Con casi quinientos años de Historia y unos pocos menos como capital y, por ende, centro de poder, Valverde ha dejado, en los últimos tiempos, de ser lo que era. Tal vez sea esta la razón por la que una cierta depresión se ha apoderado de sus vecinos al recordar con nostalgia un pasado que ya no volverá y en el que el papel protagonista de la Villa era mucho mayor que en la actualidad.
Desde hace unas décadas para acá, la ilustre y fértil localidad de Valverde, en la que hace cinco siglos se instalaron los señores del condado Gomera-Hierro, ha ido perdiendo poco a poco su antiguo protagonismo para convertirse en lo que son hoy todas las capitales de las islas: centros administrativos con una importante actividad comercial unida al puerto y el Aeropuerto. No es que sea algo que sólo pasa en El Hierro, pues ocurre desde mediados del pasado siglo en toda Canarias. El crecimiento económico del resto de la isla ha traído más riqueza y un mejor reparto, pero también, qué duda cabe, ha mermado la importancia que tenían las capitales. El Valverde que muchos de sus habitantes recuerdan y añoran es aquella Villa centralista por donde, obligatoriamente, tenía que pasar todo lo que sucedía en la Isla.
Era la capital que ejercía un control casi absoluto sobre la sociedad insular, una capital en la que las decisiones se tomaban sin tener en cuenta la voluntad del resto, “del campo”, como se le llama aquí al territorio que está extramuros del valle de Amoco. Es el Valverde que muchos lloran y reclaman pero que, por desgracia o por fortuna, forma parte ya del pasado. Hoy, más que nunca, El Hierro está inmerso en un profundo cambio, una transformación que se extiende más allá de la división territorial y administrativa. Por cambiar lo ha hecho hasta el tiempo; sólo tenemos que fijarnos en la niebla característica con la que siempre Valverde recibía a los visitantes y que hoy casi ha desaparecido de sus calles.
A partir de las década de los 70 del pasado siglo, a medida que la agricultura del Valle del Golfo generaba prosperidad, Valverde perdía influencia de modo imparable. Y, para rematar este panorama, surge en el horizonte un nuevo elemento que presagia más alteraciones: el recién creado municipio de El Pinar, que quiere convertir, con todo su derecho, su mar de las Calmas en la gran zona turística de la isla. Con todo, no es que la capital vaya a desaparecer. Sencillamente, está en un proceso de cambio. Los nostálgicos del pasado no pueden negar que Valverde es y será la población a la que, forzosamente, mira el resto de la isla. En la Villa se ubica el único hospital de la isla, las instituciones insulares, el Instituto de Bachillerato, las delegaciones del Gobierno Central, el Puerto y el Aeropuerto, y, por supuesto, gran parte del movimiento comercial.
Valverde de día y de noche
Se puede hablar de dos Valverde: uno de mañana, activo y dinámico unido a los horarios de la Administración; y otro vespertino, un Valverde tranquilo, casi dormido, ideal para disfrutar de sus calles semidesiertas. Los dos son necesarios para El Hierro pues, por más que muchos no acaben de entenderlo, nadie en la Isla se imagina vivir sin lo que ofrece la capital, aunque tampoco ésta podría salir adelante sin contar con lo que aquí se conoce como “la gente del campo”. Es una complicidad y una convivencia inseparable pues ni el campo tendría sentido sin el referente de su Villa, ni por sí misma ésta tendría razón de ser. Es un debate falso que sólo se comprende en clave interna, pues, de cara al exterior, el herreño, sea de donde sea, siempre ha creído que su tierra está por encima de todo. Es un convencimiento tan rotundo que, a veces, incluso puede llegar a desconcertar.
Cultos y de modos refinados, divididos por sangre y apellido en rabos blancos y negros, versión herreña de patricios y plebeyos, los naturales de Valverde son prudentes y moderados en sus costumbres y, sobre todo, en su economía. Dicen los cronistas que en sus orígenes la villa capital fue conservadora. Algo que no sorprende pues en ella habitaban las clases pudientes de la Isla, tanto militares, como civiles y religiosas. Pero eso forma parte del pasado. Hoy Valverde es una sociedad democrática en la que conviven sin problemas distintas tendencias ideológicas, desde la izquierda comunista, hasta la derecha más dura, pasando por ese centro nacionalista que en El Hierro lleva el nombre de AHI. El hecho de que desde hace 16 años gobierne la derecha en el municipio no significa que éste sea conservador, pues lo ha hecho siempre en alianza con otras formaciones, bien sea con los independientes o con los socialistas.
Después de tantos años en el poder, el alcalde de Valverde, el popular Agustín Padrón, hace alarde de gobernar uno de los pocos municipios de Canarias que cierra sus cuentas con superávit. Un logro con el que, dicho sea de paso, no todos están de acuerdo. Tal vez, dicen, y ya que la economía va bien, valdría la pena endeudarse un poco para así aumentar los servicios y la calidad de vida de los ciudadanos. Pero así es la capital de El Hierro, un pueblo que oscila hacia un lado u otro, una localidad viva que avanza a fuerza de un debate permanente. Campo o ciudad. Derecha o izquierda. Centro o periferia. Una larga y constructiva polémica que a partir de 2007 cuenta con un tercer invitado, el nuevo municipio de El Pinar. El octavo año del siglo se recordará por esto. No hay dos sin tres, se suele decir. Y a partir de ahora, guste o no, nada será igual en la isla del Meridiano, una tierra que tendrá que aprender a convivir con uno más, tanto para lo bueno como para lo malo.