Tocan cambios en la venta de lo local

“Para afrontar nuevas realidades, no cabe continuar haciendo las cosas como hasta ahora”. Este parece ser el axioma aplicado por las principales entidades de distribución que, en el caso de las islas, controlan en torno al 80% de la venta de todos los alimentos consumidos por los canarios. Al final, la crisis apenas ha pasado factura (económica) a los distribuidores y los consumidores. No pueden decir los mismo los agricultores y los ganaderos canarios.

Ante la situación de crisis económica iniciada hace ya más de tres años, con una importante contracción de la demanda (que de facto supone la reducción del dinero a gastar en alimentos), y en previsión de que ello iba a tener un fuerte impacto sobre sus cuentas de resultados, los grandes supermercados e hipermercados reaccionaron de forma contundente. Y lo hicieron con la introducción de notables cambios en sus relaciones con los proveedores, en el catálogo de productos a ofrecer y en sus políticas de precios.

Casi de manera general, estas entidades redujeron la variedad y el número de referencias ofrecidas en sus establecimientos. En algunos casos, la crisis supuso la recuperación de la venta a granel de productos frescos, caso de las frutas y hortalizas que, sólo unos años antes, había sido desbancada por formatos más modernos, aunque también más costosos y medioambientalmente más dañinos: bandejas, envases plásticos… El aumento de productos con la marca de la distribución (conocidos popularmente como marcas blancas) en los estantes de estas entidades ha sido otra de las tendencias que se ha acelerado en el último periodo. De hecho, en 2010 las marcas blancas coparon el 38,8 % de los productos de alimentación, mientras que antes de la crisis suponían menos del 35%. Finalmente están las políticas de descuentos y ofertas, que en el caso de los productos agropecuarios en las Islas se han trasladado en su mayor parte a agricultores y ganaderos a través de recortes en sus pagos.

De esta forma se cierra la lista de las principales acciones llevadas a cabo por la distribución para ofrecer a los consumidores precios adaptados a sus bolsillos… sin sufrir grandes recortes en sus beneficios.En el caso de los consumidores, la crisis económica ha aupado al precio como criterio principal en la decisión de compra de alimentos. Más del 45 % de los consumidores comparan precios antes de adquirir un producto, y el 54% tiene en cuenta las ofertas. Además, visitamos con mayor frecuencia los diferentes puntos de venta buscando productos económicos y, en el caso de los productos frescos, evitando comprar grandes cantidades que podrían acabar en el cubo de la basura. Por último, es posible destacar que, como reacción a lo que se considera una crisis del modelo alimentario, han aparecido movimientos de consumidores reivindicando una manera diferente de alimentarnos. Así han nacido propuestas dirigidas a promover una alimentación con producto local, sano, y obtenido reduciendo fuertemente el uso de insumos y energía. Y surgen a través de movimientos como Slow Food o Kilómetro 0, teniendo cierto eco entre parte de la población del Archipiélago.

Como se acaba de analizar, la crisis ha modificado los comportamientos de la distribución y de los consumidores. Ahora vamos a analizar que ha ocurrido con el sector agrícola y ganadero canario ante esta situación y cuáles son algunas de las claves que marcaran el camino en el aspecto comercial en los próximos años. Previamente a abordar las tendencias y desafíos comerciales que afrontan los productores, vamos a mostrar algunas pinceladas sobre cual es el peso de este sector y cómo le esta afectando la actual situación. Durante el último cuarto de siglo el número de personas que se dedican a la actividad agraria en las Islas no ha hecho más que caer. Si en 1985 el 11,5% de los trabajadores lo eran del sector primario, en 2010 esta participación se reduce al 3,6%. Este porcentaje es menor a la media española, que se sitúa en el 4,1 %, y está muy por debajo de regiones en las que lo agrario sigue siendo motor económico, caso de Murcia con un 13,2%; o Extremadura, con un 10%. La pregunta que cabría hacerse es si la crisis económica ha cambiado esta tendencia… y la sorprendente respuesta es que sí.

