Supervivencia y lamentos en tiempos de crisis

Para el deporte y los deportistas resultó imposible permanecer impermeable a los efectos de la crisis global. Los tiempos más recientes han sido de resistencia y lamentos a partes iguales en este ámbito de la sociedad donde son necesarios los patrocinadores privados y/o las subvenciones públicas. Y llegado el momento del análisis, se puede decir que las consecuencias de la sacudida económica han sido especialmente funestas en aquellos con menos recursos.

En el deporte canario apenas hay noticias de clubes no afectados por la crisis económica o de dirigentes que estuvieran bien preparados para las embestidas que trajo esta desaceleración convertida en recesión. Ni siquiera hubo señales alentadoras en los equipos mejor armados. La Unión Deportiva Las Palmas, por ejemplo, debió refugiarse en discursos rácanos y conformistas para transmitir a su afición que venían tiempos de contención más que de dispendios. En otras palabras, un aplazamiento del proyecto de ascenso que está por venir, quién sabe para cuándo. En el CD Tenerife, mientras, parecía segura su rehabilitación económica… pero el último año fue el del estancamiento de su promotora inmobiliaria, mala solución en tiempos sombríos si se habla de construcción.

La quiebra de varias empresas de este sector, hasta hace bien poco de cuentas relucientes, también fue causa directa de problemas de difícil solución en las categorías inferiores del fútbol. Son numerosos los técnicos de equipos de Tercera División que no esconden que ha sido la crisis la que ha propiciado un alarmante bajón en el nivel de la categoría, si bien no fue la falta de competitividad sino de salarios el principal problema al que se enfrentaron los clubes a lo largo de 2008. La plantilla del Arona sufrió continuos impagos que condujeron a un encierro de sus jugadores en señal de protesta, todos los equipos de Las Zocas encontraron retrasos en el abono de sus nóminas desde que el club dejó de percibir las cantidades acordadas con su patrocinador principal y también hubo revueltas por impagos en otras entidades, casi todas vinculadas a empresas inmobiliarias y la mayoría de ellas en zonas turísticas.

El caso más grave y doloroso fue el del San Isidro, que volvió a protagonizar un paso fugaz y mustio por la Segunda División B en una de sus campañas más caóticas. La crisis, en su caso, se unió a divergencias políticas y otras deportivas hasta que todas juntas confluyeron en la caída del equipo a Tercera División. A este descenso se unió otro, de carácter administrativo, que ha llevado al club a Categoría Preferente. Con capítulos tenebrosos también se construye la historia de otro segunda B, la UD Lanzarote, donde los impagos se convirtieron en lágrimas cuando la crisis embistió con más fuerza. Y es que la Segunda División B es una categoría maldita, donde todos están de paso y conviven ingresos de club amateur con gastos de entidad profesional.

El alcance de los problemas pecuniarios es de tal enjundia que, fuera del fútbol, no se salva ni el la más laureada de nuestras entidades: el Club Voleibol Tenerife. El histórico Marichal, único club canario que puede presumir de haber conquistado la máxima competición continental en su disciplina y al que las instituciones públicas siempre han reconocido su gestión brillante, se ha quedado con esta crisis sin la milagrosa capacidad de su presidente, Quico Cabrera, para multiplicar hasta el infinito ayudas y recursos.

Hasta el Cabildo, uno de sus más firmes aliados, aconsejó al CV Tenerife un reajuste presupuestario y mayor moderación al fijarse sus objetivos. Una última pirueta económica permitió a Cabrera conquistar el pasado mes de octubre la Supercopa de España en un intento imposible de salvaguardar lo que en su equipo era y es esencial: el espíritu ganador. Pero en los últimos meses del año la crisis llegó con toda su crudeza, coincidiendo además con el agravamiento de la enfermedad de su máximo dirigente. Su fallecimiento, el pasado 18 de diciembre, tiñó de luto el deporte canario y llenó de sombras el futuro de la entidad.

La misma historia de complicaciones y enredos para sumar euros resulta tan válida para el fútbol o el voleibol como lo es para el baloncesto, sólo que, en Tenerife, con un agravante. Sucede que ya no es sólo uno, sino dos los equipos representativos de la Isla en el deporte de la canasta, así que se quejan los dirigentes del Rural de que a las dificultades de la crisis se sumen los recortes propios de su coexistencia en idéntica categoría con el CB Canarias. Algunas empresas fieles a la hora de apostar por el baloncesto han seguido ahí este último año, pero repartiendo con equidad sus dineros entre las arcas del Santiago Martín y las del Ríos Tejera.

Sin apoyo mediático… pero con deudas

Si complicada es la supervivencia para los equipos de fútbol, baloncesto o voleibol, todavía más triste es el testimonio sobre la catarsis económica si se pone la lupa en deportes de menor seguimiento mediático. Eladio Yanes, dirigente del CN Martiánez, de la División de Honor de waterpolo, reconoce una deuda en su club que rebasa los 40.000 euros. No menos grave es la situación de los equipos de la capital tinerfeña. La desaparición de un patrocinio que el Ayuntamiento de Santa Cruz dio a sus equipos durante el ejercicio anterior sentó como un tiro a sus gestores, justo cuando la nueva temporada estaba a punto de iniciarse. La noticia fue la peor que pudieran darle en momentos de zozobra a quienes rigen los designios del Tres de Mayo o el Patín Tenerife, pues el balonmano o el hockey pelean contra la crisis pero también contra el olvido. Su lamento es común al de todos y un mal endémico en Canarias durante estos doce meses de súbita y triste desaparición de ingresos para el deporte y los deportistas. Urgen soluciones que no han de venir siempre de la cartera del Gobierno de Canarias o de ‘papá Cabildo’. Conviene agudizar el ingenio. Y tener paciencia.

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