Lluvia sobre lava. Crisis y estructura productiva

No es fácil enfrentarse a un análisis con la conclusión en la cabeza a modo del mayor de los prejuicios. Ni ortodoxo. Ni científico. Así que cuando me sugieren el tema de este ensayo económico, antes de empezar a pensar, he concluido que el período de crisis por el que atravesamos no ha alterado lo que mis anfitriones han llamado modelo de desarrollo económico de Canarias. Mal hecho, pero he de reconocer que ese ha sido mi esquema de reflexión.

En realidad, lo que he pretendido analizar es si las circunstancias socioeconómicas que están definiendo estos últimos seis años —por acotar el horizonte temporal con datos— han provocado que la estructura económica de Canarias se altere; no sólo coyunturalmente, sino sobre todo, y valga la redundancia, estructuralmente. Ello implicaría poner la lupa y foco sobre la organización de los sectores y recursos productivos en nuestra región y tratar de observar cambios en ellos. Una reducción sencilla nos llevaría a destripar, por ejemplo, el VAB o PIB regional y su evolución interanual y comprobar si nuestra actividad y rentas, tradicionalmente terciarizadas siguen en su sitio.

Por adornar con algo de falsa seriedad cuantitativa y rigurosidad este documento, he cedido a la displicencia y soberbia del ni falta que hace, para comprobar que la composición del PIB por ramas de actividad ha sido estable entre el 2008 y el 2013 en Canarias [Ver gráfico de evolución del PIB]. Algunos detalles los comentaremos más adelante, pero, en buena lógica, pretender que se produzcan alteraciones de esta naturaleza en tan sólo 6 u 8 años es a priori muy difícil. Esa es la primera razón para que al margen de la necesidad o voluntad de una alteración, sea por un proceso como esta recesión o por factores más endógenos o controlados, no esperáramos encontrar modificaciones sustanciales en nuestro tejido productivo.

Utilizando otra variable, como las rentas salariales de las mismas ramas (lo que han ganado los trabajadores, en vez del valor que se ha generado en ese sector) para casi el mismo periodo, arroja resultados similares. En evolución de la estructura. No en concordancia, ni tendencia comparada entre rentas y producción. Eso lo tendré que dejar sobre la mesa para no descarrilar del tema principal [ver gráfico de evolución de salarios]. Pero ¿es que realmente han ocurrido cosas en este período para cambiar significativamente nuestro modelo económico y sus resultados? Y a parte de lo que ha venido dado, ¿los responsables de las políticas económicas, y demás decisores con capacidad para modular y provocar estos movimientos, han mostrado voluntad o declarado la necesidad de hacerlo? No recuerdo nada en ese sentido. Y creo que este hecho, como segunda causa, es fundamental para que se dieran dichas alteraciones.

Además, tenemos que tener en cuenta una serie de factores que condicionan modificaciones de nuestro sistema productivo y su orientación, que, además del plazo necesario, podemos identificar como:

— El arraigo social del esquema actual (que tiende a perpetuarse por inercia)

— La superespecialización sectorial de nuestra economía

— Los factores naturales extremos (recursos, clima, territorio…) que propician o a veces coartan determinadas actividades.

Lo que es muy posible, y difícil de contrastar analíticamente, es que se hayan producido mutaciones dentro de los sectores, de mayor o menor calado, y más o menos obvios. Podemos repasar algunos.

Sistema financiero y de seguros.

El panorama obviamente sí que ha cambiado, y más a nivel regional que nacional. La reconversión de las cajas de ahorro locales no solo ha alterado los equipos que ahora juegan en esta liga, sino que se han cambiado las reglas de juego. Y los roles; de los que estaban (cajas y bancos) y de alguno que se queda (cajas rurales-cooperativas de crédito). Está cambiando la morfología, materializada en la red, y, sobre todo, los procedimientos en la evaluación del crédito y la re-centralización de la toma de esas decisiones fuera de Canarias. Para bien o para mal.

