Tras la tempestad no viene la calma. Y del naufragio apenas quedan los restos. A la deriva. Mientras, el deporte amateur y de base se trata de reinventar para sobrevivir a la crisis. En Tenerife y en Canarias tenemos ejemplos de sobra de lo mucho que ha cambiado el panorama en los últimos años. Ha faltado imaginación y autocrítica, quedando la duda de si realmente habremos aprendido la lección.
La realidad del deporte base, con el fútbol y el baloncesto como principales protagonistas, pasa por la economía ajustada propia de estos tiempos. Los ingresos llegan fundamentalmente de la cuota que cada niño debe aportar. Otra parte importante del dinero se recauda en las cantinas que se explotan en los campos y pabellones, muchas veces con los ayuntamientos mirando para otra parte. Todo eso, más rifas y algún patrocinio. El club debe tramitar fichas, pagar arbitrajes y abonar gratificaciones a los entrenadores como principales gastos. Si bien es cierto que algún presidente avispado ha encontrado en este mundo su medio de vida, no es menos cierto que son muchos los beneficios que esta actividad genera. Entrenadores y árbitros obtienen un sobresueldo con estos trabajos a tiempo parcial. Pero sobre todo es de justicia reconocer que miles de niños y niñas practican deporte. O lo que es lo mismo, crecen saludablemente al tiempo que se divierten jugando y entablando amistades.
El papel de la administración aquí ha sido el de facilitador. Con poner las instalaciones ya cumple. No cabe duda que los ayuntamientos constituyen el principal sostén de la actividad. No obstante, dependiendo del municipio hay diferencias. En Tenerife existen casos de poblaciones que pueden presumir de instalaciones (La Laguna, Adeje o Arona) y otras que por falta de planificación y gestión no acaban de dar la talla (Santa Cruz o Puerto de la Cruz). Otros ayuntamientos, quizá movidos por el afán recaudatorio de la administración actual, han dado el paso para constituirse en organizadores del deporte base a través de la creación de escuelas municipales de fútbol y baloncesto, una figura hasta ahora reservada a los deportes llamados minoritarios.
Partiendo de la base de que lo público no debería pensar en hacer negocio, hay que reconocer que el papel que les espera a los ayuntamientos en el futuro no será fácil. Si hace una década sacábamos pecho porque se había desterrado la tierra de nuestros campos de fútbol y todos los pueblos disponían ya de un polideportivo cubierto, ahora nos preocupa que esas instalaciones empiecen a caducar. Cambiar un campo de césped artificial se cifra en unos cientos de miles de euros. En Tenerife hay más de cien de estas instalaciones, muchas de ellas ya con un grado de desgaste importante. Y actualmente estamos ante una administración local casi sin recursos para obras, centrada en pagar nóminas y cubrir los servicios básicos: limpieza, seguridad…
Francamente, a día de hoy no veo de dónde va a salir el dinero. Por eso no me extrañaría que poco a poco fuésemos viendo cada vez más ayuntamientos buscando recursos donde ahora otros tienen su pequeño negocio. Sin olvidar tampoco que existe una demanda social creciente de complejos deportivos como piscinas cubiertas. En estos casos, con una población cada vez más envejecida, lo lógico será que la administración se centre en mantener estos lugares, resultado de elevadas inversiones. Esa demanda social ira a más y hará falta cada vez más dinero. Como si de un aviso se tratase, la existencia de estas instalaciones ha terminado con pequeños gimnasios de pueblo o de barrio, negocios que no han podido competir con los modernos centros polideportivos de amplios horarios y fácil aparcamiento.
Deportes de moda
Resulta llamativo que en plena crisis hayan surgido fenómenos exitosos como la creciente afición al pádel o a las carreras de montaña, por poner dos de los ejemplos más conocidos. Y todo ello sin olvidar los triatlones, los duatlones, los maratones, las travesías a nado, etc. Esto es así hasta el punto que no se encuentra un hueco en el calendario, con todos los fines de semana plagados de citas de este tipo a nivel local. Poco a poco se ha ido consolidando un perfil de deportista sénior, de un nivel adquisitivo medio-alto, dispuesto a hacer un gasto en material y pagar una inscripción. Veo una cierta novelería en todo esto, si se me permite el apunte. La cuestión es experimentar lo nuevo y, al tiempo, lograr una buena descarga de adrenalina.
Ello ha ido en detrimento de deportes que parecían consolidados, casos del tenis, el ciclismo, el atletismo o la vela, que han ido sufriendo una fuga de practicantes a esas otras disciplinas de moda. Ello explica, por ejemplo, que muchos cross —la prueba pedestre por antonomasia en Canarias y auténtico germen del atletismo aquí cuando no había pistas donde practicar— se estén muriendo poco a poco. Las vueltas atléticas a Tenerife o La Laguna ya son historia, en parte debido a esto y en parte debido a las exigencias de las nuevas normativas para hacer deporte en vías abiertas al tráfico. El mitin internacional de atletismo que se celebrará en el Francisco Peraza también forma parte del recuerdo.