El número de ocupados agrarios en Canarias se incrementó en un 27% en el último año, lo que supuso más de seis mil nuevos empleados, por cuenta propia o ajena, en el sector. La principal razón para este incremento puede encontrarse en que un amplio número de desempleados de otros sectores, principalmente de la construcción y los servicios, ante la imposibilidad de encontrar un empleo en las mismas condiciones, ha optado por recuperar tierras de cultivo familiares que estaban abandonadas. O han buscado trabajo como peones agrícolas. También en el caso de la renta agraria real, que desde el 2003 había caído un 27,4%, se ha vivido un repunte en 2010 derivado de la vuelta al campo y que se ha materializado en un incremento en la renta agraria del 6,9%. Ahora la cuestión es saber si será posible consolidar esta tendencia o, por el contrario, será flor de un día para un sector cuya salud integral no presenta buenos síntomas.

La venta directa

En lo que respecta a los cambios en las tendencias en la comercialización de sus productos, objetivo central de este artículo, la crisis ha traído aparejada la búsqueda, por parte del agricultor y el ganadero, de sistemas de venta que conecten directamente con el consumidor. El productor ha tomado conciencia de que el porcentaje que recibe del precio final del bien de consumo que él genera se ha ido reduciendo progresivamente. Si en los años 80 obtenía el 50% del precio final, ahora apenas obtiene el 25%. Y ello, unido al incremento continuado de sus costes (que en 2010 aumentaron alrededor del 5,3%), le obliga a buscar nuevas formas de vender. La venta a través de supermercados e hipermercados sigue constituyendo la principal vía de comercialización, suponiendo, como ya se ha reseñado, más de las tres cuartas partes de lo vendido. Sin embargo, para un grupo importante de productores, el contacto directo con el consumidor a través de los mercados del agricultor, la venta a domicilio a través de Internet o algunos otros sistemas de comercio directo, como la venta en la propia finca, se han constituido en esquemas de negocio complementarios que se constituyen en opciones alternativas.

Sus ventajas son obvias: reduce la dependencia de un tercero para la venta de tu producto, te permite incrementar tu ingreso de manera paralela a una reducción del precio al consumidor, le posibilita al agricultor establecer una relación de confianza con sus clientes, mejora su gestión de cobros (si en la venta directa el productor cobra al momento, en la comercialización a través de grandes superficies el pago se retrasa generalmente mas de un mes)… Estas virtudes de la venta directa han sido también valoradas por los consumidores que, teniendo en cuenta lo apretado de sus bolsillos en los tiempos que corren, han acudido a los mercados del agricultor buscando productos frescos a precios más bajos. No hay más que ver como han proliferado este tipo de establecimientos por todos los municipios de la Isla para darse cuenta de esta tendencia. Por el contrario, entre las desventajas del contacto directo con el consumidor se encuentra la dificultad de vender grandes volúmenes utilizando estos sistemas… si bien la venta a través de la red esta cambiando esta característica. La dificultad de ser a la vez productor y comercializador complica igualmente su implantación, si bien el modelo de explotación familiar, en la que los diferentes miembros se distribuyen las tareas, esta dando igualmente una respuesta adecuada a este problema.

Lo que ha dejado muy claro esta crisis es que, al igual que ha ocurrido en el caso de la distribución, el sector productor agrario tiene que adaptarse a los nuevos tiempos intentado garantizar su renta. El acercamiento a los consumidores, la apuesta por modelos de cercanía entre el lugar donde se producen los bienes y los puntos de venta, la diferenciación a través de maneras de producir y de comercializar respetuosas con el Medio Ambiente y que garanticen la calidad, así como un mayor control del agricultor y el ganadero sobre la venta de su producto son estrategias que parecen acertadas. Y también son medidas que permitirían romper la dinámica actual en la que el productor, generalmente, soporta el mayor peso en las caídas de precios y es el que menos se beneficia de las épocas de bonanza.

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