El Parlamento de Canarias representa al Archipiélago canario. La Comunidad con más nítidos hechos diferenciales de la España de las Autonomías, con singularidades incontestables por la situación geográfica, la lejanía y la fragmentación territorial, la naturaleza diversa, los recursos de cada una de nuestras islas, nuestro régimen económico y nuestra cultura. Este año celebramos un cuarto de siglo de Gobierno autónomo. Veinticinco años después, podemos echar una mirada atrás y hablar de nuestra experiencia legislativa y el análisis objetivo de sus logros y carencias; para ajustar nuestra función al signo de los tiempos y a los cambios sociales y tecnológicos; para tratar, con cuidadosa cercanía, los grandes problemas de Canarias en un mundo globalizado que tienen, aquí y en todas partes, reflejos y secuelas; y los problemas locales, que reclaman soluciones propias; para intercambiar experiencias y trabajos con instituciones análogas; para relanzar la imagen y la función de nuestra Cámara legislativa, en un ejercicio de cultura y pedagogía, entre todos los sectores de nuestra población.
Los desafíos de los próximos años exigirán un gran esfuerzo de la sociedad canaria que, a su vez, demanda de sus representantes públicos trabajo, responsabilidad y honestidad para liderar iniciativas que fomenten y fortalezcan la cohesión social, económica y cultural y confirmen su situación y el respeto de sus singularidades. La búsqueda del equilibrio social y económico que desde distintos ideales todos procuramos, requiere la dotación de infraestructuras que cubran las necesidades objetivas de las poblaciones allá donde radiquen; sanidad y educación públicas homologables a los países de nuestro entorno europeo; la mejora de los servicios y su extensión a todas las islas; programas de formación y empleo adaptados a las distintas realidades insulares; políticas sociales activas y orientadas a los sectores más débiles y dependientes.
Afianzar el modelo canario de desarrollo sostenible reclama la participación de las administraciones públicas, partidos políticos, sectores económicos y sociales, asociaciones empresariales y profesionales, las universidades y centros de investigación, porque de esa forma se movilizan al máximo los recursos y potencialidades de la Comunidad Autónoma. En las nuevas etapas políticas es una necesidad moral salvar las cuestiones de estado de las estrategias de colisión. Es imprescindible asegurar una responsable actitud en asuntos sensibles que, hoy y siempre, precisan del más alto grado de consenso; distinguir lo esencial de lo accesorio, lo patriótico de lo partidario, para que nuestra gente recobre la confianza en los políticos, para lo que debemos actuar conforme a legítimos programas, con libertad, lealtad al sistema y respeto a las instituciones.
En el Parlamento de Canarias tenemos que hacer un esfuerzo mayor aún si cabe para debatir, aprobar leyes y aprobar acuerdos que respondan a los intereses y aspiraciones ciudadanas, que resuelvan problemas y alejen temores; normas claras, en su fondo y en su forma, que nuestra gente vea y sienta como propias y las defienda con la naturalidad y el vigor con que guarda sus costumbres y tradiciones. Apelando al espíritu universal de las leyes, debemos priorizar las normas de igualdad y la extensión de derechos para asegurar la protección de los más débiles y la atención a los más desfavorecidos; para ejercer la solidaridad con el título de justicia social.
El Parlamento que representa a dos millones de canarios tiene que ser vivo, dinámico, tecnificado y riguroso; y realizar su papel en un contexto en permanente evolución y conciliatorio. Debemos ampliar y canalizar nuestras relaciones con las administraciones canarias, cabildos y ayuntamientos, para perfeccionar el marco de sus actuaciones y los medios para cumplir con sus importantes cometidos; mejorar los mecanismos que permitan el cumplimiento de las leyes en todas las instituciones canarias; estimular las buenas prácticas que permitan una administración de calidad; y, con la misma decisión, responder a las exigencias de una Comunidad de islas en pie de igualdad, enriquecida con todas sus capacidades, moderna y solidaria, distante de las querellas del pasado y de una caduca imagen bipolar que tapó el paisaje del conjunto y frenó el desarrollo de islas ajenas al conflicto.
El Parlamento de Canarias, que tengo el honor de presidir, debe ser pieza fundamental en el camino para construir la Canarias del Siglo XXI, una Canarias a la que le aguarda un enorme protagonismo como Archipiélago Atlántico. Para ello, hemos de abrir, aún más, la Cámara a las inquietudes y aspiraciones populares, intensificar nuestra relación con la sociedad, demostrarle responsablemente, con dedicación y ética, que las actuaciones que hacemos en su nombre responden al interés común y a la confianza depositada en todos nosotros. Es nuestro papel como servidores públicos, elegidos por el pueblo canario, y a ello nos debemos.
Deseo fervientemente que el devenir de los años nos vuelva a hacer girar la vista atrás y nos enseñe un camino que fue complicado, pero en el que supimos caminar. Que vuelvan a pasar veinticinco años y hayamos conseguido dejar una puerta abierta a los habitantes de estas islas en el futuro, a los que hoy son niños y mañana serán hombres. Saber que a las futuras generaciones les dimos un ejemplo y un camino a seguir, siempre para conseguir una tierra en la que vivir en paz y con orgullo.