Sostienen los que en esto son buenos que cada pieza periodística debe ser escrita de manera tal que el nivel de supuestos sea tan bajo que su comprensión esté al alcance de cualquier marciano que acabe de pisar el planeta. Partiendo de ese principio, explicar a nuestro amigo llegado de Marte qué es lo que ha pasado en Canarias durante los últimos doce meses puede volverse una materia inabarcable si se trata de resumirla en un puñado de palabras.
Puestos a la tarea de explicar a un marciano el año político 2008 en Canarias, habrá que darle a entender que el mes de marzo, con las elecciones generales, pese a ser el tercero del calendario fue en realidad el del comienzo del año. Ese 9 de marzo significó la consolidación de las dos grandes fuerzas políticas nacionales, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el Partido Popular (PP), como las preferidas de la inmensa mayoría de los españoles. En consecuencia, expresiones nacionalistas o regionalistas, entre las que cabe incluir a Coalición Canaria (CC), sufrieron un marcado retroceso en la captación de votos, con la sola excepción de los catalanes de CiU (Convergencia i Unió).
A ese marciano habrá que hacerle saber que en este Archipiélago gobierna –en pacto con el PP– una fuerza política, Coalición Canaria, que en esas elecciones de marzo pasado perdió no sólo un diputado en las Cortes sino también 70.000 de los 235.000 votos que había conseguido cuatro años antes, con apoyos que en algunos municipios fueron apenas testimoniales (5 votos en Tejeda, 10 en Artenara). Tratándose del partido que ha marcado la política isleña en los últimos quince años, conviene entonces explicar al marciano cómo ha vivido esta formación los últimos doce meses.
Tras ese notorio repliegue del 9 de marzo, comenzaron a oírse las habituales voces de presunta autocrítica, con los no menos habituales discursos del caso: “Nos hemos alejado de la gente”, “Debemos volver a las bases”, “Hay que estar en la calle”… Mientras tanto, Paulino Rivero (CC) y José Manuel Soria (PP) mantenían firme un pacto de gobierno que no ha mostrado las grietas que a estas alturas sí mostraba la experiencia inmediata. Bueno es recordar que, en mayo de 2005, Adán Martín expulsó a los consejeros del PP de su Gobierno después de unas fricciones que comenzaron a ver la luz, más o menos, en este momento de la legislatura.
En este punto, cabe reconocerle al tándem actual mucha mayor fortaleza que a aquel. Es cierto que ante aquellos se erguía un Juan Carlos Alemán (PSOE) que nada tiene que ver con Juan Fernando López Aguilar. Tanto, que Alemán fue para Martín alternativa viable, mientras que hoy Rivero no puede considerar de la misma manera a un López Aguilar que repite, con la pertinacia del conejo de Duracell, que esta administración autonómica configura “el peor Gobierno de la historia”. Eso sí, quizá las pruebas más difíciles que ha debido sortear la entente de CC con el PP no hayan sido, sin embargo, los embates de la oposición.
Las tres ‘pruebas’ del pacto PP-CC
Una de ellas ha sido la aprobación de la ley por la que, se estima, se creará la Policía Canaria. Es cierto que constaba en el pacto de gobierno que suscribieron en Madrid las dos fuerzas políticas, pero no es menos cierto que fue lo que más costó que el PP aprobara. Incluso, en aquellas reuniones donde se acordaba con minuciosidad el acuerdo –no por nada el texto fue mucho más largo que el que se redactó en 2003– todo estuvo a punto de naufragar por la tozudez nacionalista de querer tener su propia policía.
Escrito y firmado en el pacto estaba la policía canaria, al contrario que la limitación a la segunda residencia. En este caso no se hablaba de marcianos, sino de españoles o europeos a los que, se tanteaba, no se les permitiría comprarse una casa para pasar el verano en las Afortunadas, por ejemplo. O para vivir bajo el soplo del alisio sus últimos días. Pese a ser materia recurrente del discurso de CC a lo largo de los años –junto con la presunta superpoblación–, esta vez se hizo valer el criterio del PP de que la propuesta contradecía los más elementales principios de la Constitución Española y de los tratados de la UE, con lo que pasó, al menos de momento, al olvido.
