El año 2008 pasará a la historia como el año de la crisis, en forma parecida a como el año 1929 ha sido identificado con la gran depresión. Se han hecho incluso comparaciones entre las dos situaciones. Con un poco de suerte, gracias a la colaboración entre los gobiernos y las instituciones económicas internacionales, puede que, a finales de 2008, se consiga evitar las consecuencias más negativas del derrape de la economía internacional que se produjo a partir de octubre de 2007 con la doble eclosión de las burbujas inmobiliaria y financiera.
La amplitud de la crisis económica internacional y sus consecuencias sobre el conjunto de la Unión Europea (UE) han hecho que la atención se haya desviado de las políticas regionales a las políticas económicas de carácter general y, de modo muy especial, a las políticas financieras y sociales. La crisis hipotecaria, el aumento del paro y las oscilaciones de los precios han sido fenómenos de ámbito universal, más que exclusivamente europeo.
En esta coyuntura, la atención que la Unión Europea ha dedicado a las regiones ultraperiféricas ha sido menor que en el pasado. Sin embargo, un problema que afecta a varias de las regiones ultraperiféricas, el de la inmigración, ha figurado en un lugar destacado entre las políticas de la UE, que ha reforzado sus mecanismos de protección de las fronteras exteriores (Frontex) y ha desarrollado nuevas normas jurídicas dirigidas a garantizar el estatuto de los inmigrantes irregulares en el conjunto de la Unión (directiva sobre el retorno de inmigrantes) y a facilitar la integración de los inmigrantes en los países de acogida.
El fracaso, en el verano de 2008, de las negociaciones comerciales multilaterales en el marco de la Ronda de Doha ha aplazado algunas de las cuestiones que constituían objeto de preocupación en las regiones ultraperiféricas, como la organización común de mercado del plátano y la protección de otros productos como la caña de azúcar o el ron. Por otro lado, las regiones ultraperiféricas se encuentran, por el momento, protegidas frente a las modificaciones introducidas en la política agrícola común por las excepciones generales que ya les fueron reconocidas en su momento.
Un nuevo motivo de preocupación para las regiones ultraperiféricas ha sido el desarrollo de las políticas ambientales dirigidas a prevenir el cambio climático. Aparte del estímulo a las energías alternativas, que pueden ser desarrolladas en las regiones ultraperiféricas con ayudas de la Unión Europea o de los Estados miembros, las propuestas de extensión del régimen del comercio de emisiones al transporte aéreo pueden acarrear graves consecuencias para unos territorios muy alejados del núcleo continental de la UE. Tanto para las comunicaciones entre ellas y entre las islas de una misma región como en las relaciones con el exterior, la ampliación del comercio de emisiones a la aviación puede suponer un incremento importante de las tarifas aéreas. El turismo y los desplazamientos de los residentes en estas regiones se resentirían de tales aumentos de precios. Las enmiendas propuestas desde el Parlamento Europeo y dirigidas a permitir ayudas de Estado en favor de las comunicaciones entre las regiones ultraperiféricas y sus respectivos territorios metropolitanos no parecen ser aceptables hasta ahora para la Comisión y el Consejo, que dan una gran prioridad a la lucha contra el cambio climático, y poca a las necesidades vitales de las regiones ultraperiféricas.
Desde éstas habrá que prestar atención al desarrollo de las nuevas políticas de la Unión en materia de investigación y el desarrollo tecnológico. Para aprovechar las nuevas políticas y los fondos disponibles, es importante que desde las regiones ultraperiféricas se potencien los centros universitarios y el personal investigador. En este sentido resulta del mayor interés la reciente creación de la red de universidades de las regiones ultraperiféricas.
En el ámbito de las relaciones exteriores, aparte del desarrollo de la colaboración con los países de origen y tránsito de la inmigración irregular, hay que lamentar la falta de progresos en el ámbito de la política de gran vecindad de las regiones ultraperiféricas con los territorios más próximos de África y Latinoamérica preconizada por el anterior comisario europeo y hoy ministro francés de Agricultura, Michel Barnier.