2008, el año del 7

Tan pronto fue proclamado Paulino Rivero como presidente del Gobierno de Canarias, dejó entrever intenciones de ‘renovar’ la política cultural del Archipiélago, y que vertebraría esta renovación en una suerte de programa que aglutinara la creación, el arte y la ciencia, desde y para las Islas. Dicho ‘ente programático’ duraría, nada más y nada menos que siete años. Y se llamaría, cómo si no, ‘Septenio’.

Pero, ¿qué es Septenio? Con claridad meridiana creo que pocos, ni los mismos que lo han articulado, sabrán explicar de qué se trata. ¿Será tan solo un nombre que agrupará las actividades culturales de los próximos siete años? ¿Un programa que pretende algo más de lo que ya se viene haciendo en el mundo de la cultura, y la ciencia, en las islas? Y ese algo más, ¿en que se traducirá? O, simplemente, ¿será una etiqueta para un asiento contable donde se derivarán nada menos que una media de cuatro millones de euros cada año?

La respuesta que el Gobierno de Canarias ha colgado en la web institucional dice textualmente que Septenio “se materializa en una apuesta decidida por los principales sectores ligados a la innovación: la Ciencia y la Cultura. Durante siete años se respaldará de forma especial proyectos y actividades enmarcados en estas áreas del conocimiento que supondrán el impulso definitivo para que Canarias alcance un lugar destacado en estas materias en el plano internacional”. Caramba.

¿Impulso definitivo? ¿Significa esto que a partir de 2014 Canarias será un referente en las artes y las ciencias en el mundo? ¿Y qué pasa si eso no se consigue?, si en 2014 seguimos siendo periferia con grandes lagunas en el mundo de las letras, si nuestros científicos siguen teniendo el mismo problema con la investigación y terminan fugándose a laboratorios que los quieran un poquito más, si seguimos teniendo enormes problemas para exportar el arte aunque el valor de los creadores del archipiélago resulta que no es ni mejor ni peor que el de otros artistas de otras latitudes…

¿Habrá fracasado el Gobierno de Canarias en esta tentativa a la que se ha dedicado tanto dinero?, ¿habrá fracasado la cultura canaria? Y la última pregunta a este respecto: ¿cómo se puede articular un proyecto tan ambicioso en el tiempo cuando las legislaturas autonómicas sólo tienen cuatro años de duración? El viceconsejero de Cultura y Deportes, Alberto Delgado, justificó todo esto en la inauguración de la era Septenio diciendo que “por primera vez en la historia del Archipiélago, la cultura está en la agenda política”, lo cual, de una u otra manera sí que es una cuestión por la que felicitarse.

Pero por lo pronto, y a priori, el Septenio ha comenzado a rodar con todos los boatos habidos y por haber. Su puesta en marcha en Fuerteventura, en un hotel de lujo, y el posterior encuentro en La Palma, en otro hotel, a donde fueron invitados más de 200 personas implicadas en lo cultural, dejan entrever que lo que hay, más allá de hechos concretos, es dinero. En cualquier caso, el plazo de presentación de proyectos para engordar el programa Septenio estuvo abierto durante todo 2008, y me consta que se han entregado multitud de ellos. Ahora, habrá que esperar a ver cuáles de ellos se eligen y que nos depara el primero, dedicado al cielo, de los 7 años culturales, que nos esperan.

La cultura institucional

Por lo demás, la cultura institucional en las islas, pese a estar ahora en la agenda de los políticos, como dice Delgado, sigue siendo un patiburrillo de circunstancias y polémicas nada atrayente. Como ejemplo baste poner un resto de anteriores gestiones, herencia malquerida que nos ha quedado: la famosa Bienal de Arte Arquitectura y Paisaje, cuyo co–director, Octavio Zaya, renunció en abril a ella. De todos fue conocido que esta programación se convertía en algo que se alejaba a pasos agigantados de un acontecimiento cultural diseñado, digamos, “con sentido común”.

Aún así, la puntilla a esta especie de engendro la dio, como decía el propio Zaya cuando en abril escribía en una larga carta dirigida al viceconsejero de Cultura, que en Canarias existía una “tradición autoritaria, corrupta e incestuosa (simplemente caciquil)”, a través de la cual se había institucionalizado “la intromisión y la instrumentalización política de la cultura”, nada menos. Y sentenciaba el crítico que estando como está el tema del paisaje en las islas, usar una bienal que relacionase el arte con aquel era un acto de demagogia en el que él no quería participar.

Justificaba Zaya su dimisión al acusar al viceconsejero de ser poco, o nada, dialogante y no contar con él para decidir cuestiones relativas a ese proyecto. Por último, el co–director de la Bienal acusaba al Gobierno de intentar encontrar en su persona una especie de hombre de paja, “el mero ejecutor de un discurso establecido de antemano”. Duro golpe fue éste a la Viceconsejería, cuya recuperación se ha traducido en que la famosa Bienal ha sufrido una rebaja (ojo, que no hablo de dinero) importante en la presencia y personalidad –si la tuvo en algún momento– de la muestra. Pregunten si no por la calle a ver si alguien recuerda o conoce algo de este tema.

Por otro lado, en un ámbito más amable hay que puntualizar que el Gobierno ha continuado con el programa Canarias Crea, de difusión de los creadores del Archipiélago en el exterior, y ha recorrido medio planeta con autores, pintores, músicos, etcétera por escenarios y salas de exposiciones de toda la geografía, quizás en un proyecto que tiene mucho más valor del que la sociedad en general conoce.

En el ámbito local, se percibe que el mundo de la cultura está de moda, o eso parece, y que las instituciones municipales se gastan los dineros, o se gastaron, porque las orejas del lobo de la crisis económica mundial ya ha empezado a dejarse sentir en los presupuestos de cultura, por lo que parece siempre los primeros a ser reducidos por considerarse menos importantes. Decía que las instituciones locales, y algunas empresas, se han estirado, porque el programa de actividades a estas alturas no es baladí. Festivales de cine (de cortos y de largos), conciertos (clásicos o contemporáneos), programaciones culturales varias y nada desdeñables, y un etcétera importante, han dejado constancia de que algo está cambiando o ha cambiado en la concepción de la cultura en las Islas.

Y por último, añadiré en este recuerdo anual, que no podemos olvidar algo importantísimo: en 2008 algunas infraestructuras culturales han crecido, y esto es una buena noticia. El Cabildo de Tenerife estrenó por fin TEA Tenerife Espacio de las Artes, un museo de arte moderno a la altura de los más punteros del país, por lo menos en su continente (eso sí, supongo que ahora habrá que llenarlo con coherencia y buen hacer, y no caer, por ejemplo, en compras fraudulentas, como parece que ya ha sucedido), que también consiguió director –después de tanto tiempo y de tantas polémicas– en la figura de Javier González de Durana, al que esperemos que no le ocurra lo mismo que a Zaya. Mientras, La Laguna reinauguró, dieciocho años después de su clausura, el Teatro Leal. Y el Circo de Marte en La Palma también reabrió a finales de año tras haber permanecido dos décadas con el telón bajado. Todas estas, buenas noticias para la cultura.

Sin embargo, y entre otras cosas, se siguen cerrando cines en las islas, el último el emblemático Víctor; y las bibliotecas están que da pena veras. Y aquí paro, pues el espacio permitido me limita a seguir, aunque quedaría mucho por apuntar.

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