Y la ‘caja de zapatos’ volvió a tiznarse

Los últimos quince meses de legislatura han servido para certificar la pérdida de poder del Parlamento de Canarias. Los asuntos más relevantes para la Comunidad Autónoma no se discutieron en su seno, sino que llegaron a la Cámara tras apalabrarse en otros foros. A pesar de ello, la vida en Teobaldo Power siguió fiel a su historia y estuvo aderezada con extraños chascarrillos que evitaron que se visualizara que allí se analizan, a veces, asuntos prioritarios para los canarios.

Suenan los timbres en la pequeña caja de zapatos del número siete de Teobaldo Power, en el corazón de Santa Cruz. El presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero (CC), baja la pequeña escalinata que le lleva a su banco azul; tiene cara de circunstancia, como casi siempre; y comienza a contar el reloj. Veinte minutos después se va igual que entró. Rivero, una vez más, ha cumplido con el trámite de las preguntas y con su participación en pleno del Parlamento regional, lugar en el que debería residir la soberanía popular de los canarios; es decir, de los que han nacido o residen -sin haber nacido- en el Archipiélago.

La sesión continúa, pero ahora sin flashes ni cámaras de televisión. En dos días de sesión, los diputados hablan, sólo hablan, de cómo va la educación en las islas, de las listas de espera en Sanidad, de los apagones de luz, del telescopio extremadamente grande, del inhóspito caso Tebeto, la corrupción o incluso de la crisis, pero el jefe del Ejecutivo ya no está en la pequeña caja de zapatos de Teobaldo Power para escucharles. Así ha transcurrido -en líneas generales- el último tramo de mandato. Con normalidad, aunque ha habido pequeños sobresaltos, esos que tiznan de surrealismo la política canaria.

El que más avivó el diario acontecer en la pequeña caja de zapatos fue la peculiar forma en la que el presidente del PP, José Manuel Soria, dijo a Rivero “me voy del Gobierno, pero no todavía”. Mucho se había especulado hasta entonces sobre la ruptura del pacto CC-PP en las islas. Los nacionalistas negaban discrepancias a pesar de sus continuos escarceos con el PSOE de Madrid. Pero un día el vaso se colmó. Rivero viajó a la capital en calidad de presidente del Gobierno y tejió, al parecer de forma unilateral, sin contar con su partido, un acuerdo por el que los dos diputados de CC, Ana Oramas y José Luis Perestelo, respaldarían con sus votos las decisiones de José Luis Rodríguez Zapatero.

Al día siguiente, martes soleado de octubre en Santa Cruz, Soria comenzó el trabajo pronto. Realizó varias entrevistas en emisoras de radio local, pero no fue hasta que a eso de las ocho de la mañana, cuando le tocó el turno a una nacional, dejó entrever que algo importante pasaba. Después fue directo a una reunión de trabajo en un hotel y allí dio un paso más: “El PP analizará la situación por la tarde”, dijo. Volvió a hablar minutos después, a su llegada a la pequeña caja de zapatos perseguido por una nube de periodistas. Pero no fue hasta las cinco de la tarde cuando el comité ejecutivo de los conservadores dio por roto el pacto con CC en las islas.

Eso sí, la determinación de la cúpula del PP canario no fue firme hasta el siguiente viernes. ¿La razón de la demora de esas 72 horas? Los populares querían irse habiendo aprobado los presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2011 que habían elaborado. Mientras tanto, Rivero y CC guardaban silencio calificando de normal una situación cuanto menos extraordinaria. En la pequeña caja de zapatos la cosa se notó poco. Los nacionalistas seguían obteniendo el respaldo del PP en los asuntos importantes, aunque los discursos comenzaron a distanciarse. No demasiado, eso sí.

