Quince años no es nada…

La crisis hay que entenderla como fruto de un fracaso colectivo. Y admitir que algo se habrá hecho mal. No sólo por las razones de entrada, sino por la tardanza en salir y el número de personas damnificadas que deja a su paso. La virulencia ha sido tal que, en sólo treinta y seis meses, se ha destruido lo conseguido en quince años. La tasa de paro con la que se cierra 2010 se situó en un 28,96% tras partir de un 9,78% en el segundo trimestre de 2007.

La traducción de la tasa de paro de porcentajes a cifras absolutas de desempleados permite ver mejor la dimensión de la crisis. En la actualidad se estima que en Canarias hay 314.400 personas que, queriendo trabajar, no lo pueden hacer. No obstante, con relación a las variaciones interanuales del paro vemos que, mientras que en 2009 se produjeron 70.200 personas desempleadas más, en 2010 este mismo dato se situó en 20.600 tras la destrucción de 27.100 puestos de trabajo y una disminución de la población activa cifrada en 6.500 personas. De ahí que, como primera conclusión, sólo podremos asegurar que se empeora, pero se empeora menos.

Los indicadores nos invitan a pensar que en Canarias se asistirá a un deterioro de la cohesión económica y social por varios motivos, entre los que hay que destacar la finalización de las prestaciones públicas debido a la situación de paro, junto a la destrucción de empleo consolidado por el rápido deterioro de la actividad económica y a la dificultad manifiesta de obtener financiación para llevar a cabo determinados procesos de inversión. Esto sólo podría verse contraatacado por una generación masiva de horas de trabajo, algo que no parece que vaya a suceder, puesto que según los cálculos estimados a lo largo de 2011 sobre la base del crecimiento económico previsto, podría ser un éxito alcanzar la cifra de 10.000 empleos netos.

En la actualidad, los servicios relacionados con el turismo se muestran como el único sector que muestra cierta dinamicidad. Desde la esfera de lo público se ha propiciado un determinado ahorro fiscal con el fin de incentivar la actividad productiva. Es claro que una vez conseguido dicho propósito, el sector debe devolver dicho ahorro en forma de empleo que revierta en un incremento de la demanda en el resto de sectores. Ciertamente, debido a esta moderada ampliación en la cuota de negocio, se ha originado un modesto incremento en el número de horas contratadas al tiempo que se ha procedido a un sustancial incremento en la carga de trabajo del empleo supérstite.

De igual modo, en lo años más duros de la crisis ha quedado contrastado como las relaciones contractuales ya eran flexibles debido a la rapidez cuantitativa con la que se ha alimentado el desempleo. Se ha querido reforzar dicha flexibilidad abaratando el despido sin generar ninguna política económica determinante hacia la generación de actividad económica incentivadora de la inversión y el empleo y, por ende, la competitividad. Así, la temporalidad contractual se ha vuelto a instalar como la entrada más recurrente en las relaciones laborales.

Respecto al comportamiento de la inflación, Canarias en se ha comportado como el territorio con menor crecimiento. Pero una disminución en los precios es nociva para la economía cuando no sucede sobre una ostensible mejora de la competitividad empresarial, debido a que la obligación de dicha disminución viene determinada por una profunda depresión del lado de la demanda de bienes y servicios ante la falta objetiva de renta y poder de compra. La inflación está inversamente correlacionada con la tasa de paro, de modo que las regiones con mayor tasa de paro poseen la tasa de inflación más baja.

Si relacionamos tal hecho con los salarios, Canarias acrecienta su desventaja respecto al resto del territorio nacional hasta alcanzar los dieciséis puntos porcentuales. No se está diciendo que en Canarias, por una misma actividad productiva, se tenga un menor coste laboral, puesto que sería mediante la negociación colectiva la que solucionaría dichas discriminaciones, sino que la proporción de empleos con menor coste laboral, menor valor añadido y menor productividad es mayor en nuestro Archipiélago. Es decir, la falta de puestos de trabajo de una mayor cualificación, independientemente de la formación de la persona que lo desempeñe, impide que la tasa de ganancia salarial sea superior.

