Los beneficios de negar la realidad

En septiembre de 2008 el mundo se estremeció. Desde hacía meses, los medios venían informando que la economía se frenaba. Sin embargo, en España, José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, se resistía a hablar de crisis. Prefería hablar de desaceleración. Primera negación. Pero en septiembre de 2008 todo cambió cuando se tambalearon varios bancos en Estados Unidos.

En septiembre de 2008 se desató la crisis en Estados Unidos. Y muchos emporios no cayeron porque el Gobierno de aquel país lo evitó en el último instante. Freddie Mac, Fannie Mae y AIG son los casos más conocidos. Pero uno en concreto sí que cayó: Lehman Brothers. Y en cuestión de días un terremoto financiero sin precedentes desde 1929 sacudió el planeta. El Gobierno de EEUU inyectó de inmediato ingentes cantidades de dinero en sus bancos para rescatarlos y contrarrestar los efectos de los malditos productos tóxicos. En otras palabras, los efectos de las dichosas hipotecas basura. O lo que es lo mismo: se contrarrestaron los pecados de una banca que un buen día se cansó de hacer lo de siempre: prestar dinero con intereses; y se inventó otra cosa, convencidos como estábamos que el crecimiento no tendría fin.

Mientras, en España estábamos muy tranquilos porque nuestro sistema financiero era muy sólido. Eso nos decían. Estaba construido a prueba de bombas. Segunda negación. No reaccionamos a tiempo y en 2012 el Gobierno solicitó un rescate para la banca española de 50.000 millones de euros, la mitad para Bankia, que es como pasó a llamarse CajaMadrid (junto a otras adquisiciones). Antes de eso nuestras debilidades se hicieron evidentes: la burbuja inmobiliaria nos estalló en la cara, se cerró el grifo del crédito, el paro empezó a subir sin parar, se retrajo el consumo, bajo la recaudación de impuestos, aumento el déficit público… Y de vez en cuando nos anunciaban la proximidad de los brotes verdes o del fin de la recesión. Tercera negación de la realidad.

Sé que simplificar los relatos resta credibilidad a cualquier análisis. Y sé que este apresurado resumen de lo vivido en los últimos cinco años no incluye muchos matices. Pero en mi modesta opinión creo que esto es más o menos lo que nos ha tocado vivir. ¿Por qué tanto rodeo para hablar de deporte? Pues porque el deporte, como actividad económica que es, ha sufrido todo esto. Y en buena medida porque sus malos hábitos han sido causa y efecto del empobrecimiento del panorama. Así, al comienzo de la crisis escuchamos que se nos presentaba una gran ocasión para reformarnos, que eran tiempos para la inventiva, la innovación, la inversión… En fin, que el mundo iba a cambiar sí o sí y que eso a la larga iba a ser muy bueno para todos porque saldríamos reforzados. Lo curioso es que muchos de esos mensajes nos llegaban desde la administración pública, comandada por políticos visionarios.

La misma administración que se resiste a auto-reformarse y que presenta estructuras similares a las que teníamos antes de la crisis, en teoría construidas para servir a nuestra, entonces, boyante economía. La misma estructura ahora caduca que provoca una presión fiscal creciente para satisfacer sus necesidades de supervivencia. No olviden que cada mes hay que pagar nóminas y más nóminas a las legiones de funcionarios y de empleados de más de 1.500 empresas públicas creadas en este país en las últimas décadas. Una auténtica cadena de favores. Esto, por lo que se ve, no se toca ni se va a tocar. La economía mengua, pero el entramado público no lo hace porque en el fondo esa cadena de favores ha sido creada por la clase política, hasta el punto de convertirse en su hábitat. Cuarta negación de la realidad.

Estamos ante la misma administración que se distingue por su pereza a la hora de pagar a proveedores. Pero la misma que, disfrazada de Seguridad Social o Hacienda, acosa a las empresas en teoría morosas, las mismas que en teoría deben generar actividad económica, el crecimiento que nos haga salir del pozo. A estas alturas de la película tengo muy claro que la crisis ha sido más para unos que para otros. ¿O no? Y también tengo muy claro que esto no es una crisis. Estamos ante los nuevos tiempos desde 2008 y así vamos a seguir viviendo.

