Empleo: los malos augurios se cumplieron

Desgraciadamente, los malos augurios se cumplieron. Los resultados del mercado laboral canario durante el pasado año confirmaron las previsiones que el Gobierno regional tenía sobre el desempleo cuando vaticinó que el número de parados alcanzaría las 200.000 personas. Un acierto del que no podemos congratularnos, no sólo por las profundas repercusiones económicas, sino también por su gran impacto social.

El mercado de trabajo se ha convertido, hoy por hoy, en el principal reto al que se enfrenta Canarias en los próximos años. Si se tienen en cuenta los datos que arrojaron los servicios públicos de empleo o, lo que es lo mismo, las oficinas de desempleo repartidas por todo nuestro Archipiélago, el número de parados registrados a 30 de noviembre del pasado año (último dato disponible al elaborar este artículo) era de 199.889 personas. Cifra que supone un incremento de 61.076 parados respecto a un año antes en términos absolutos, y un 44% en términos relativos. Buscando un símil visual, podríamos apuntar que el paro fue creciendo suavemente a lo largo de 2007 para comenzar en 2008 la escalada de una dura e inclinada pendiente de la que aún no vemos el final.

Lejano nos parece ya aquel segundo trimestre de 2007 en el que la Encuesta de Población Activa (EPA) daba a las Islas la mejor tasa de paro de su historia reciente con un porcentaje ligeramente superior al 9% de la población activa. Un dato que, aún siendo superior al nacional, se podía considerar como positivo. A pesar de ser un porcentaje elevado, por la importante presión que estaba ejerciendo el aumento de la población activa, fruto del crecimiento poblacional y de la inmigración, era fiel reflejo de un periodo de bonanza económica que supuso unos niveles de ocupación superiores a la media del país.

Dinamismo que sustentó el motor más potente con el que ha contado nuestra economía para crecer en los últimos años: la demanda interna, más comúnmente conocida como el consumo interno. Un consumo que servía para estimular nuevas y más actividades empresariales que generaban empleo, en un circuito que se retroalimentaba continuamente. Pero ahora, a nadie se le escapa que estamos deshaciendo la espiral de crecimiento que se había creado hasta prácticamente finales de 2007. No hay que olvidar que el empleo es el primer invitado a la fiesta del crecimiento, pero también es el primero en irse cuando ésta acaba. Y en Canarias se está yendo a casa en estampida.

Ya el mercado de trabajo apuntaba el inicio de la desaceleración económica con un aumento progresivo del número de personas inscritas en las oficinas de empleo desde comienzos de 2007. Una oleada de destrucción que se inició en los sectores inmobiliarios y de la construcción y que aún no ha finalizado. Además, se fue extendiendo a lo largo del pasado año a la industria, la agricultura y, lo que es más preocupante, dado su volumen, al sector servicios.

Cifras alarmantes. El desempleo ha sido un auténtico tsunami que a lo largo del año 2008 fue ganando intensidad, celeridad y amplitud, y que en el mes de noviembre supuso que en la construcción hubiera más del doble de parados que en el mismo periodo de 2007, un 43,5 por ciento más en agricultura y pesca, un 41 en industria y un 36 por ciento en el sector servicios. Incrementos a los que hay que sumar un crecimiento del 24,6 por ciento de buscadores de primer empleo. Datos que son un espejo del profundo descalabro que está sufriendo el mercado laboral y que también fueron ratificados por la Encuesta de Población Activa (ERA), que, trimestre a trimestre, confirmaba cómo irremediablemente nuestra tasa de paro no dejaba de crecer. Así, en el tercer trimestre del año, el 17,5 por ciento de la población canaria que estaba en disposición de trabajar no lo conseguía.

Pero, además, y lo que es más alarmante, si hasta el año 2007 los aumentos del paro se producían no porque se estuviera destruyendo empleo en términos netos, sino porque el empleo que se seguía creando no era ya suficiente para absorber el aumento de la oferta de trabajo, a partir de 2008, crítico cambio de año, las tasas interanuales de la población ocupada de las Islas no han dejado de ser negativas corroborando la destrucción de puestos de trabajo (lo que no es equivalente a un aumento del paro) en todos los sectores de actividad menos en el industrial.

Por tanto, no sólo es preocupante el nivel de desempleo que tienen las Islas y las previsiones de aumento que se mantienen, al menos, para el primer semestre del año. También lo es, sobre todo atendiendo a las perspectivas futuras, la incapacidad de nuestra economía para generar nuevos puestos de trabajo. Nos enfrentamos a un shock de actividad que se está trasladando de forma intensa al empleo, una situación que reclama acciones contundentes en tres momentos de la vida laboral: antes de que se produzca la situación de desempleo, durante la vida laboral de cada trabajador y después de que, desafortunadamente, el paro se convierta en una realidad individual y colectiva.

Corrección de deficiencias. Antes de producirse la situación de desempleo, estamos obligados a buscar soluciones que, incluso, permitan corregir desequilibrios e ineficiencias del modelo anterior. Hay que centrar los esfuerzos en mantener la actividad empresarial existente en el Archipiélago, potenciando sus fortalezas y corrigiendo sus debilidades. Además, debemos hacer una apuesta contundente por la productividad, por un correcto equilibrio entre diversificación y especialización, así como por la regionalización e internacionalización de los mercados. Tenemos que conseguir atraer inversiones de alto valor añadido y crear nuevas empresas sólidas y competitivas.

La mejora de la formación es esencial durante la vida laboral. No sólo hay que ampliar los conocimientos de nuestros recursos humanos, sino también sus habilidades para ser más productivos (uso de nuevas tecnologías, capacidades de negociación y comunicación, etcétera). Estamos obligados a optimizar el tiempo de trabajo, formalizando y aportando mayor eficiencia a los procesos de trabajo, así como compartiendo con los empleados los objetivos y los logros de las empresas para las que trabajan, disminuyendo los niveles de absentismo laboral, etcétera.

Otro de los frentes en los que hay que actuar, una vez se ha producido el desempleo, es garantizar unas prestaciones sociales mínimas, con unas buenas oficinas de gestión que encajen eficazmente la demanda y oferta de empleo. También es necesario favorecer la movilidad laboral y apostar por la formación y el reciclado, para poder optar no sólo a un nuevo puesto de trabajo, sino a un mejor empleo.

Se necesitan adoptar las reformas estructurales necesarias para que la mejora de la calidad de nuestro trabajo y de nuestros trabajadores sea la mejor posible. Apostando por el la educación o “la flexiseguridad laboral”, esto es, flexibilidad para emplear al trabajador de la forma más adecuada a las necesidades de la empresa a cambio de que el empleado tenga seguridad laboral y así reducir el miedo que tienen en estos momentos los empresarios, sobre todo las pymes (es decir, prácticamente todos) a contratar a nuevo personal. Habrá que buscar fórmulas para reducir la carga social de nuestros empresarios y vincular las revisiones salariales no a las subidas anuales de IPC, sino a incrementos de productividad.

Actuaciones con consenso. En todo caso, se trata de decisiones reiteradamente mencionadas que ya no permiten más demoras; por ello, siempre desde el consenso y desde la responsabilidad de todos los agentes implicados, se debe ir adoptando de forma general y sectorial, si queremos mejorar la actual coyuntura económica, eliminando rigideces y mejorando cualitativamente nuestro mayor valor: la mano de obra. En unas recientes declaraciones del actual gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, éste afirmaba que no se podía aceptar ver tasas de paro del 13 por ciento para el conjunto de España y no reaccionar.

Y yo me pregunto, ¿a qué estamos esperando los canarios, con una previsión de paro para el próximo ejercicio en el entorno del 20%? ¿Somos realmente conscientes de la huella económica y social que nos puede dejar? Creo que aún no hemos reaccionado y estamos en estado de shock, pero espero que este aturdimiento no dure mucho tiempo y tengamos la capacidad de reacción suficiente para salir cuanto antes de este pozo y, además, con la lección aprendida. Aún siendo primordial la cantidad de empleo que es capaz de generar una economía, más valor tiene la calidad de éste, sobre todo si queremos apostar por su estabilidad y el sostenimiento en el tiempo.

Lo que está claro es que, al margen de las profecías y los pronósticos del Gobierno de Canarias, el impacto de la brutal crisis que estamos sufriendo no va a permitir que se cumpla la previsión de pleno empleo que sostiene el Gobierno central antes de que finalice la actual legislatura. Un objetivo totalmente utópico en la actual coyuntura económica y al que, probablemente, tendrán que renunciar no sólo por sensatez política, sino por la dimensión que está tomando el drama del desempleo en las Islas. En el año que ahora comienza, sin duda, uno de los mejores deseos, es que, entre todos y por el bien de todos, consigamos frenar y reducir un paro galopante, que está poniendo entre las cuerdas a la frágil economía de Canarias.

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