El año de las luces

El 26 y 27 de julio de 2008 constituyen fechas difíciles de olvidar para los aficionados canarios al atletismo. Aquel fin de semana se celebró, por primera vez en el Archipiélago, un Campeonato de España Absoluto. Resultó un momento largamente esperado y que en buena medida venía a poner la guinda a un largo proyecto de apoyo público (Cabildo de Tenerife) y privado (CajaCanarias) al ‘deporte rey’.

El Campeonato de España fue el momento de recoger lo sembrado. La cosecha fue importante. Se registraron resultados muy destacados y se vivieron emociones difícilmente repetibles. La tarde de la última jornada fue especialmente intensa: Paquillo Fernández estableció un nuevo récord del mundo en diez kilómetros marcha (37.55.09) y Mario Pestano batía el récord de España de lanzamiento de disco (69.50) con la cuarta mejor marca mundial de la temporada en aquel momento. La destacada actuación local se completó con el bronce de Simón Siverio en altura y el cuarto puesto de Jonay González en 5.000 metros. A todo ello se unió la excelente organización y la amplia cobertura por parte de los medios nacionales y locales, que amplificaron los ecos de aquel éxito.

El Campeonato de España supuso también la puesta de largo del Centro Insular de Atletismo de Tenerife, una obra ambiciosa que pasó con nota el exigente examen. Incluso el tan temido viento se ausentó casi por completo durante aquellos días. Todo ello no fue más que el reflejo de una labor de años. Visto con perspectiva, en la base del éxito aparece el Plan Insular de Atletismo de Tenerife, un proyecto impulsado por el Cabildo a comienzos de esta década que significaba un espaldarazo del que nunca antes había disfrutado el
deporte rey en la Isla. Se buscaba fomentar la base y para ello se contó con la colaboración de CajaCanarias, que patrocinó un torneo escolar que llevó el atletismo a las aulas. La unión de deporte y educación, tradicionalmente tan poco explorada en este país, permitió florecer como nunca antes a la cantera.

Muchos jóvenes descubrieron los atractivos del atletismo, un deporte que comenzó a robar practicantes a otras disciplinas. El atletismo, afrontado de forma divertida, tuvo como repercusión el aumento de licencias y por consiguiente permitió el nacimiento de nuevos clubes. Paralelamente a esta labor de base se puso en marcha un plan de tecnificación que tenía como objeto cualificar a los entrenadores y a los jueces. Otra parte fundamental del proyecto llegaba de la mano de la apuesta por las instalaciones. Y gracias a ello, se saldó una deuda histórica con el atletismo del norte de la Isla, al construirse el estadio de Los Realejos. Por el camino, como paso casi natural, se acabó por alcanzar el consenso necesario para otra vieja aspiración, la de constituir un club que aglutinase a los mejores atletas. Surgió entonces el Tenerife CajaCanarias, que tras una corta vida alcanzó el ascenso a la máxima categoría en 2008.

La culminación de todo el plan pasaba por la construcción en Tíncer del Centro Insular de Atletismo. Se trataba de una instalación exclusiva para el deporte rey, con categoría para acoger acontecimientos de talla nacional e internacional, pero que a su vez se situase en la élite dada su categoría de centro de alto rendimiento. A la hora de hacer balance se puede concluir que el atletismo tinerfeño ha madurado de forma espectacular en sólo unos años. Al tradicional interés por la actividad pedestre se ha unido un incremento de la competición en pista, un desarrollo que ha marchado en paralelo con un crecimiento en medios, recursos y capacidad de gestión. Se puede afirmar con rotundidad que se ha vivido un antes y un después en el atletismo tinerfeño.

Con esta base parece claro que el deporte rey tiene garantizado el futuro en la Isla. El atletismo tinerfeño goza de buena salud y sólo basta con echar un vistazo al calendario de pruebas, con unas cien citas a lo largo del año. No hay un fin de semana que no se celebre algún tipo de actividad. Dicho esto, la única duda que nos asalta tiene que ver con la capacidad para gestionar esta herencia. Para que el deporte siga creciendo parece evidente que se necesita seguir contando con altura de miras, la misma grandeza que parió todo el proyecto descrito anteriormente, un plan basado en un espíritu alejado de personalismos y localismos más o menos exóticos que han lastrado a otras disciplinas con más seguimiento mediático y más implantación social. No hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos de ello. El baloncesto aún no ha superado esa asignatura pendiente, en tanto que el atletismo la ha aprobado y con nota.

Un lujo para la Isla

Los detractores del Centro Insular de Atletismo no han parado de buscar argumentos desde el mismo momento que se presentó la maqueta. Se dudó si el emplazamiento era el más idóneo, se habló de la constante presencia de viento en la zona, se criticó su prematura inauguración en 2007… Sin embargo, Tíncer es ya una feliz realidad y sobre todo es una obra muy hermosa, como así se ha reconocido en foros internacionales. El proyecto redactado en su día por AMP Arquitectos (Felipe Artengo, José María Rodríguez-Patrana y Fernando Menis) formó parte en 2006 de la muestra que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) dedicó a la arquitectura emergente en España. El estadio de Tíncer no resulta una obra impactante, se integra en el paisaje como si se tratase de uno más de los conos volcánicos que salpican la geografía de lugar.

Lo próximo que cabría esperar es sacar el máximo rendimiento al Centro Insular de Tíncer. No debemos perder de vista que el mismo nació para dotar a la Isla de una instalación de lujo que cumpliese la función de ofertar un espacio para el alto rendimiento. Un polo de atracción para la élite, pero que a su vez debía cumplir la función de evitar el éxodo de los deportistas tinerfeños. Respecto a esto parece que aún queda camino por recorrer.

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