Volver a empezar (un triunfo electoral sin recompensa)

Vino a jugársela a una sola carta pero le salió mal. Y es que cuando Juan Fernando López Aguilar aceptó a regañadientes -no le dieron otra opción- ser el candidato del PSC-PSOE a la Presidencia del Gobierno de Canarias hizo números, y fiel a su estilo, se planteó una campaña a cara de perro contra sus dos únicos contrincantes: Coalición Canaria (CC) y Partido Popular (PP). Ganó, pero la victoria no fue suficiente para gobernar,

Es de suponer que López Aguilar era consciente del enorme riesgo que corría al despreciar de antemano un hipotético Gobierno de coalición con los nacionalistas -con los populares era utópico con la que está cayendo a nivel nacional- ya que las mayorías absolutas en Canarias son impensables con el actual sistema electoral, pero según sus colaboradores más cercanos, siempre confió en obtener al menos 28 diputados y redondear la faena con los escaños que pudiera conseguir Nueva Canarias, el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) y/o el Centro Canario Nacionalista (CCN), las tres únicas fuerzas minoritarias con posibilidades de ocupar un sitio en el Parlamento regional.

Antes de su mesiánica llegada, el hasta entonces líder de los socialistas canarios, Juan Carlos Alemán, había tejido con paciencia infinita durante la última legislatura una política de entendimiento con CC, la única forma de tocar poder después de haber sido desalojado del mismo en 1993 por la moción de censura de Hermoso a Saavedra. Eran demasiados años de oposición y, como una vez diría Felipe González al respecto, “fuera hace mucho frío”. Eso lo entendió Alemán y, fruto de su estrategia de alianzas con los nacionalistas tras haber forzado en 2005 la ruptura del anterior Gobierno con el PP, fue el apoyo desde fuera al Ejecutivo presidido entonces por Adán Martín, En realidad era una jugada de largo alcance, ya que con el PSOE gobernando España hasta 2008, Alemán estaba seguro de que el pacto con CC sobreviviría a las elecciones autonómicas aún con Paulino Rivero como candidato nacionalista. Pero faltaba el factor López Aguilar.

Diputado en el Congreso por la provincia de Las Palmas en las dos últimas legislaturas, ministro de Justicia y con un denso y apabullante currículum académico, Juan Fernando López Aguilar dejó forzado por las circunstancias la cartera ministerial en la que tan cómodo se sentía para venir a Canarias con el objetivo de formar o que el PSOE tomara parte del futuro Gobierno regional, la hoja de ruta que le había dejado preparada Juan Carlos Alemán. Pero por la mente de López Aguilar no pasaba la idea de una campaña distante -como todas las campañas- pero correcta con CC, a quienes ya desde Madrid había acusado por activa y por pasiva como un grupo de supuestos corruptos apegados al poder para defender sus intereses personales. Y con esa carta de presentación se plantó en las Islas.

Obviamente, desde CC no le dieron ni un solo día de tregua y desde los albores de la precampaña electoral todo barruntaba a que Paulino Rivero y José Manuel Soria tendrían apalabrado de antemano un gobierno de coalición en caso de que los resultados lo hicieran posible. Al fin y al cabo, sólo se trataba de sumar 31 escaños entre ambos, meta nada difícil dado el poder de ATI en Tenerife y API en La Palma, como así fue, y los esperables resultados de El Hierro y Fuerteventura. El batacazo de Gran Canaria los cogió por sorpresa y forzó más que nunca, dado el revolcón que también se llevó en esa isla el PP, a sellar una alianza contra viento a marea para los próximos cuatro años estuviere Zapatero o Rajoy en la Moncloa. Esta vez se trataba para José Manuel Soria de una cuestión de mera superviviencia tras haber sido desalojado su partido del Cabildo que hasta entonces presidía y del Ayuntamiento de Las Palmas.

Mientras, López Aguilar no bajaba el pistón de su discurso contra las corruptelas en CC y PP. Le ayudaba la querella de Las Teresitas (ATI-CC) y los escándalos protagonizados por el PP en el caso Eólico y los ayuntamientos de Telde, Mogán y Santa Brígida. Pero con ese lenguaje no iba a ninguna parte más que a la perdición. A ganar las elecciones pero sin posibilidad alguna de gobernar en solitario. Esas eran y son las reglas del juego mientras no se cambien; y de momento, no parece que a CC y PP le interese modificarlas.

Llegada la noche del 27 de mayo, se confirmó el pronóstico y el PSC-PSOE obtuvo 26 trabajados y meritorios escaños (faltó un mejor resultado en Tenerife), mientras que CC tuvo que conformarse con 19 y el PP con 15. Pero, sorpresa. Román Rodríguez, con casi 60.000 votos en Gran Canaria, no lograba entrar en el Parlamento por los denostados listones electorales y tampoco el PIL conseguía romper la barrera del 30% de votos en Lanzarote. Con tal arco parlamentario y la inestimable ayuda del incendiario discurso del nuevo líder del socialismo canario, aún en los días en que un hipotético pacto PSOE-CC era posible, la suerte estaba echada. Resulta difícil de entender que un líder político haga todos los méritos posibles para quedar instalado en la oposición después de haber ganado unas elecciones.

¿Y ahora? Con la crispación instalada en el Parlamento de Canarias y un Juan Fernando López Aguilar en su papel estelar de martillo de herejes, junto a la inestimable colaboración del también brillante y duro orador Santiago Pérez, las posibilidades de un hipotético entendimiento con los nacionalistas -si Zapatero volviera a ganar las elecciones generales- son prácticamente nulas. Juan Fernando crispa, crispa mucho. Y además le tienen miedo.

Por eso, la vuelta de López Aguilar a Madrid es algo más que una mera posibilidad. El PSOE necesita colocar a los mejores al frente de cada circunscripción provincial -y Juan Fernando lo es sin duda en la de Las Palmas- para distanciarse suficientemente del PP en marzo de 2008. El brillante ex ministro, ahora convertido en secretario general del PSC-PSOE, volvería a donde siempre le ha gustado, al Congreso, a la política nacional (o internacional, quien sabe) y a dejar que en la calle de Teobaldo Power se templen los ánimos, que cada pleno no se caracterice por ser una vergonzosa escandalera y puedan surgir posibilidades de entendimiento entre CC y PSC.

Deja, indudablemente, el listón electoral para su partido muy alto, pero deja también una crisis de liderazgo difícil de solventar a medio plazo. Prejubilado Juan Carlos Alemán y con un PSOE en Tenerife sumido en una interminable crisis, no tiene de momento a nadie que le haga sombra. Si se planteara siquiera en volver a ser cabeza de cartel en 2011, tendría que volver a empezar y formar equipos de jóvenes dirigentes que tomen el relevo a quienes han estado desde hace treinta años en primera línea.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad