Entre los días 27 y 29 de abril, hubo momentos en los que el cielo de La Gomera parecía el de una zona en guerra. Cinco helicópteros y tres hidroaviones se cruzaban en el aire y actuaban simultáneamente contra los incendios que se habían declarado en Hermigua y Vallehermoso. Y en tierra, 178 miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME) llevaban el peso de la lucha contra el peor incendio ocurrido en La Gomera desde 1984.
El objetivo principal de los medios aéreos y de la UME, al mando del teniente coronel Juan Ramón Rodríguez, era defender la mejor muestra de laurisilva canaria que se conserva en el Archipiélago, el Parque Nacional de Garajonay. El fuego no entró en el Parque, aunque a punto estuvo: 87 de las cerca de 600 hectáreas quemadas corresponden a la zona denominada de preparque. Antes, en las primeras horas del incendio, los vecinos de Hermigua tuvieron que arreglárselas solos para controlar el infierno que se originó en la parte alta del pueblo, en el barrio de Ibo Alfaro. Allí empezó el fuego con una quema incontrolada de rastrojos en la tarde del día 26 de abril. Los 37 grados de temperatura y el viento hicieron el resto. En cuestión de minutos había fuego en los cultivos de plataneras, detrás de la iglesia, junto a la gasolinera… Media docena de focos repartidos a lo largo del núcleo poblacional, muy cerca de las casas. Más de medio millar de vecinos de Hermigua, Agulo y Vallehermoso fueron evacuados de sus viviendas.
Entre las consecuencias del incendio hubo una que se tomó inicialmente como un mal menor. Un desprendimiento de rocas provocó la rotura de la válvula de apertura de la presa de Liria, en Hermigua. Pero por la grieta se fueron hasta el mar 45.000 metros cúbicos de agua, prácticamente la misma cantidad que se empleo en apagar el fuego. Pasó mayo, llegó el verano y los agricultores del municipio más verde y húmedo de La Gomera comenzaron a echar de menos el agua que se había perdido en abril. Del principal recurso, la presa de Mulagua, con 700.00 metros cúbicos de capacidad, ya no quedaba apenas agua para cubrir del todo el suelo del embalse. A pesar de que existen varios pozos desde los que elevar el agua a las plantaciones del valle, no se han utilizado y la sequía está poniendo ya en peligro la producción agrícola más importante de la isla. Por ejemplo, de los 658.310 kilos de plátanos que La Gomera exportó a la Península en abril, más de la mitad correspondían a las plantaciones de Hermigua.
El ‘incendio’ político
La temperatura del clima político alcanzó también cotas muy altas durante las últimas semanas de julio. Dos mociones de censura planteadas en los Ayuntamientos de Valle Gran Rey y San Sebastián provocaron que el gobierno de los dos municipios más habitados de la isla pasara de las manos de Coalición Canaria a las del PSC- PSOE. Así, después de 29 años como alcalde en Valle Gran Rey, Esteban Bethencourt se vio obligado a ceder el bastón de mando a quien él mismo había previsto hacerlo, aunque probablemente en circunstancias muy diferentes: Ruymán García, quien, hasta el momento en que decidió pasar al Grupo Mixto, era teniente de alcalde, miembro de la Mesa Nacional de Coalición Canaria, presidente de las Juventudes nacionalistas de la isla y delfín político indiscutible del propio Bethencourt.
Para alcanzar la alcaldía, García contó con el apoyo de cinco concejales del grupo socialista, expedientados por su partido, según el secretario general de los socialistas canarios, Juan Fernando López Aguilar. La toma de posesión se escenificó el día 22 en uno de los plenos más tensos y concurridos que se recuerdan en la Isla. Cerca de un centenar de personas fueron desalojadas por la policía ante el cariz que estaba tomando una situación que estuvo por momentos fuera de control. Una vez consumada la moción, Ruymán García ha sido objeto de denuncias por motivos tan diversos como la prevaricación o el acoso sexual.
Tres días después, en un ambiente más distendido, tuvo lugar el pleno que devolvía el poder en la capital de La Gomera al socialista Ángel Luís Castilla, tras menos de un año de gobierno de la alianza entre Coalición Canaria y el Centro Canario Nacionalista. Castilla había sido alcalde de San Sebastián durante los 16 años anteriores y su actitud en los plenos, como miembro de la oposición, denotaba la incomodidad y el desconcierto que aquella posición le ocasionaba. Para recuperar la alcaldía, los seis concejales socialistas de la corporación capitalina contaron con el voto de Pedro Padrón, ex concejal de Coalición Canaria, que había pasado semanas antes al Grupo Mixto. La intervención de Padrón durante el pleno era la más esperada y fue uno de los pocos momentos en los que reinó un silencio absoluto entre el publico presente en el salón de plenos del Ayuntamiento. Padrón dirigió sus palabras hacia Domingo Curbelo, hasta ese momento teniente de alcalde, y justificó su apoyo a la moción por la actitud arbitraria y despótica que, según él, ejercía a diario el edil del CCN sobre el personal del consistorio.
El mar: problemas y tragedias
Ya entrado el invierno y tras varios amagos previos, La Gomera se quedó sin el medio de transporte más utilizado para desplazarse entre las poblaciones de la costa sur de la isla. La naviera Garajonay Exprés decidió suspender definitivamente el 4 de noviembre la línea que unía por mar las poblaciones gomeras de Valle Gran Rey, Playa de Santiago y San Sebastián de La Gomera con el puerto de Los Cristianos, en Tenerife. Según la compañía “por ser deficitario y causar un grave perjuicio económico” a la naviera. Perjuicio económico que notaran también sin duda los numerosos usuarios del servicio, puesto que desplazarse desde San Sebastián a Valle Gran Rey utilizando el Garajonay Exprés costaba solamente 40 céntimos para un adulto residente en Canarias. A pesar de ser un factor relevante, y más en época de crisis económica aguda como la actual, el bajo precio no era el único componente importante del transporte marítimo.
También la comodidad y la rapidez resultaban determinantes para elegir el barco a la hora de trasladarse entre las localidades costeras más importantes de La Gomera. Desplazarse utilizando el coche supone el doble de tiempo y un riesgo de mareo severo, como habrá comprobado cualquiera que conozca las carreteras de la isla. La paralización del servicio del Garajonay Exprés ha provocado la respuesta unánime de todos los sectores de la sociedad, algo a destacar en una población poco propensa a plantear posturas comunes de ámbito tan amplio. Instituciones públicas, colectivos sociales y empresarios han expresado su rechazo al cese de la actividad del Garajonay Exprés, pues se teme que cause un serio impacto en el tejido económico de la isla.
Los municipios del norte de la isla también se encuentran inmersos en su propia incertidumbre respecto al transporte, es este caso terrestre. La simultaneidad de las obras para la construcción de la travesía de Hermigua y la ampliación de la carretera Vallehermoso-Arure amenaza con estrangular las vías de comunicación de los vecinos de Hermigua, Agulo y Vallehermoso. La larga duración de las obras, estimada en cerca de tres años, ha hecho temer a los alcaldes de los tres municipios que parte de la población pueda llegar a trasladar su residencia durante el periodo de ejecución de estos proyectos. De hecho, se ha llegado a plantear la congelación de impuestos y tasas a sus habitantes para paliar los perjuicios que puedan sufrir durante el desarrollo de las modificaciones en los trazados de las carreteras. La expropiación forzosa por vía de urgencia de 312 fincas en Vallehermoso y los 219 propietarios que serán también indemnizados en Hermigua dan una idea de la magnitud de las obras que se pretende llevar a cabo en el casco urbano de Hermigua y en la conexión de Vallehermoso con el sur de la isla.
Pero lo que sufren los vecinos del norte o el sur de La Gomera son simples problemas. Las tragedias son otras: cerca de un millar de inmigrantes, a bordo de una veintena de cayucos, ha llegado a La Gomera durante este año, unos con mejor fortuna que otros. Resulta complicado transmitir con palabras la tremenda dureza de la desgracia de los 59 ocupantes de un cayuco que llegó el 11 de julio al puerto de Playa de Santiago. La embarcación arribó al muelle a la una de la tarde, prácticamente anegada. En su interior, entre una amalgama de cuerpos, era difícil distinguir quién estaba aún con vida y quién no. Según relataron los africanos, se habían perdido en algún punto de la travesía desde Guinea Bissau. Los 11 más débiles murieron durante el viaje y fueron lanzados al mar. Si llegaron cuatro cadáveres en el cayuco, fue porque los 55 supervivientes ya no tenían fuerzas para echarlos por la borda.
Siempre sin ser detectados previamente, los cayucos habían llegado antes a Playa de Santiago y siguieron llegando después: 79 irregulares el 16 de junio, 80 sin papeles el 25 de julio… Caras de alivio, de miedo, de desconcierto; síntomas de hipotermia, deshidratación. Y muertos, más muertos. Ya se sabe, lo de siempre.