Canariocracia

Coja usted un canario cosmopolita, inteligente, viajado, con un pelo de cultura y otro de formación (sí, existen, ¡que le digo que sí!). Háblele sobre el nacionalismo guanchista. Carcajéense los dos juntos mucho. La gran tragedia del nacionalismo canario es que induce al cachondeo. Es difícil tomarse en serio a cualquier nacionalismo moderno, pero el nacionalismo guanchista canario es especialmente risible. Será porque lo vivimos más de cerca y lo tenemos calado.

El asunto del independentismo guanchón estaba ahí como agazapadillo, oculto, desprestigiado y tristón. Lógico, nunca tuvo elementos definitorios sobre los que asirse (es difícil pedir la independencia de una realidad que no existió) y jamás consiguió un apoyo masivo más allá de los cánticos de chuletada del tipo: “Me gusta la bandera, oh, mamá, bandera tricolor”. Cuando de pibes nos íbamos de excusión a Las Raíces con el colegio, combinábamos esta tonadilla con los últimos éxitos de Mecano. Curiosamente, mientras el musical Hoy no me puedo levantar (un horror) agota sus entradas a su paso por Canarias, al nacionalismo canario ya ven ustedes cómo le va, que más bien no le va, quizá porque nunca tuvo su Mecano, no sé, aunque Taburiente tiene su punto.

Estábamos en esa tranquilidad apalancada, con una fuerza política más o menos hegemónica que quiere ser nacionalista pero no se decide más allá del tema “traer perras para Canarias”, hasta que cierto día alguien decidió y escribió que mañana, Canarias será republicana y empezó una despendolada campaña de avivamiento del terruño. La única justificación es esa sagaz ocurrencia de una independencia de Canarias impulsada por la sacrosanta Nivaria con la idea de dejar a esa, la tercera isla y cuna de la panza de burro, en el lugar que merece, que es en la apestosa trastienda del futuro libre de Canarias. Gracias a este descubrimiento, asistimos al verdadero resurgir del humor canario, porque no hay nadie más gracioso que aquel que se toma a sí mismo demasiado en serio.

Con este reverdecimiento de los laureles canarioides, día a día y jornada a jornada recibimos una nueva entrega de descubrimientos a cual más simpático. Primero fue la constitución de Cubillo, que define como canario a lo que no sería Cubillo, algo sensacional. Luego tenemos hallazgos como que los guanches fueron exterminados pero a la vez las mitocondrias genéticas del guanche perviven en un porcentaje anonadante en la sangre canaria actual. Así que la hemoglobina del archipiélago atlántico es una mezcla de mitocondrias guanches, azúcar que nos causará diabetes y varias moléculas de cocaína, droga que según las estadísticas nos mandamos más que nadie. ¡Menudo cóctel explosivo el rh canario!

Otro de los hallazgos es eso de las riquezas que nos usurpa la metrópoli. Porque deben saber ustedes que Canarias es una colonia. ¿Lo desconocían? Pero, vamos a ver… En el Archipiélago, el godo medio invasor siempre tuvo fama de no ducharse, de ser alérgico al baño personal. Canarias, por tanto, es un lugar limpio y puro mancillado por el godo, un lugar donde huele bien, ¡una colonia! Pero si está más claro que el agua (de colonia)… Volvamos a las riquezas usurpadas por el invasor genocida. Según los modernos exegetas del nasionalihmo canario (que modernos son más bien poco, porque todos están en la jubilación y más allá), cuando Canarias disfrute de su bien merecida independencia, entonces pasará a explotar sus incontables riquezas en beneficio propio y no como ahora, que las roban Madrid, Zapatero y todos los partidos de obediencia nacional, y de paso Europa se lleva también algo (risas enlatadas aquí, por favor).

Grande idea, afirmo. Si, en un poner, me eligieran como ministro de Finanzas de la futura República Unida Nivariense de Canarias y la Isla de Canaria que se Hunda en el Océano (RUNCICHO, para entendernos), propondría el paraíso fiscal, la consignación de buques y la creación de una especie de Las Vegas atlántica como motores del crecimiento de Canarias, mientras lanzamos a nuestros geólogos y geógrafos a la búsqueda de esas riquezas que son como los billetes de 500 euros: todos sabemos que están ahí, pero nadie las ha visto de cerca. En otras palabras, montamos el mayor puticlú y casino del Atlántico, con juego libre y con la farlopina como moneda de cambio, que eso del áfrico suena de lo más rancio.

En todo caso, sería muchísimo trabajo el que generaría la soberanía, tanto como para que, en el caso de dar el verdadero paso hacia la independencia de la RUNCICHO, se vaya todo al garete. En cuanto veamos la cantidad de papeleo que queda por delante, en el preciso momento en que enumeremos las cosas pendientes, renunciaremos, sí, renunciaremos a la gracia otorgada por la ONU, la pérfida España o vaya a saber usted quién. Sinceramente, ¡que estamos en Canarias!, una tierra donde un currele de ese calibre se deja para otro día, por muy independientes que nos dejen ser. Demasiado agobio. Y aquí, cuando no estamos en vísperas de Carnavales, llega la semana santa y será para después de las vacaciones de verano que tenemos un puente, que el encargado está de baja por las cervicales y el secretario se cogió el día de asuntos propios. Más que una futurible república, Canarias es la tierra de la argolla y el escaqueo.

El Verdadero canario: “ños, loco, tar”

Lo lógico sería que los verdaderos canarios, los de ocho apellidos (contemos: cuatro de los padres más ocho de los abuelos, pero a los que se restan los cuatro de los padres que están repe son ocho apellidos, de nada), los canarios de pro –los que saben decir: “Pibe, no te enyugues con la carne fiesta, ños, loco, tar” en perfecto acento– deleguen las responsabilidades de gestión en una elite compuesta por una mezcla de godos con máster universitario y estudiantes europeos de Erasmus que quedarán en un limbo legal tras la consecución de la independencia.

Porque digo yo que, en vista del fracaso de la democracia, montemos la canariocracia, un nuevo sistema político esclavista donde los canarios de verdad de ocho apellidos, o incluso mejor dieciséis, se dediquen a la vida ociosa mientras una legión de funcionarios y currelas explota las bellezas y riquezas de este vergel (¡ay!, mi vergel) en beneficio local, en pro de esa élite del
ños-loco-tar que, obviamente, no dará un palo al agua, más o menos como ahora. Puestos a hacer una RUNCICHO, que sea para vivir de puta madre, porque si seguimos con las mismas (con esta suerte de elite económico-política que se cree tocada por la gracia de dios, que olvida ser representación popular mientras sestea entre dietas, sueldos elevados que en su vida ganarían en cualquier empresa privada, privilegios absurdos y ociosidad diversa), si tenemos que soportar a lo mismo de siempre pero con diferente nombre, entonces el camelo del nasionalihmo no durará nada. Es más, no dura ya porque no hay quien se lo crea, más allá de los adulones, oportunistas, trasnochados o pasotas de turno. Pero por favor, que los impulsores del rebrote infeccioso tarden en descubrir el escaso impacto de sus tochos. En el camino, nos están regalando unas impagables joyas del disparate moderno. Si lo hicieran de cachondeo, no les saldría mejor.

Cada año me piden para este libraco que haga un resumen anual en plan jocoso de esa otra realidad de las Islas. Seguro que en 2008 hubo otros cachondeos, pero no se preocupen, que todos están en éste.

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