Desde que en el verano de 2007 se iniciaron los problemas de las hipotecas subprime en los Estados Unidos, los economistas han intentado contestar una pregunta: cuándo salimos de la crisis. Las respuestas han sido muy diferentes, dependiendo de la formación, la ocupación profesional y la moral del interpelado. En algunos casos, se optó por repetir una misma fórmula, lo que ofrece la seguridad absoluta de que alguna vez las previsiones coincidirán con la realidad.
Vayamos con algunos ejemplos de economistas que logran el éxito con esa sorprendente fórmula. Así, si desde aquel fatídico verano de 2007 se afirmaba, como siguen haciendo algunos, que “la recuperación económica se producirá en el segundo semestre de este año”, en algún momento la previsión coincidirá con los hechos… por la misma razón por la que un reloj parado da la hora correcta dos veces cada día. Conseguir buena reputación y prestigio sobre la base de semejante truco, requiere una habilidad digna del mayor elogio.
Otro grupo es el que contesta algo así como “feillo lo veo, pero…” La frase viene de un hombre de campo al que conocí cuando yo era niño. Si se le preguntaba por el tiempo cuando en el cielo aparecían nubes, contestaba con la frase citada, de esta suerte siempre se acierta. Cuando llueve, se aplica el “feillo lo veo”. Cuando sale el sol, se aplica el “pero…”. En el caso de los economistas de este grupo, el equivalente sería, “las cosas están mal, pero hay algunos signos que pueden estar indicando que van a mejorar”. La contestación es impecable, porque siempre hay algún indicador que mejora con respecto a la situación anterior, por muy grave que sea la situación de la economía. A este grupo pertenecen los de los “brotes verdes”. No hay nada más ridículo que un economista haciendo malas metáforas.
Por último, están los que se siente en la obligación de “ser optimistas”. Dicho de otra forma, los que se sienten en la obligación de mentir, pero con buen fin, esto es, expresan una mentira piadosa. Creen estas personas que la economía es un estado de ánimo y que basta con expresar esperanza para que todo cambie. La crisis económica pertenece entonces al campo de la psicología. Es una respuesta de la mente. Una versión de este grupo afirma sin pestañear que “las crisis son momentos de oportunidades”. Siempre pienso en la cara que pondría alguno de los 91.000 parados que en Canarias no reciben ningún tipo de prestación si oyeran semejante frase.
En mi opinión, la pregunta no tiene respuesta, porque en las crisis no se “entra”, ni tampoco de las crisis “se sale”. En el imaginario colectivo, una crisis económica es como el túnel del miedo en los parques de atracciones: se entra por una puerta, lo pasas mal mientras estás, y sales por otra puerta al lugar desde dónde entraste. Simplemente, fue un mal rato y todo sigue como antes. Pero las crisis económicas no responden a este imaginario. En las crisis económicas no se entra, porque lo que ocurre es que las economías van reduciendo su capacidad de crecimiento durante años. Por ejemplo, en los últimos cincuenta años, Canarias ha ido reduciendo su capacidad de crecimiento. Si utilizamos como indicador la convergencia con el conjunto de la economía española (PIB per cápita), las Islas llevan como mínimo desde 1999 ampliando la divergencia, signo indudable de la reducción de su capacidad de crecimiento. Y esta divergencia se mide respecto a la economía española, que tampoco podemos tomarla como un modelo de eficiencia. Hemos necesitado cada vez más recursos (más territorio, población, energía…) para crecer. Esta es la realidad, hemos sacrificado recursos a manos llenas, para crecer algo más en pocos años.
Sin embargo, la euforia del crecimiento nos hace pensar en cada fase expansiva que esta vez es diferente. El título del magnífico libro de Rogoff y Reinhart, This time is different, revela irónicamente la constante relación entre la soberbia y la estupidez de los humanos, mostrando a las claras la larga historia de las crisis financieras.