Invertir en mejores salarios

Esa falta de innovación en las empresas las incapacita hacia una mayor competitividad de mercado. Es por ello que se torna prioritario mejorar la demanda y el mercado, tanto desde la perspectiva de su dimensión como desde de su poder de compra. Invertir en salarios debe ser una máxima porque dicho crecimiento de rentas familiares será devuelto en forma de consumo.

Desde la perspectiva de la expresión contable de la política económica, se puede contrastar que unos presupuestos procíclicos y restrictivos en una economía con atonía en el consumo y la inversión privada, sólo colaboran a generar mayor depresión, porque los ingresos presupuestados no se muestran como suficientes para cubrir todas las políticas de inversión y gastos previstos, dado que no aparecen incentivos sectoriales que pudieran incrementar el consumo y, por ende, la recaudación. Es por ello que el incremento de la capacidad recaudatoria mediante una reposición de la progresividad es otra de las asignaturas pendientes sobre las que hay que trabajar.

Las cuentas públicas sólo hacen que no se detenga, en cierto modo, la maquinaria burocrática de la Administración, pero no muestran ningún esfuerzo para revertir, ni siquiera para paliar, la situación por la que la sociedad canaria atraviesa. No aparece una clara apuesta por la financiación de los acuerdos políticos consensuados con las organizaciones empresariales y sindicales más representativas, que desde la más absoluta confianza se firmaron con el ineludible compromiso de su presupuestación.

Pero visto lo visto, ¿por qué no se ha asistido a una escalada en los conflictos sociales más graves que los experimentados? Analizado el panorama económico y social, la respuesta puede encontrarse, por un lado, en las redes familiares de sustento debido a que el ahorro precaucional ha ido disminuyendo en 2010 tras el incremento experimentado en 2009 y, por otro, a la economía sumergida, la cual ha ido evolucionando de la mano de la tasa de paro. Mientras las políticas pasivas de empleo se van extinguiendo para las personas en desempleo, la irregularidad laboral se configura como una válvula de escape. La incentivación en el afloramiento de la actividad económica se mostrará como una medida más eficaz frente a la simple represión de la ilegalidad.

Predicciones de futuro

Predecir el futuro es imposible, pero otorgar escenarios de probabilidad se muestra como un proceso adecuado de análisis. Es probable que se lleven a cabo transformaciones estructurales que ofrecerán un menor coste en lo que a su sostenimiento se refiere. Puede parecer la medida más eficiente, pero tal vez menos equitativa, puesto que los excesos de parte de la sociedad han de ser sufragados por la totalidad. Para evitar tal hecho y dotar de justicia social a las actuaciones políticas, deben de dejar de verse como juegos de suma cero donde las decisiones adoptadas, lo que gana una parte, procede de la pérdida de la otra. Para conseguir tal acción, el diálogo, la concertación y el acuerdo deben estar presenten en los procesos de negociación entre las organizaciones empresariales y sindicales más representativas junto a la Administración Pública.

Puede que haya atisbos de mejora, pero éstos pueden verse relegados si no se afianzan, ya que estamos ante una estructura de comportamiento de los mercados que se basa en un precavido consumo privado alimentando el proceso de contracción de la inversión. A lo largo de 2010 la capacidad de nuestra economía para generar empleo se detiene en un entorno de una evolución moderada de la población activa. De ahí que se deba apostar por políticas económicas de reactivación de la actividad productiva mediante la mejora burocrática y fiscal de las empresas, junto a un mantenimiento de las políticas pasivas de prestaciones, así como de dotar de mayor progresividad tributaria al sistema fiscal.

El análisis prospectivo que se puede hacer para 2011 nos invita a pensar que la situación económica pueda mejorar porque se empeora menos. El cambio cualitativo es importante. Ahora bien, si para reducir la tasa de paro del 28,80% en 1992 hasta el 9,76% en 2007 tuvieron que transcurrir quince años, podemos ir haciéndonos una idea de cuántos años serán necesarios para recorrer otra vez ese camino.

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