Divisionarios
Renovarse o morir parece haber sido la cuestión para los clubes con equipos en categoría nacional. En el plazo de unos años el panorama ha cambiado sustancialmente. En el fútbol de Segunda División B, ese escalón entre lo profesional y lo amater, en Canarias hemos pasado de tener hasta siete equipos a sólo uno y que además es filial: Las Palmas Atlético. Atrás quedaron proyectos como el Vecindario, que llegó a jugar en Segunda División; o el Pájara Playas de Jandía, que disputó una eliminatoria de Copa del Rey con el Real Madrid. Fuerteventura, que llegó a tener dos equipos en la categoría de bronce del fútbol nacional, a día de hoy sólo cuenta con uno en Tercera División: el Cotillo. Eran proyectos deportivos que se sostenían con el dinero de los ayuntamientos, pero llegó la crisis y mandó a parar.
En el baloncesto asistimos en los últimos años al fracaso de las fusiones en Tenerife auspiciadas por el Cabildo. El Tenerife Baloncesto pasó a la historia y el Isla Única de féminas compite hoy en categorías insulares. El UB La Palma, que llegó a ser un fijo en LEB, igualmente no es más que un recuerdo. En EBA sólo compiten Náutico y Santa Cruz, una liga donde militaron en el pasado Aridane, Dominicas Santa Cruz de La Palma, San Isidro, Tacoronte, un filial del Gran Canaria…
El waterpolo de élite se despidió de Tenerife cuando el Martiánez entró en quiebra, aunque aquel proyecto en parte ha encontrando continuidad en el Echeyde, un escalón por debajo de la máxima categoría. El que no ha tenido heredero ha sido el Patín Tenerife en hockey. Casi lo mismo se puede decir del Arona en la Superliga masculina de voleibol. Y en categoría femenina se apagó la luz del CV Tenerife, que llegó a ser campeón de Europa. El voleibol femenino resiste con el Aguere en la máxima categoría y dos representantes en Superliga 2: Haris y Cuesta Piedra. Y el balonmano es otro deporte donde cualquier tiempo pasado fue mejor: atrás quedó el Tres de Mayo, un equipo respetado en la máxima categoría. El Perdoma, en féminas, también pasó por la élite, aunque fuese fugazmente. No obstante, la llama sigue vive con el Tenerife, el Tejina y el Salud, pero lejos de la máxima categoría. Pero si se me permite, algo falla a este nivel del deporte cuando pasa el tiempo y jugadoras con más de 40 años siguen jugando al voleibol en categoría nacional. O cuando los equipos de fútbol o baloncesto base incorporan a jugadores provenientes de África para ganar centímetros y músculo…
El pasado
En esta tierra hemos pasado de presumir de patrocinar al equipo de Sito Pons en el Mundial de motociclismo a pelearnos un día sí y otro también con el Consejo Superior de Deportes por el dinero de la ayuda al desplazamiento. Un dinero que parece no llegar nunca… a tiempo. Acúsenme si quieren de hacer demagogia, pero la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias se ha dejado millones y millones en patrocinios aquí y fuera que hoy nos parecen de ciencia ficción. Un dinero que ahora nos vendría muy bien para cosas que sí son realmente necesarias. Acúsenme de hacer demagogia, pero en Canarias nos hemos dejado una morterada en el Gran Canaria Arena para albergar cinco días de un Mundial de baloncesto. Vale que la instalación queda para el futuro, ¿pero cuántas veces se llenará con un partido de baloncesto? Bueno, a lo mejor si se llena con un concierto de Maná. Aunque está claro que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma: muy cerca del Gran Canaria Arena tenemos un Estadio de Gran Canaria para más de 30.000 espectadores que se llena de higos a brevas y que sigue teniendo partes a medio terminar. Es una instalación con una pista de atletismo, pero que nunca acogió una prueba del deporte rey. Increíble tratándose del mayor recinto deportivo que existe en el Archipiélago. Una instalación a la que una nueva obra acercará el público al campo. Y se cargará las pistas de atletismo. Y en Santa Cruz de Tenerife tenemos un pabellón Pancho Camurria, en honor a una de las glorias del deporte vernáculo, donde hace años que no se practica la lucha canaria. Y tenemos un pabellón Paco Álvarez y un Palacio Municipal de Deportes que se caen a cachos. Francamente, no me lo puedo creer. Francamente, tenemos lo que nos merecemos.