Del ascenso meteórico al desmoronamiento

Domingo 1 de junio de 2014, Palacio de Deportes Quico Cabrera de Santa Cruz: más de 4.000 personas abarrotan las gradas para vivir el ascenso a Primera División del Uruguay, un club de barrio que más rápido de lo esperado había crecido hasta devolver el fútbol sala tinerfeño a la élite dos décadas después. Es el éxito de un grupo de jugadores de gran nivel comandados por un técnico solvente como Francis Arocas.

El Uruguay no tenía margen para el error aquel domingo. Tras la derrota sufrida en Elche nueve días antes, los celestes debían ganar dos veces en 48 horas a su rival para que no se difuminara el sueño. Semanas antes, una dura derrota en Valencia ante el Levante evitó el ascenso directo. La segunda y última oportunidad no podía ni debía escaparse. Y no se escapó. Con un inolvidable 6-4 el Uruguay ganaba el partido y remontaba la eliminatoria en un playoff de ascenso que se había puesto cuesta arriba. Ahí, en aquel domingo de gloria y en un ejercicio inolvidable fue protagonista Carlos Corvo, ídolo de la afición del Uru, para comandar a sus compañeros en las batallas decisivas.

Mientras, el ambiente plantaba una semilla difícil de olvidar. Había renacido la pasión por el futsal en Tenerife. En los primeros escalones de la grada estaba Andrés Pedreira. El presidente y promotor del milagro estaba bien secundado por políticos y empresarios que ni se planteaban lo que iba a suceder meses más tarde. Y es que en los momentos de éxito, en los que el mago saca adelante su truco y deja boquiabiertos a los presentes, pocos se preguntan dónde está el engaño. Sabe mejor dejarse llevar. Y eso hizo la Isla durante meses. En una competición poco rentable como la Segunda División y sin ayudas públicas –porque su permanencia anterior se había resuelto en los despachos– la plantilla conformada era situada entre las favoritas por sus adversarios.

El vaticinio, ya se ha dicho, se cumplió. Y consumado el ascenso a Primera División, el verano trajo la renovación del bloque que había logrado el éxito. El máximo mandatario del club los quería a todos. Remató la plantilla repatriando al gomero Javi Rodríguez e incorporando a jugadores de primer nivel como Jesús Murga y Lolo Suazo, sin cabida en equipos grandes como Inter Movistar o El Pozo Murcia. Contra este último se produjo el soñado debut en la élite. La dulce derrota (8-6) ante uno de los gallitos despertó el interés del fútbol sala nacional. ¿Cómo era posible? Nadie contestó, pero el propio Suazo y el incombustible Corvo se colocaron al frente de la clasificación de máximos goleadores.

Y poco a poco, el Uruguay demostró que era lo suficientemente competitivo como para lograr una permanencia sosegada. Hasta que todo giró de forma brusca en una semana, a finales del mes de octubre. El día 24 fue detenido Andrés Pedreira y el proyecto empezó a desmoronarse. Implicado en el caso Simpromi, el dirigente presentó la dimisión y la directiva se sintió desamparada. Era la séptima jornada y aquella visita, la del Ribera Navarra, representó la imagen posterior del desmoronamiento. El encuentro se jugó en Adeje por la inundación sufrida por el Pabellón de Santa Cruz y el equipo, afectado por las noticias extradeportivas, cayó fulminado por un rival claramente inferior (3-8). La ilusión había desaparecido.

Despedidas… y cierre

Sin apoyos, afrontar los pagos resultó imposible y el club abrió la puerta de salida a los componentes de su plantilla que encontraran un destino mejor. Aunque a cuentagotas, se fueron marchando todos. Derrota tras derrota, el equipo celeste llegó al final de la competición y descendió. Lo hizo en la cancha y con una plantilla netamente tinerfeña. Así fue desde diciembre de 2014. Solo José Luis, Jacinto, Pablo y Josué acabaron la temporada. El resto buscó acomodo en otros equipos de Primera, Segunda o incluso en Italia. El formato fue el mismo: partido de despedida, lágrimas, agradecimiento eterno y adiós. Los cambios llegaron incluso al cuerpo técnico. La dimisión de Arocas, afectado por todo lo sucedido, dio paso a Ruymán Cabello y sus ayudantes.

Mientras se deshilachaba el Uru, la afición tinerfeña pudo ver a las estrellas del Inter Movistar sufrir en un Santiago Martín con más de 3.500 personas en las gradas. Y luego, ya con los cambios, jugando sólo con pibes de la casa, los paseos de El Pozo y Barcelona en la Isla. A medida que avanzaba la temporada, los más de cuatro mil asistentes al partido del ascenso ante el Elche se convirtieron en un centenar y medio que, eso sí, aplaudió a rabiar la honrosa despedida (en la cancha) de la categoría. Eran los seguidores del equipo y del fútbol sala por encima de modas y éxitos. Aficionados que ahora quedan huérfanos en espera de tiempos mejores que tal vez ya estén en camino.

Un partido fuera de la cancha

Andrés Pedreira, acusado de malversar fondos públicos, habría inyectado dinero de Sinpromi en el Uruguay FS de forma ilegal. Se explicaría así una gestión en la que prácticamente no participaba el resto de la junta directiva. La respuesta del presidente fue siempre la misma cuando se le ofrecía ayuda: “Eso está ya arreglado”. Por eso se sintieron huérfanos tras la dimisión del mandatario. Empezó entonces un duro partido en los despachos por la supervivencia: ahorro de costes, refinanciación de deudas… En la cancha no había lugar a las sorpresas y la derrota era el único resultado posible. El club tinerfeño descendió deportivamente a Segunda División y renunció a su plaza a renglón seguido. La temporada 15-16 ya no compitió. Aunque sigue existiendo.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad