La Asociación de la Prensa de Tenerife publica su Anuario correspondiente a 2008. Un año que nos ha mantenido a todos con el alma en vilo, sobrecogidos por una crisis económica mundial, absolutamente real, que ha estado salpicando a todos los países de los cinco continentes y que, como cabía esperar, se ha cebado también con España. Y en Canarias con especial saña. Los periodistas de Tenerife lo saben muy bien y, por eso, las páginas del anuario de este año no nos aportan, precisamente, buenas nuevas. Ellos, los periodistas, conocen mejor que nadie el entramado de noticias que diariamente nos hablan de las dificultades financieras que castigan al planeta y que resultan gravísimas, al punto de poner en entredicho el sistema económico occidental. Unos problemas que, se convendrá conmigo, ocasionarán serios efectos sobre el territorio frágil y fragmentado de Canarias.
A los vaivenes de bolsas y mercados, nuestra tierra suma una larga lista de deficiencias estructurales y de males crónicos que nos convierten en una zona del mundo especialmente vulnerable ante el desastre. Por eso, especialmente por esa vulnerabilidad, debemos afrontar, entre todos, en esta tierra, un nuevo proyecto, por encima de todo económico, que nos permita mirar al futuro con esperanza. El proceso para alcanzar ese nuevo modelo debe partir de una premisa que, de momento, tiene el rango de la utopía, y que no es otra que la unión de todos los canarios. Y no hablo sólo de la fraternidad entre hermanos que habitan esta tierra fragmentada, sino de la unidad política, empresarial, social, cultural, sindical, etcétera. Necesitamos, ahora más que nunca, estar unidos.
Regulaciones de empleo, despidos, paro galopante, cese de la actividad en la construcción, retroceso en la producción y exportaciones de nuestra agricultura tradicional, dificultades energéticas, entre las que destaco la actitud huidiza de compañías aéreas que transportan a nuestras islas flujos turísticos considerables; descenso por consiguiente de la llegada de visitantes del exterior, crisis en el comercio, no son más que algunos apartados de un problema generalizado. Es por ello, insisto, que quienes tenemos la responsabilidad de gobernar nuestra sociedad, hemos de realizar un esfuerzo de imaginación, sin precedentes, para poner remedio a una crisis que está perturbando el crecimiento económico y el bienestar social de los canarios hasta extremos que parecían impensables. Es en estos momentos cuando hay que pensar en clave social, priorizando todo el gasto de las administraciones públicas, con el fin de canalizarlo hacia la protección de los segmentos de la población y de las familias que están resultando peor paradas por esta anómala situación.
En la escala municipal, que es la más cercana con los ciudadanos porque es la más próxima que reconocen los vecinos, hemos de esforzarnos por asegurar que las necesidades básicas y más elementales de la población resulten apropiadamente cubiertas, a costa de cualquier otro gasto que pueda esperar a la llegada de mejores tiempos. Asegurar la alimentación, la vivienda, la cobertura médica y sanitaria, el acceso a la educación de los hijos de nuestras vecinas y vecinos, debe constituir nuestro principal reto en estos tiempos de dificultad, hasta que los superemos y podamos volver a diversificar nuestras inversiones en otros capítulos tan necesarios para nuestro desarrollo.
La solidaridad social ha de primar sobre cualquier otra consideración. Llegó la hora de la austeridad presupuestaria, de recortar, y si fuera preciso suprimir, cuanto dinero público haya que derivar para mantener a ultranza la necesaria cohesión social. Algo que, por supuesto, no implica, que abandonemos por completo otras funciones; los ciudadanos siguen teniendo derecho al ocio, a la seguridad, a la práctica del deporte, a que su ciudad esté limpia, a que, en definitiva, su vida sea lo más parecida al estado de bienestar que hemos logrado alcanzar en Canarias, pese a su debilidad, en las últimas décadas.
En el Ayuntamiento de Santa Cruz, el Gobierno Municipal ha recibido instrucciones encaminadas a facilitar la supervivencia económica de los sectores de población más desfavorecidos. La congelación de la mayoría de las tasas municipales, la contención y prudente subida de aquellas tarifas que no dependen de una gestión directa del Ayuntamiento, sino que evolucionan sin remedio en paralelo con el IPC, son algunas de las ideas que hemos puesto en marcha para hacer frente a los meses que se nos avecinan. Pero los ayuntamientos no tenemos la varita mágica que resuelva la crisis. En este trabajo tienen responsabilidades mayores que las nuestras el gobierno estatal, el autonómico, los cabildos en cada isla.
En fin, me gustaría que el Anuario del año que viene no se pareciera a éste. Pero mucho me temo que 2009 no despejará los nubarrones que han descargado tanta tormenta económica sobre nuestra prosperidad. A los políticos, pero también a los artífices de esta sociedad de la información, es decir, a los periodistas, nos corresponde arrimar el hombro para superar todos los obstáculos y todas las adversidades con las que nos venimos tropezando desde los inicios de 2008.