Construcción

Obviamente, el sector más afectado, al menos en ventas y efectos sobre sus empresas y muy vinculado al sector anterior y sus cambios. Manifiesto en el peso en el PIB: del 11,28% en el año 2008, al 6,45% en la previsión del INE para el 2013. Misma ponderación y evolución según los salarios de sus trabajadores. La evolución de mayor calado en la estructura, pero no más allá de un ajuste. No hay un giro radical.

Administración Pública

Mantiene su estatus de segundo subsector o rama más relevante. A pesar de la figura de valle que ha descrito gráficamente su valor absoluto en estos años, ha aumentado su peso del 17,46% al 18,39%. Algo que indudablemente choca con las políticas de austeridad llevadas a cabo, que parecían dejar este bloque en franca disminución relativa respecto a las demás ramas.

Comercio y transporte

Del 29,86% al 32,81%. Los únicos grupos de actividad que ganan peso significativamente en este periodo.

Estos matices quizás sean en unos casos destellos de cambios de tendencia, sobre todo en productividad; y en otros casos, obcecadas demostraciones de persistencia en gastos y esfuerzos productivos incapaces de mejorar la riqueza en valor de la economía canaria.

Para profundizar con un análisis realmente riguroso y extenso sugiero el de Sara Davies, Estefan Kah y Charlie Woods en su obra Regional Dimensions of the Financial and Economic Crisis [European Policies Research Centre. Univ. of Strathclyde. 2010], donde más allá de evaluar cambios sectoriales, describe y analiza los impactos de la crisis sobre las economías regionales europeas, las causas de los hechos diferenciales respecto a las economías nacionales en conjunto, y sobre todo, las políticas económicas y acciones, tanto de gobiernos regionales como centrales de cara a corregir esos impactos negativos. Una idea subyacente parece ser la de recomponer el todo (estados y Europa) desde las partes (regiones).

Los autores de ese trabajo acaban preguntándose: “¿Tendrá la crisis efectos estructurales?” Llegan a describir hasta cinco, de distinto calado, sin relación directa con alteraciones en los modelos productivos. A continuación extienden la pregunta sobre los efectos en el desarrollo regional, que nos sirven para introducir una serie de consideraciones finales a modo de cierre. ¿Suscita esta situación un debate y la toma de actuaciones en consecuencia, sobre el modelo de actividad económica del Archipiélago? ¿Ha obligado la crisis a replantearnos este modelo basado en una rama como las actividades alojativas turísticas y sus servicios complementarios, incluida la construcción, mas una administración hipertrófica? No lo parece. Y quizás no sea un cambio radical el objetivo que pudiéramos consensuar.

Renegar radicalmente en este momento de la estructura vigente tras tantos años podría sonar a suicidio. Pero rolar a equilibrios que pulan y transformen a mejor esa estructura, en términos de productividad o I+D+I aplicada ­—así como la regeneración de algunos sectores abocados a difíciles porvenires sin marcos de ayudas públicas— y ahondar en el crecimiento de nuevas actividades, por ejemplo las ligadas a las TIC, pienso que sería un marco de mayor sostenibilidad que el actual. Quizás no necesitamos una economía distinta, sino una economía que funcione mejor.

Conciliar esos objetivos con la disponibilidad de recursos humanos y tecnológicos cualificados, la urgencia de resolver problemas de empleo y subsistencia primarios, la dificultad de reordenar a corto plazo el gasto público, y otros condicionantes fruto de la alarma y la perentoriedad del momento, no es tarea fácil. Pero tampoco será fácil encontrar un motivo, excusa, razón, detonante u oportunidad —como queramos denominarla—, para abrir la caja de la reflexión y la actuación en este sentido.

Por acabar con el prejuicio inicial, la crisis no ha cambiado las grandes piezas de esta máquina, pero quizás sirva para cambiar algún ritmo y dientes de los engranajes que más lo necesitan. Pero sin las voluntades adecuadas y necesarias (políticas, empresariales, sindicales, sociales, etc.) todo se quedará en una fina lluvia sobre el malpaís.

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