Tenía toda la pinta de ser un año de transición, de rezos al santoral para que la crisis se mandara a mudar y de, en todo caso, ofrecer algo de pimienta a los periodistas a las puertas de los juzgados, de los del casco de Telde y de la mismísima Audiencia Provincial de Las Palmas. Pero lo cierto es que el 2010 ha quedado grabado a fuego en la intrahistoria del municipio por abrigar en sus crónicas diarias una sucesión de alegrías y desgracias que a no todo el mundo ha dejado contento.
La cuarta ciudad del Archipiélago siguió arrastrando un lastre difícil de soltar. Quince mil parados son muchos parados. Y si a eso se le añade la hibernación de la actividad económica -con un Plan General que no llegó a aprobarse ni siquiera en el primer cuatrimestre de 2011 y un receso en el consumo interno- y la falta de dinamismo por parte de la institución local, se levanta una cordillera muy difícil de atravesar. Un dato ejemplifica lo mal que lo está pasando la urbe más antigua de las islas: 1.600 personas luchando para hacerse con alguna de las 18 plazas convocadas por el Ayuntamiento. Un consistorio que, al menos, vio cómo se daba una alegría por obra y gracia del segundo plan Feile, ese que le ha permitido concluir su nuevo y flamante Ayuntamiento (en mayo de 2011 aún vacío y a la espera de que le lleguen los muebles) y sembrar de pequeñas obras la localidad, muchas de ellas inauguradas semanas antes de la cita con las urnas de 2011. Los políticos, ya se sabe…
La situación de las arcas municipales no ha estado como para tirar cohetes. 73 millones de euros dan para lo justo: pagar a la plantilla, tener las calles limpias, tener las calles con luz y tener los parques con una imagen digna. Bueno, digna hasta que la plantilla de la empresa concesionaria del servicio se puso en huelga, en el tramo final del ejercicio, por impagos varios. El alcalde nacionalista Francisco Santiago le hizo otro agujero más al cinturón y al que cogió a la altura de la cadera fue al concejal socialista de Festejos, José Luis Pérez. Por falta de dinero, el hombre tuvo que dejar a los vecinos de Telde sin guaguas gratis para ir a la romería terorense de El Pino. Y por falta de dinero el hombre tuvo que suspender la gran verbena de Fin de Año. Lo nunca visto en 20 años.
La carestía también azotó otros frentes. Los carnavales pasaron sin pena ni gloria… ni reina. Y hasta los propios frailes que realizan los enterramientos en San Gregorio se las vieron y desearon para cobrar sus salarios. El servicio de vigilancia en las playas, que cada verano monta Cruz Roja, se retrasó unos días por el mismo motivo. Y en medio de todo esto, al tripartito (NC, PSOE y CCN) le dio tiempo para aprobar su plan estratégico de desarrollo (un magnífico documento de buenas intenciones…) y de hermanarse con los históricos municipios de La Laguna y Gáldar.
Las bombas informativas de puertas para adentro las aportaron dos históricos de la vida institucional. De un lado, el concejal Guillermo Reyes (Ciuca) fue detenido en la calle en mayo por su vinculación con el caso Calero (aquel que investiga un presunto quebranto a las arcas públicas en el desarrollo de un solar en aquel barrio). El munícipe estuvo arrestado apenas unas horas; al día siguiente, genio y figura, aseguraría que tuvo tiempo de pedir el voto a los agentes que lo interceptaron en la calle. Del otro, el interventor Enrique Orts. Ganó su lucha judicial con el consistorio y su derecho a recuperar su plaza, si bien varios permisos y vacaciones pendientes han impedido que, hasta abril de 2011, volviese a ocupar su despacho con normalidad. Se sabe que está, pero se desconoce si se le espera.
En lo que atañe a las infraestructuras, varios fueron los pasos que se dieron. Se avanzó en la construcción del viaducto colgante de San Gregorio y en los trámites para sacar a concurso una nueva fase del Palacio de la Cultura. También arrancaron las obras de ampliación y mejora del muelle de Taliarte y resurgió la protesta social en contra del despliegue de la nueva autovía tangencial, que de momento sólo existe en los planos. Pero no sólo se diseñaron cosas. El mar, por ejemplo, mutiló al Neptuno de Melenara y el viento arrambló con la centenaria ermita de Cazadores, que lleva una década esperando por su rehabilitación.
En los juzgados hubo, igualmente, vida. El Ayuntamiento y Santana Cazorla se enfrascaron en su enésimo pleito, esta vez por el concurso de la basura adjudicado a FCC. Orts se quedó fuera del juicio del caso Barrios, Reyes y el ex alcalde Francisco Valido recibieron nuevas imputaciones por cuestiones urbanísticas, el magistrado que lleva ahora Faycán encargó nuevas diligencias a instancias del fiscal anticorrupción… Con todo, lo más llamativo fue el precinto de tres radios ordenado en julio por la jueza María de los Ángeles Zabala argumentando un delito continuado contra la propiedad intelectual. La operación se saldó con nueve detenidos y cajas y cajas llenas de cedés y aparatos electrónicos. Y una querella del mismísimo ayuntamiento contra la magistrada.
Y después, pero no por último, quedan las alegrías y las desgracias. La ciudad se sobresaltó y conmocionó a finales de marzo tras conocer el suicidio de la ex concejala María Antonia Torres, la principal imputada en el caso Faycán. Tres meses antes había fallecido de un ictus el sacerdote Paco Bello, todo un referente por mentalidad y carácter en La Garita y en el barrio tinerfeño de San Andrés. La crónica negra estuvo bien salpicada durante todo el año. Al aparatoso incendio de la fábrica de colchones de Incapol se sumaron la infructuosa búsqueda del cuerpo de Sara Morales en un pozo de Jinámar y cuatro muertes muy sentidas: un obrero en el casco, dos personas mayores por problemas de abandono y desnutrición en El Goro y el mediático caso de Laura González, la enfermera que vivía en La Pardilla junto a su marido y que, siempre presuntamente, falleció envenenada con talio.
Las imágenes más impactantes vinieron de la mano de la demolición del edificio La Tortuga, en la costa de Melenara. El emblemático edificio cayó al suelo tras una semana de mordiscos. Eso sí, la noticia más deseada por todos fue otra: ser el propietario del boleto de La Primitiva premiado con ocho millones de euros en uno de los sorteos de La Primitiva en octubre. Suerte fue lo que le faltó al teldense Miguel Macías para llegar hasta la final de Supervivientes, el reallity show del que media ciudad estuvo pendiente hasta que su paisano se mandó mudar. Y suerte, y mucha, las que tuvieron burros, perros y linces en la Península después de que otra vecina de esta localidad, la controladora aérea Conchi Valencia, falleciera y dejara escrito en su testamento que los tres millones en los que aproximadamente estaba tasado su patrimonio se debía repartir entre asociaciones protectoras de estos animales en Madrid, Rute (Córdoba) y Doñana.
Por lo demás, el calendario no hizo sino dar cobijo a asuntos pendientes que colean ya desde hace casi un lustro: que si tercera pista en Gando, que si expropiación de Ojos de Garza, que si derribos en la playa de aquel nombre y en Tufia por la Ley de Costas… Con semejante panorama y unos comicios a la vista, este 2011 en el que ya nos encontramos pinta como otro más de transición. Ah, y Faycán sin ventilar…