Muerte lenta

Mientras esto pasa, el deporte local se ha ido apagando. En 2008 Tenerife acogió nada más y nada menos que un Campeonato de España de Atletismo. Y en 2006, el Campeonato de Europa de Baloncesto Júnior femenino. Desde entonces no hemos visto por esta tierra citas de idéntico nivel. Hay más. El CV Arona, campeón de la Copa del Rey de voleibol masculino, renunció a la máxima categoría nacional. El Club Voleibol Tenerife, que llegó a ser campeón de Europa, también dijo adiós a la Superliga femenina. El Club Patín Tenerife, también con un título europeo en sus vitrinas, se despidió de la élite. El Club Natación Martiánez igualmente renunció a la máxima división del waterpolo español. El Perdoma de balonmano femenino tuvo un fugaz transcurrir por la División de Honor. El Tenerife Baloncesto ha pasado de competir hace diez años en la ACB a hacerlo en la Liga Autonómica. El UB La Palma también se ha quedado por el camino. Y el Rojos de béisbol igualmente desapareció del mapa.

Y es que la principal fuente de financiación para el deporte de competición en esta tierra venía siendo la subvención. Cuando se empezó a cerrar el grifo, el sistema colapsó. Y los clubes, sin ingresos por taquillas, venta de abonos y de entradas, derechos de televisión o patrocinio han ido muriendo. Esos proyectos deportivos, comandados por nostálgicos que llevan por bandera aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, han demostrado tener poco recorrido y poca capacidad para superar viejas rivalidades personales, contagiados sin duda por ese clima de negación de la realidad que resulta el principal lastre de nuestra sociedad y la dichosa manía de mantener el estatus a toda costa aunque en el intento acabemos hundiéndonos poco a poco sin darnos cuenta. Esto no es una enfermedad pasajera. Esta nueva realidad habita ya entre nosotros.

Los que resisten

Es curioso que el único intento de fusión de clubes divisionarios lo haya protagonizado el baloncesto femenino, con el matrimonio de conveniencia del Isla de Tenerife y el Uni Tenerife. La única respuesta. La única búsqueda de una solución. Un ejercicio que ha sido incapaz de completar el baloncesto masculino, el voleibol femenino… Así nos va. Pero hay algunos casos de deportes que están aguantando. El fútbol tiene dos caras. La de la élite la dejamos para otros análisis en esta misma publicación. Bajando a nivel territorial, a la base, los equipos pequeños también se han visto afectados por el recorte de ayudas, sobre todo municipales, pero muchos se mantienen, por ejemplo, con la creación de escuelas donde se cobra a los niños por jugar.

Los ingresos de las cantinas han sido otro salvavidas. No obstante, en esta lucha por las migajas a la que asistimos de un tiempo a esta parte, algunos ayuntamientos han entrado a ordenar la explotación de las mencionadas cantinas, con la excusa, más que justificada, de que en muchos de estos locales se vende alcohol. Y otro tema al que se ha empezado a meter mano es al alquiler que algunos equipos hacen de instalaciones municipales, y de las que obviamente no son titulares, para la disputa de partidos de fútbol aficionado. Este nido de economía sumergida que es el fútbol base ha comenzado a despertar el interés de la Administración, que en lugares como Cataluña ha empezado un intento por fiscalizar los sueldos en negro de técnicos y jugadores.

En lo que no es fútbol, el baloncesto es otro ejemplo de esto que contamos. Entidades sin ánimo de lucro montan actividades tipo campus que les ayudan a mantenerse a flote. Esto es tan cierto como que el baloncesto en Tenerife históricamente ha estado auspiciado por sociedades privadas y colegios, con lo que el día a día se hace más llevadero. Al margen de que los progenitores de los practicantes presentan un perfil de clase media, más dispuestos a rascarse el bolsillo si hay que acudir, por ejemplo, a un campeonato de Canarias o de España. Y en lo que no es fútbol ni baloncesto, estamos asistiendo a una auténtica revolución. Se han puesto de moda las pruebas de montaña, las pruebas nocturnas, desafíos, duatlones, triatlones, travesías a nado… Estamos llegando a un punto que ya no se sabe lo que es atletismo, ciclismo o natación, con todo mezclado. Por cierto, una pregunta: ¿Cuántas de estas pruebas cuentan con un seguro de responsabilidad civil?

Y deportes con tanta tradición como el tenis se ven cada día más ensombrecidos por el pádel, que ha triunfado en España, Argentina y México… y poco más. ¿Querrá decir algo? Seguramente será porque en estos países hermanos nos gusta más pegar y no correr. Nos gusta también porque está de moda y porque hay un público sénior e incluso veterano que en una segunda juventud le ha cogido el gusto a competir —y a destrozarse las rodillas—, un público al que de paso se le puede sacar una perrillas. Mientras, el mundo de la cultura espera por la aprobación de una ley de mecenazgo que incluya beneficios fiscales a aquellas personas o empresas que apoyen a las artes. En el mundo del deporte habría que ir pensado en algo parecido. Eso… o que se nos aparezca la virgen, que en el caso del deporte español sería que a Madrid se le concediera la organización de los Juegos Olímpicos y que ello provocase un relanzamiento del plan ADO.

Muchos ya rezan para que así sea.

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