paulino Rivero, aún no ha caído en la cuenta de que no es presidente de Coalición Canaria, sino de todos los canarios.

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