A nadie escapa que la crisis económica que padecemos también afecta al libro como objeto sujeto a las reglas de mercado. Así, se venden menos libros debido al recato general del consumo. A la crisis económica general hay que sumar la crisis intrínseca al sector del libro; es decir, un cambio en las reglas del juego con la entrada en liza del libro electrónico y sus promesas, por ahora más canto de sirena que jugosa realidad, dadas sus exiguas ventas en España.
La confluencia de crisis, la económica y la que apareja repensar el sector del libro por parte sobre todo de los editores, se ha dejado sentir en la bajada generalizada de las tiradas de los libros, aunque se siguen editando muchos títulos. El año pasado, por ejemplo, más de setenta mil en España. Esta fue, a grandes pinceladas, la descripción del panorama editorial general. Pero, lo de veras interesante, es descender y bajar una hora menos para constatar la explosión de creatividad que sin embargo vive la literatura canaria. Contra todo pronóstico, 2010 y aun 2011, están siendo años en los que la creatividad de la literatura canaria asombra, por su potencia y vértigo, y a pesar de los pesares. La fuerte apuesta que llevan haciendo desde hace años muchas editoriales canarias más o menos profesionalizadas por los libros de escritores insulares ha dado sus frutos. Ahora hay sellos editoriales consolidados en Canarias, y, algunos de ellos, gracias sobre todo a la colaboración de las nuevas tecnologías, son incluso capaces de abrir mercado y sacar el libro canario fuera de las estrecheces geográficas que impone la isla. Son los casos de editoriales como Anroart, Baile del Sol, Ediciones Idea, Artemisa, Ediciones La Palma, Caja Literaria, La Página Ediciones y Ediciones Aguere, principalmente. Sus catálogos causan asombro debido a la cantidad de títulos publicados. Este profesionalización del sector editorial ha servido para canalizar una creatividad literaria en verdad exuberante.
Un magnífico ejemplo de esta pasmosa creatividad es la constatación de un renacimiento de la novela en Canarias, que además crece para salirse de sus moldes antiguos y presentarse ahora como una novela canaria de género, donde una pléyade de narradores proponen al lector novelas de género sin complejos, tocando todos los palos, desde la policíaca a la erótica, pasando por la novela histórica, la novela social y la ciencia ficción. Nunca antes, en la historia de la literatura canaria, se había dado tal ecuación de narradores, varios de ellos además con traducciones y premios nacionales a sus espaldas. Citemos solamente algunos, por falta de espacio, pero para que sus nombres sirvan a título ilustrativo: David Galloway, Víctor Conde, Alexis Ravelo, Javier Hernández Velázquez, José Luis Correa, Cristo Hernández Morales, Anelio Rodríguez Concepción, Álvaro Marcos Arvelo, Santiago Gil, Nicolás Melini, Pablo Martín Carvajal o Alicia Llarena, entre otros.
A este verdadero estallido narrativo hay que sumar las propuestas poéticas, con una gran cantidad de poetas que siguen construyendo sus obras sin desmayo, como atestigua la antología Poesía canaria contemporánea preparada por Miguel Martinón. Porque la literatura canaria presenta actualmente una gran creatividad debida a la cantidad de generaciones de diversas edades que entrecruzan y enredan sus talentos. Desde las aportaciones de grandes clásicos de nuestras letras, como Isaac de Vega, Carlos Pinto Grote o José Rivero Vivas, al empeño de algunos narradores del 70 que han continuado hasta hoy manteniendo una gran producción narrativa, como Víctor Ramírez, Juan Cruz, Armas Marcelo, Fernando Delgado, Alberto Omar, Luis León Barreto, García Ramos y Juan Pedro Castañeda, pasando por nuestro más conocido best seller Alberto Vázquez Figueroa y escritores algo posteriores que sin embargo han contribuido también decisivamente a nuestra literatura, como son los casos de Ángel Sánchez, Sánchez Robayna, Arturo Maccanti, Emilio González Déniz, Juan José Delgado, Sabas Martín, José Carlos Cataño, Sinesio Domínguez Suria, Jesús Rodríguez Castellano, Domingo Luis Hernández, Quintín Alonso Méndez, Miguel Ángel Díaz Palarea y Antolín Dávila, principalmente.
