Más Canarias de puertas afuera

“Seguimos mirándonos el ombligo mientras nos pasan por la izquierda. Nos estamos quedando obsoletos hasta en turismo (…). Canario, ojalá algún día despiertes. Y que sea pronto, o vamos a tener que volver a emigrar en masa”. Lo escribió, crítico y melancólico, un grancanario que vive en Seattle (Estados Unidos), acabando 2008, cuando en los periódicos regionales se discutía de viajes, salmones, mentiras y amistades peligrosas.

“La idolatría al suelo natal es egolatría tan sublimada, que en las lonjas políticas se vende con marbete de patriotismo” (Manuel Díaz Martínez)

El cibernauta de Seattle, que firmó como “canario en USA”, dibujó su punto de vista sobre la proyección exterior de las Islas. Y enumeró a Singapur, Islandia, Abu Dhabi, Irlanda y Corea como cinco ejemplos actuales de “regiones peleando unidas por una posición en el mundo, por competir, por generar industria de alta tecnología, regiones que se han sabido hacer un nombre mirando afuera”. Canarias goza, como varios de estos países de Europa y Asia, de una situación estratégica en el mapa y de no pocas herramientas fiscales para incentivar la inversión y el comercio exterior. Pero, ¿qué se ha hecho por construir una imagen competitiva del Archipiélago?

Tricontinentalidad. Se recurre con frecuencia a este palabro (concepto político que nació en Chile) para reivindicar las aspiraciones canarias de convertirse en región puente entre Europa, África y América. Existen antecedentes históricos que avalan el reto (el último fue el intenso vínculo que hasta 1975 tuvieron las islas con el Sáhara Occidental, donde la oferta de consumo era principalmente isleña o llegaba desde Canarias) y el desarrollo creciente del transporte aéreo y marítimo alimenta las expectativas. Pero, y coincidirán políticos, empresarios y hasta el cibernauta triste que emigró a Seattle, Canarias no podrá explotar una marca internacional competitiva hasta que no articule un mercado interior único (que nutra a 1,9 millones de isleños, a 126.624 emigrantes latinoamericanos, 30.165 africanos y 14.262 asiáticos… y a otros 12 millones de turistas al año) que se sobreponga al recorte paulatino de ayudas estatales o europeas, y deje de malgastar energías con el uso ventajista de las rivalidades entre islas. En esencia: construir región. Un reto que, cinco siglos después de la conquista castellana, todavía necesita de buena parte del esfuerzo político en Canarias.

El escenario económico mundial, temeroso e imprevisible, en el que se mueven versos libres como Canarias, privilegia la existencia de espacios económicos y administrativos seductores. A favor de estos, digamos, oasis comerciales juega la situación en el mapa, pero también es fundamental una estabilidad política y financiera que haga viable el desarrollo de infraestructuras, la ampliación de las redes de transporte, la producción industrial y la promoción exterior. Singapur e Irlanda, por motivos distintos, son dos ejemplos válidos de proyección desde lo local en un mundo global. También por causas diferentes convendría añadir al archipiélago africano de Cabo Verde, a la isla asiática de Taiwán y al área dólar del Caribe. Cinco espejos de desarrollo puertas afuera que ayudan a visualizar la magnitud del reto canario. Porque el mundo no acaba en la punta del muelle.

África. “Es lamentable que en este mundo cada vez más conectado prime el aislamiento y no el conocimiento”. El Hadji Amadou Ndoye, profesor de español en la Universidad de Dakar (Senegal), resumió la desilusión que genera el paso del tiempo sin ver resultados. Ndoye sabe bien de lo que habla: fue pionero en la enseñanza del castellano en la universidad africana, conoce bien Canarias y ahora contempla con resignación cómo los países desarrollados miran de reojo a la trastienda africana. De reojo y con desconfianza. “Se ha globalizado la economía, no el ser humano”, contó en junio a La Gaceta de Canarias. “Europa responde en función de propias necesidades. Hasta ahora, la reacción ha sido economicista, sólo se actúa en función de lo que dice el mercado europeo”. Ahí nacen, apunta el hispanista de Dakar, la epidemia de hastío juvenil que agita África (“todos los chicos quieren consumir como la gente del norte cuando el poder adquisitivo de sus padres es el de la gente del sur”), el drama sin fin de la emigración (“hay más médicos de Togo en París que en el mismo Togo”) y el moridero de los cayucos, salida a la desesperada para el joven africano que no puede dar el relevo a sus padres y a sus abuelos (“se sienten insatisfechos y, si la emigración regular no da resultados, buscarán cualquier vía más peligrosa”).