Catarata de problemas

El presupuesto se convirtió en el primer quebradero de cabeza para CC, ya en minoría. A pesar de haberlo elaborado junto a los nacionalistas, el PP defendió que el documento que llegó a la pequeña caja de zapatos no era el suyo. Al parecer, los números no le cuadraban. El revuelo duró días, hasta que tocó votar. Aunque antes el nuevo consejero de Economía, Jorge Rodríguez, debió aclarar que había habido retoques de pacotilla a las cuentas. Superado este trance, al portavoz de CC, José Miguel Barragán, no le fue tan fácil digerir como, de pronto y sin avisar, el PP arremetió una y otra vez contra la forma de hacer las cosas en Radiotelevisión Canaria. “Adolece de pluralidad”, fue una de las críticas que formuló el diputado popular Víctor Moreno. A esta particular guerra mediática sumaron luego la polémica al respecto de la complicada concesión de licencias de radio.

Con respecto al abordaje de la crisis en sede parlamentaria, también hubo matices. Si bien el PP siguió defendiendo las medidas tomadas por el Gobierno canario, aprovechó siempre que pudo para recordar que el país iba rumbo al desastre gracias a los apoyos de CC en Madrid. Los nacionalistas, por su parte, criticaron, sin despeinarse por ello, al PP por su falta de responsabilidad a nivel del Estado y por no votar en favor de las reformas de Zapatero… y al mismo tiempo al PSOE por improvisar y llevar una política a su juicio errática. Y el PSC viendo los toros desde la barrera. El grupo parlamentario socialista apostó por seguir en su línea de criticar al Ejecutivo, aunque suavizó mucho su tono.

El nuevo mapa político le pilló a contrapié y no le quedó otro remedio que defender cuestiones tan inverosímiles semanas atrás como la decisión del Estado de no llevar al Constitucional el catálogo canario de especies (des)protegidas a pesar de que habían mantenido una posición de rechazo absoluto al documento. Todo ello, junto a la purga interna llevada a cabo en Tenerife por el nuevo secretario general del PSC-PSOE, José Miguel Pérez, provocó que el que había sido portavoz del grupo socialista en tiempos de Juan Fernando López Aguilar abandonase primero su escaño y después el partido. Con él se fue también la esperanza de que prosperara la rebaja de las barreras electorales, que finalmente murió sin terminar su tramitación con la legislatura.

Lo mismo le pasó a más de 730 iniciativas –también la mayoría de las preguntas formuladas por los ciudadanos- que decayeron sin más “por falta de tiempo”. Los diputados sólo salvaron la ley de cajas de ahorro. De este modo, y a pesar del pacto entre caballeros para finiquitar el mandato a finales de marzo de 2011, del discurso del presidente del Parlamento, Antonio Castro, dando la bendición urbi et orbi a sus señorías y del carrusel de despedidas, la pequeña caja de zapatos volvió a abrir sus puertas en abril para poner al día a unas entidades de ahorro canarias, integradas ya en Banca Cívica y Bankia.

La reforma de las cajas fue la última de unas cuantas modificaciones que tuvieron que ser tratadas en Teobaldo Power debido a la crisis económica. Con una tasa de desempleo que ronda el treinta por ciento en el Archipiélago, la situación obligaba a ponerse de acuerdo. De este modo, los tres grupos -PSC-PSOE, CC y PP- consensuaron una reforma puntual del Régimen Económico y Fiscal (REF), pero no termina de cristalizar. Tampoco lo hace la paz entre cabildos y Gobierno a cuenta precisamente del reparto de los recursos del REF, aunque las corporaciones insulares admitieron un mejor diálogo tras la marcha de Soria.

A las administraciones les falta dinero. Incluso, el Parlamento cedió 14 millones de euros de su presupuesto al Gobierno de Canarias en mayo de 2010 para que atendiera necesidades en el ámbito de los asuntos sociales. De apretarse el cinturón se trataba y le tocó al Plan Director de la pequeña caja de zapatos, que verá ralentizarse su aplicación, aunque ha dado sus primeros pasos: medios más óptimos y acordes con el siglo XXI. También un salón de plenos rehabilitado y en el que hasta las próximas elecciones autonómicas no se volverán a oír los timbres que darán inicio a una nueva legislatura.

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