¡Cómo pasa el tiempo! Despedimos 2007 con la sensación de haber saltado al descuido páginas enteras del calendario. Parece que fue ayer cuando cerraba la legislatura en el Parlamento de Canarias, cuando me sumergía en una intensa y absorbente campaña electoral, cuando los ciudadanos decidían otorgarme su confianza para guiar los destinos de Lanzarote como presidenta del Cabildo. Seis meses después, hoy, me siento satisfecha. De la mano de un equipo de Gobierno cohesionado y concentrado en metas comunes y consensuadas, he iniciado un periodo de cambios en la isla que dará carpetazo al modelo caduco de las últimas décadas y abrirá nuevas perspectivas de futuro para Lanzarote. El proceso es largo y las aspiraciones, ilimitadas. Pero por qué no reclamar las cotas máximas de bienestar, las más elevadas inversiones públicas, las políticas más sostenibles, la mayor participación ciudadana…
Nuestra isla ha vivido sometida al complejo de la no capitalinidad, una especie de pudor que ha impedido a la clase política y a la sociedad exigir a boca llena lo que por población y por aportación al arca común nos corresponde. Pero las cabezas gachas y la sumisión han terminado. Iniciamos un nuevo periodo marcado por el orgullo de lo que tenemos, sabedores de que forma parte de nuestra esencia más íntima. Somos Lanzarote, somos una isla pequeña que no quiere crecer. Somos un territorio árido, abrupto, quemado por el sol y los volcanes, que genera admiración en el mundo entero. Y queremos seguir ahí, sin corsés de asfalto entallando nuestra silueta; sin superficies verdes exportadas de otros territorios en enormes rollos de césped artificioso; sin mastodónticas construcciones que impidan que la vista se nos pierda hasta el final del horizonte.
La hoja de ruta para avanzar en el camino trazado se llama Plan de Desarrollo Lanzarote Sostenible, un proyecto artesano, hecho en casa a golpe de ilusión y convencimiento, engastado en experiencias previas y modelado por la opinión especializada de los técnicos del Cabildo. No queríamos un gran documento encargado para la ocasión que acabara durmiendo junto a tantos otros en una gaveta de despacho, sino una carta de navegación real, asumible, respaldada por la ciudadanía, que dirija el rumbo de la isla a corto, medio, largo y muy largo plazo. Desde el cielo, apenas somos un peñasco anclado en el Atlántico. Pero la situación mundial nos afecta en igual o en mayor medida que a otras sociedades. Y si no cambiamos el modelo económico actual, Lanzarote, igual que el resto de islas de Canarias, representara en un futuro próximo uno de los casos más emblemáticos del mundo de desarrollo insostenible. Por nuestra elevada dependencia del exterior, por el uso de combustibles fósiles que demanda el sector turístico, por el escaso aprovechamiento de los recursos naturales, por el enorme crecimiento poblacional que afrontamos en las últimas décadas.
Pero igual que en nuestro proyecto hay lugar para la ambición, también lo hay para la esperanza. Lanzarote dispone de abundantes fuentes para la producción de energías alternativas, que pueden ser aprovechadas para la desalación del agua; nuestros campos son terreno abonado para la experimentación en cultivos biológicos y nuestros paisajes, por supuesto, nos permiten un modelo turístico compatible con los nuevos valores de la sostenibilidad. Tenemos en nuestras manos los instrumentos para el cambio, el convencimiento de estar en la senda adecuada, el respaldo de la ciudadanía y la voluntad política. El proyecto de desarrollo Lanzarote Sostenible es nuestra guía en este camino largo que hemos iniciado y que nos permitirá seguir adelante, a nosotros y a las generaciones venideras, como garantía de futuro.