Llegado un momento, no es la primera vez, un shock externo, en este caso, los problemas del sistema financiero, precipitan la reducción de la actividad económica y el crecimiento del paro. Téngase en cuenta que este primer shock externo condujo a un segundo shock, también externo, de gran relevancia en Canarias, que fue la caída de la demanda de servicios relacionados con el turismo. Cuando el shock externo es muy potente y de larga duración, la recesión (el crecimiento negativo del PIB en dos trimestres consecutivos) se transforma en crisis.
Así pues, la situación económica que hemos denominado crisis es el resultado de la convergencia de dos procesos. Uno, la reducción de la capacidad de crecimiento de la economía interior de Canarias derivada de no haber sabido o podido superar determinados obstáculos claves. Dos, el impacto sobre el proceso de reducción de la capacidad de crecimiento de un shock externo especialmente grave, dividido en dos, la crisis del sistema financiero internacional y la reducción de la demanda de servicios turísticos.
Una crisis financiera distinta
Los problemas del sector financiero de la economía internacional son tan graves que en el futuro su función no responderá a criterios del pasado inmediato. Algo fundamental, de lo que dependía el crecimiento económico del período anterior, se ha alterado y ya no volverá a ser como antes. En consecuencia, este problema alterará en el futuro las decisiones relativas a la economía real, nada menos que los planes de inversión de las empresas, de consumo de las familias y los presupuestos del sector público. En Canarias, la gravedad del shock externo es lo que marca la diferencia con fases similares de bajo crecimiento en el pasado (1972-1975, 1979-1985, 1989-1994, 1999-2004).
Las consecuencias de la crisis del sistema financiero internacional se concretan en un ámbito regional, con sus características problemáticas y también con sus potencialidades específicas. En Canarias este proceso de crisis del sistema financiero incide en las potencialidades decrecientes de la actividad económica y la creación de empleo, como se ha señalado más arriba. De otra forma, incide en una economía condicionada por los factores que están limitando el crecimiento; esto es, el uso del territorio, los costes medioambientales, la dependencia energética, las ineficiencias de la administración pública y de las empresas, la escasa inversión en I+D, los fallos de la educación (que no son sólo del sistema educativo) o las limitaciones de la movilidad. Así que el shock externo, importantísimo esta vez, revela claramente las limitaciones permanentes de nuestra economía. Y, entre todas, una muy especial, la inadecuación del régimen económico y fiscal a las nuevas circunstancias de crisis.
En ese momento estamos. Tras dos años consecutivos de crecimiento del PIB negativo (2009 y 2010) y un año de estancamiento (2008), tras tres años de crecimiento de la tasa de paro hasta valores de escándalo, qué puede esperarse. El frenazo de la actividad económica ha sido tan grave que una mejora de algunas de las circunstancias negativas provocará crecimiento positivo del PIB en el año 2011 con respecto al 2010. Esto es, la llegada de turistas ha crecido desde agosto de 2010. Los efectos de arrastre sobre el conjunto de la economía se notarán y bastará para incrementar la actividad económica al nivel de 2008. La tasa de paro probablemente se mantenga en los mismos niveles como media del año, mejorando ligeramente en los dos últimos trimestres, pero quedará un largo recorrido de década y media para acercarnos al pleno empleo.
Este crecimiento del PIB sobre el año anterior no significa que hemos redirigido los condicionantes propios del crecimiento. Sólo significa que uno de los shocks externos derivados de la crisis del sistema financiero, el turismo, ha dejado de impactar la economía de Canarias. Todas las limitaciones propias siguen ahí, y peor que antes de 2007, como también sigue con nosotros el shock externo originario, la crisis del sector financiero. Pero las limitaciones propias no pueden cambiarse de la noche a la mañana. Algunas de ellas no pueden cambiarse nunca, sólo compensarse. Por esto, de las crisis no se sale como si se tratara de salir de un túnel del miedo. Es una mala expresión, nos confunde, nos dice que hay una puerta, que la hay seguro, sólo debemos buscarla, y que una vez rebasada, ya está. Nada de esto tiene que ver con el funcionamiento de una economía.