Se ha escrito, se ha gritado, que sólo el desarrollo de África pondrá freno a la salida de emigrantes clandestinos. La teoría no admite discusión: nadie se marcha del lugar en el que nació si no es para buscar oportunidades nuevas. Y la práctica da también la razón: la mayoría de los emigrantes africanos busca una etapa de empleo y ahorro para regresar a sus países como pequeños emprendedores. Las políticas de retorno voluntario remunerado, micro-créditos, contratación en origen y deslocalización comercial son apenas alicientes embrionarios, gasolina de última hora para que el motor de África empiece a caminar. Y, casi siempre, se revelan como parches improvisados ante unos problemas de mayor calado. Porque más allá de la rapiña espuria con que se ha respondido al desarrollo africano, es necesario que países consumidores (y la Unión Europea debe hacerlo, si no quiere perder presencia ante el empuje chino en África) impulsen una red de comercio de bienes, transporte y servicio que bien pudiera tener a Canarias, plataforma europea segura y con fiscalidad ventajosa, como cabeza de puente. En la actualidad, el desequilibrio comercial Canarias-África es alevoso: cada año, las Islas importan productos africanos valorados en 1.445 millones de euros y apenas exportan bienes propios por 262 millones.

Mientras se desespera por el milagro, sólo en Marruecos entran cada día 100 toneladas de productos de primera necesidad (textil, calzado, alimentos…) por los pasos fronterizos terrestres de Ceuta y Melilla. La mercancía pasa envuelta en fardos que son guiados a empujones por cientos de buscavidas marroquíes y emigrantes subsaharianos. Por transportar un atadijo de 80 kilos, cada porteador africano recibe cinco euros diarios en esta suerte de comercio medieval que se desarrolla, sin impuestos ni trámites aduaneros, cada mañana en la puerta de Europa. ¿Cómo no querer saltar la valla y correr hacia un futuro mejor?

América. Un total de 61.924 canarios con derecho a voto residen en Latinoamérica, pero se puede multiplicar por cuatro el volumen de descendientes de isleños. Son los últimos de América, huellas vivas de los tiempos en que la emigración fue al revés. Apenas utilizada como mercancía electoral cada cuatro años, la colonia emigrante canaria se enfrenta a situaciones delicadas en Venezuela (45.170 isleños viven pendientes del rumbo que tome Hugo Chávez, cuyo régimen ha expropiado a campesinos y ganaderos de origen español), Cuba (con 11.524 canarios testigos del limbo en vida de Fidel Castro y su comunismo tropical) y Argentina (residen 2.532 emigrantes en un país que no acaba de arrancar). Señales claras de que para los últimos canarios de América cualquier siglo pasado fue mejor. Menos importante que las personas, aunque clave para definir la influencia de Canarias en América Latina, el balance del comercio exterior termina de dibujar el panorama a tres bandas en el que se mueve la región: las Islas importan cada año mercancías latinoamericanas por valor de 542 millones de euros y apenas exportan bienes propios por 64,7 millones.

Europa. Canarias ha sido, de largo, la región que más ayudas europeas ha recibido en la última década. Más de 10.000 millones de euros que han servido para crecer y modernizar, aunque el desarrollo no ha sido equitativo (el 45,2% de las familias no llega a fin de mes, según Cáritas), ni ha alcanzado por igual a todas las clases sociales. Crece la impresión, bastante bien abonada desde el poder político y empresarial, de que en Canarias el que no encuentra padrino no se confirma. Es un escenario que debe ser corregido si las Islas no quieren quedar al pairo de los vaivenes de la globalización. Ya lo advirtió la comisaria europea de Política Regional, Danuta Hübner: “Si el Archipiélago no se prepara bien, va a sufrir con intensidad los cambios relacionados con la globalización”. Según la Comisión Europea, regiones periféricas como Canarias adolecen de mano de obra cualificada, lo que conduce a una economía muy dependiente y a altas tasas de desempleo. Existe, según Hübner, exceso de “actividades con escaso valor añadido”, lo que “obstaculiza la atracción de inversiones, así como la creación y la conservación de puestos de trabajo”. ¿Y qué dice el Gobierno de Canarias? Replicó Milagros Luis, consejera de Educación y Universidades: “En 2013 lograremos que la universidad canaria haya superado sin traumas la incorporación a la convergencia europea”. Ay, disculpen que no me levante.

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