Cine en Canarias: crecer ante imponderables

Ofrecer un diagnóstico del panorama actual del cine en Canarias no resulta tarea fácil, sobre todo en una época marcada por esa palabra maldita llamada crisis, que matiza y precisa cualquier escenario y coyuntura. Si bien, como sabemos, no podemos hablar de una industria cinematográfica propiamente dicha -serían palabras mayores y un escalón tan deseado como difícil-, no es menos cierto que existen los mimbres necesarios para que el séptimo arte hecho en las Islas reluzca.

La presencia creciente del cine hecho en Canarias queda demostrado, entre otras cuestiones, por algo tan tangible como la miríada de jóvenes cineastas que salen a la palestra. La labor de programas emanados de entidades como Canarias Cultura en Red, en apoyo financiero a la producción de filmes, en especial cortometrajes, supone una cierta ayuda y un acicate importante, que tendrían que ir acompañados de un compromiso serio y continuado de las administraciones públicas en sus diferentes escalas, que a coletazos se implican en mayor, menor o nula medida, dependiendo de la sensibilidad artística del gobierno de turno. Alentar o implementar algún tipo de mecenazgo podría abrir vías adecuadas y posibles a un respaldo económico que a medio plazo arrojase resultados visibles y consolidaran los cimientos para evidenciar un cine canario con sello.

Sin embargo, la base de todo, el pilar fundamental, que es la creatividad, está ahí y podríamos remontarnos si se quiere, como antecedente de esta eclosión, a la magna tarea de los cineclubes como factores desencadenantes e hilos conductores. Canarias ha parido en los últimos tiempos una fructífera generación de cineastas con una calidad contrastada que refrenda que, con una relativa escasez de medios, o por lo menos, con los que se pueden optar, se plasman productos interesantes. Nombres como Juan Carlos Fresnadillo, Mateo Gil, Dunia Ayaso&Félix Sabroso, Elio Quiroga, Miguel Ángel Toledo, Antonia San Juan, Mercedes Afonso, David Baute, Roberto Pérez Toledo, David Pantaleón y Guillermo Ríos, por mentar sólo a los más conocidos (seguro que se queda alguno en el tintero), constatan que la cantera isleña, por usar un manido término futbolístico, goza de buena salud.

Ver codearse a Fresnadillo con la élite de Hollywood, encargado ahora de llevar al cine una nueva versión de El cuervo, tras dejar constancia una vez más de su pericia en películas de alto presupuesto como 28 semanas después; o a Mateo Gil, quien apuntala su faceta de guionista con la dirección esbozando un conseguido western en Blackthorne, corrobora que el talento canario no tiene límites. En otras facetas, pero indefectiblemente dentro del sector, no hay que olvidar a gente como Tatiana Hernández, Goya al Mejor Diseño de Vestuario en la última edición de los premios de la Academia del Cine por su trabajo en Lope.

Canarias y el cine siempre han mantenido un idilio, con los altibajos propios de las parejas bien avenidas. Las Islas han vuelto a recuperar su espacio como plató natural. Las superproducciones -también el cine nacional- miran de nuevo al Archipiélago después de un amplio letargo. Furia de Titanes, el remake de la película del mismo nombre de 1981, reabrió en 2010 el camino trazado en su momento, de manera más clara y notoria, por la Hammer británica (Hace un millón de años, Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra…) allá por la década de los 60.

La segunda parte Furia de Titanes también ha fijado sus ojos en Canarias, con el rodaje de escenas en diferentes lugares de Tenerife, lo que siempre es una buena noticia, no sólo para reafirmar los valores ambientales isleños de cara al exterior, sino también por los beneficios económicos que suelen dejar en mayor o menor envergadura este tipo de proyectos. La elección de las Islas como plató natural no resulta baladí. La diversidad paisajística y climática en tan poco espacio geográfico compone un lienzo impagable para productoras foráneas a la hora de ahorrar costes. En este punto, el papel de las films comissions resulta relevante, pero debería serlo aún más. Aprovechando este tipo de sinergias, sería interesante que la presencia canaria no se limitase a la mera aportación del entorno, sino que se activase un papel más preponderante y activo de nuestros profesionales en las producciones que vienen de fuera y que ayudaría a sentar unos cimientos para una anhelada industria audiovisual estable y potente.

Los festivales canarios

En un somero repaso a la actualidad de la cinematografía canaria no podían faltar bajo ningún concepto los festivales, uno de nuestros puntos fuertes, a pesar de que a veces el respaldo institucional escasee o mire para otro lado. El Festival Internacional de Las Palmas de Gran Canaria figura a la cabeza de este apartado. La pasada edición de este encuentro, que cumplió su decimosegunda convocatoria, confirma su estatus entre los principales festivales españoles y su apuesta por un cine alternativo, transgresor y comprometido. No podemos olvidarnos de ninguna manera de otras muestras temáticas como Miradasdoc, que convierte cada otoño al municipio sureño de Guía de Isora en la capital canaria del documental; el Festival de Cortos Villa de La Orotava, que se celebra por las mismas fechas, y que pone en valor al “cine en chiquito”; o Fimucité, la muestra dedicada a la música en el cine que sigue creciendo poco a poco. Festivales que nacen, como el de Cine y Gastronomía de La Laguna; que mueren, como el de Cine Histórico, también en la Ciudad de Aguere; que se aplazan, como el Festivalito de La Palma; o el sangrante caso del efímeramente resucitado Festival Internacional de Cine Ecológico del Puerto de la Cruz, donde bajo el paraguas de la crisis se esconden lamentable y tristemente otras circunstancias que tienen que ver más con la política que con el dinero.

También es justo recordar en este análisis la labor de la Filmoteca Canaria, baluarte de nuestro patrimonio cinematográfico y una gran desconocida para el público, que dispone de unos envidiables fondos y a la que, tal vez, habría que dar más cancha y publicidad. Precisamente, una de sus más recientes iniciativas ha sido la difusión en DVD, tras conseguir el permiso de los propietarios de los derechos, de Tirma, esa singular película rodada en 1954 y protagonizada por Silvana Pampanini y Marcello Mastroianni, que nunca se exhibió en España y que versa sobre los aborígenes canarios durante la Conquista.

En cualquier caso, esta reflexión acerca del cine canario o que se hace en Canarias -los matices son importantes- no deja de ser una mera impresión, un subjetivo análisis de la realidad, porque, como diría Clint Eastwood en una de sus frases cinematográficas más escatológicas: “Las opiniones son como los culos (con perdón); todo el mundo tiene uno”.

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