Una nómina necesariamente incompleta arrojaría cientos de autores en activo: María Teresa de Vega, García de Mesa, Elena Morales, Francisco León, Roberto A. Cabrera, Cristina R. Court, Orlando Alonso, Paula Nogales, Ana Criado, Moisés Cabello Alemán, Carlos Cruz, Inocencio Javier Hernández, Iván Cabrera Cartaya, Talía Luis Casado, Daniel Ortiz Peñate, José Manuel Brito, Eduardo Delgado Montelongo, Ignacio Gaspar, Juan Manuel Torres Vera, Marcelino Rodrigues, Gabriel Cruz, Roberto Cabrera, José Fajardo Spínola, Juan Báez, Rosario Valcárcel, Julia Gil, Francisco J. Quevedo, Juan José Mendoza, Ernesto R. Abad, Fernando Pérez Rodríguez, Eduardo González Ascanio, Agustín Díaz Pacheco, Daniel Duque, Balbina Rivero, Andrés Servando Llopis, Mariano Gambín, Ángeles Teixeira, Elsa López, Cecilia Domínguez Luis, Díaz Pacheco, entre otros, y los debuts novelísticos de autores muy jóvenes, como Bruno Mesa, Iván Morales Torres y Carlos Cruz, que se dieron en 2010.
La poesía y la narrativa en general han demostrado su fortaleza. No así el ensayo y el teatro, géneros bastante más débiles. El ensayo, por la falta de interés editorial; y el teatro, por la implicación económica que conlleva el montaje de una obra, son los géneros literarios que no se han sumado a este revolucionario paisaje creativo. A estas alturas del siglo XXI, a la literatura que se hace en Canarias sólo le hacen falta más lectores y algo de compromiso y rigor por parte de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias para que, por un lado, se normalicen los circuitos de lecturas en colegios e institutos de enseñanza de Canarias y para que, por otro, sea habitual de una dichosa vez la compra de ejemplares de libros a las editoriales canarias para dotar la red de bibliotecas insulares. Sólo con ese empeño bastaría para sostener este emergente mercado editorial y creativo canario. Es de justicia, además, recordar la importante labor que desempeña desde hace seis años la Escuela Canaria de Creación Literaria, ubicada en La Laguna, como motor de creatividad literaria y actividades (no en vano ya han pasado por sus aulas cerca de mil alumnos y, varios de ellos, se han convertido en promesas reales de nuestra literatura). 2010, finalmente, fue el año en que José María Millares Sall, grande entre los grandes poetas, fue Premio Nacional de Poesía, una prueba más de que poco a poco las singulares aportaciones de la literatura canaria van conquistando admiraciones y respetos nacionales e internacionales, como ha ocurrido con Luis Feria, Manuel Padorno, Tomás Morales, Mercedes Pinto y Félix Francisco Casanova, autores que ya ocupan su espacio en el canon central de la literatura en español.
En el lado negativo, en fin, está la falta de correspondencia entre este auge de la literatura canaria y los medios de comunicación y la propia universidad canaria, que poco caso hace a una literatura canaria contemporánea indudablemente efervescente. La falta de apoyo mediático (no existe, por ejemplo, un solo programa cultural o literario en la televisión pública canaria), la ausencia de estudios académicos y la falta de lugares donde ejercer la crítica literaria (suplementos culturales en prensa, revistas literarias, etc.) lastran un tanto este importante estallido creativo absolutamente innegable. Debe ser verdad eso que la historia del mundo demuestra: las épocas de crisis económicas agudizan los ingenios y, se diría, afinan los lápices con los que se está escribiendo hoy alta literatura en Canarias.