La tercera de las pruebas a las que se sometió al pacto fue la de los brotes de esporádico separatismo que aquejan a CC. ¿Cómo puede el PP convivir con quien habla de Canarias como “estado libre asociado” a España? (De un inusual patetismo resultó la guerra de banderas –la española contra la independentista– que impulsaron uno contra el otro los dos socios de gobierno local en Santa Cruz de Tenerife durante las pasadas Fiestas de Mayo). Y aquí se llega a la mejor muestra de la confusión que reina, tras los varapalos en las urnas, en muchos de los miembros de CC.
Soberanismo y congresos
La escena se representó en el IV Congreso, en octubre, en Las Palmas de Gran Canaria. Mientras la gran mayoría de los dirigentes se debatían entre bailar o no bailar el minué palmero que proponía Antonio Castro, había una pequeña minoría que se ocupaba de cumplir con el proclamado fin de renovar el partido en materia doctrinaria. Llegó el momento de aprobar una ponencia ideológica y, pensando todavía en el reparto de la tarta de poder, nadie se detuvo a leer qué diantres decía el texto al que le estaban dando el ‘sí’ con la mano en alto. Allí se plasmó toda una constelación de pinceladas separatistas.
En ese texto, la palabra “soberanía” aparece 13 veces en las 60 páginas del documento y hasta se llega al dislate de negar la existencia de la nación española. Además, se propone el 22 de octubre como el Día de la Nación
Canaria. Los impulsores eligieron esta fecha por ser la primera en la que ondeó la bandera de las siete estrellas verdes –por tradición, asociada al independentismo– en Argel, en 1964 y en manos del separatista Mpaiac, al que se atribuyen algunos atentados terroristas.
El PP, por su parte, también vivió este año sus propios congresos. Tras el nacional, en Valencia, que confirmó a Mariano Rajoy, llegó el canario, que volvió a mostrar que a Soria le alcanzan y le sobran apoyos internos para seguir liderando la formación en las Islas. Más turbulentas fueron las etapas insulares, con heridos en las dos islas capitalinas y con consecuencias que repercutieron en el propio Gobierno regional. La conclusión que dejaron es que Soria se mantiene con márgenes suficientes como para provocar la salida de aquellos en quienes advierte rasgos de deslealtad, Víctor Chicho Jordán y Paulino Montesdeoca, en este caso.
A mi amigo marciano le interesará saber si sólo existe en Canarias el pacto CC-PP. Pues no, deberá explicársele que hay un tercero en discordia –eso sobre todo, en discordia–, pero que su líder se ha marchado. Y todo tras un breve paso por el Parlamento de Canarias, nueve meses en los que no tuvo tiempo para hacerse notar a través de iniciativas de calado, salvo que para ello se tome en cuenta el discurseo –pirotécnico en la forma, pero fofo en el fondo– con el que López Aguilar se postulaba como mensajero del cambio.
Pero habrá que preguntarse qué cambio. ¿El de copiar un programa electoral de otro partido con sus puntos y sus comas?, ¿el de apoyar una moción de censura en La Oliva, nada menos que con Domingo González Arroyo?, ¿el de permitir dos mociones de censura en La Gomera, símbolo del caciquismo si los hay, para echar de San Sebastián y Valle Gran Rey a los que habían ganado, apoyándose en tránsfugas? No sin acierto, uno de sus grandes compañeros de partido –si hay un sitio donde despierta tirria López Aguilar es entre los suyos–, Jerónimo Saavedra, habló entre carcajadas “del virus JF” en una muestra de que las afinidades y fidelidades no son para siempre. La lealtad se consigue confiando, pero, ¿puede inspirar confianza el desconfiado?