Cuando se han visto casi toda clase de pactos, componendas o apaños en la política canaria, no sorprende que estemos viviendo ahora uno de esos matrimonios de difícil explicación: el pacto de gobierno entre Coalición Canaria y el Partido Popular. En apenas unas semanas se olvidaron los insultos que se cruzaron durante años y ahora, aseguran, quieren “trabajar por Canarias”.
El acuerdo CC-PP, como muchos otros de corte similar, nacía con los días contados, según la oposición. Pero eso es algo que ya no llama la atención porque cada uno juega su papel. Lo que sí continúa siendo alarmante es que en cada nueva cita electoral la abstención se mantenga en cotas verdaderamente preocupantes para la buena salud del sistema democrático. Tal vez sea ese el pago que el elector da a los partidos políticos cuando dejan al margen lo que dicen las urnas. El pago por el desinterés que generan los partidos entre la ciudadanía. Y en esa tesitura se sitúa la actual alianza que gobierna Canarias.
Porque no hay que rebuscar muy atrás en las hemerotecas para comprobar cómo lo que ahora es blanco antes era negro y viceversa. Ejemplo: ¿Ya no se acuerda un miembro del Gobierno que ocupa una consejería básica, la de Sanidad, del calificativo que dio al proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía, consensuado no hace un año por Coalición Canaria y el Partido Socialista? Si entonces Mercedes Roldós, diputada en el Congreso y ahora consejera de Sanidad, tildó la reforma estatutaria de “nacional-socialista”, haciendo una broma macabra con el término nazismo para explicar que lo llamaba así porque había sido apoyado por nacionalistas y socialistas, en los días en que estamos todo queda olvidado y llega el momento del codo a codo, del juntos de la mano “para sacar adelante el proyecto de Canarias”.
¿Por qué ocurren estas cosas en política? Seguramente, porque la función hace el órgano y los partidos se han acostumbrado a funcionar de tal manera que, si llegara la hora de hacer tabla rasa con su más cercano competidor, pues se hace y en paz, que para qué se van a preocupar si mañana le va a tocar al otro. Y a pesar de todo, esa suerte de acuerdos imposibles no es sólo responsabilidad de quienes los firman; también lo es de quienes eligen a esos representantes que son capaces de olvidarse de los que los han elegido en las urnas.
En Canarias hay tradición de pactos, de eso no hay duda. Y casi siempre, por no decir siempre, los que gobiernan suelen echarle la culpa a Madrid cuando las cosas no van tan bien como debieran, en el caso de que el Gobierno central no sea un buen socio para según qué cosas. Es una actitud victimista que suele dar buen resultado en determinados momentos. Otro ejemplo: en las Islas, el Gobierno dice que la media inversora es menor que la media nacional y que eso hace perder dinero que debería entrar a las arcas públicas gracias al REF. También que hace falta más ayuda para solventar el problema de la inmigración irregular, o que hay que encontrar una salida a la situación de muchos menores inmigrantes no acompañados que, como dice el Diputado del Común (¡qué barbaridad!) hay que echar fuera de Canarias porque aquí no tienen sitio…
¿Y cómo es que hasta hace más o menos un año, nacionalistas y socialistas iban de la mano en aquella historia de amor de “no pactamos, pero sí apoyamos los Presupuestos Generales de Canarias [por ejemplo] por el bien común de nuestro Archipiélago”?. Pero, claro, llegó la precampaña de las últimas elecciones autonómicas y había que demostrar que ambos no eran la misma cosa. Al final, Coalición Canaria apostó por el PP, tal vez pensando en que los populares van a ganar en marzo de 2008 las elecciones generales. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si vuelve a ganar Zapatero? De momento, ZP ha ofrecido colaboración y diálogo al Gobierno de Paulino Rivero para trabajar por Canarias. Y es aquí, en Canarias, donde los socialistas tienen a un nuevo secretario general que dice que quiere romper la barrera del sonido en el año 2011, lo que puede interpretarse como que se va a quedar en esta tierra durante los próximos cuatro años. Pero, ¿y si es elegido diputado al Congreso en marzo? ¿Se iría?
CC, PP y PSOE aún le deben mucho a sus pacientes votantes, que ven cómo con sus votos hacen sólo lo que a los partidos les conviene.