La UD (por fin) es de Primera División

La Unión Deportiva Las Palmas volvió a la Primera División trece años después. Y lo hizo a la heroica, con un gol a tan sólo siete minutos para el final de la temporada 14-15. Un tanto que sirvió para culminar la remontada de una eliminatoria que tenía en contra y que por un momento trajo a la memoria el infausto recuerdo del curso anterior, cuando el equipo amarillo se quedó sin un ascenso que ya acariciaba.

Un gol del argentino Sergio Araújo llevó a Las Palmas a Primera División. Y provocó el éxtasis de una afición que cambió las lágrimas de impotencia por las de alegría. Entre unas y otras pasaron 364 días en los que se mezclaron sentimientos tan diferentes como la ilusión por los buenos resultados de la primera vuelta, la decepción por no conseguir el ascenso directo o la incertidumbre por disputar por tercer año consecutivo un playoff donde todo es posible. Sólo que esta vez todo acabó bien. Si de algo sirvió aquel gol del Córdoba en el último segundo –que privó a Las Palmas del ascenso la temporada anterior– fue para crear un espíritu de unión entre todos, la sensación colectiva de que el fútbol le debía algo a la Unión Deportiva, de que el lamentable espectáculo de gente bajando de las gradas al terreno de juego, y que sin duda influyó en el fatal desenlace, sólo se podría remediar con el regreso a la máxima categoría.

Y en esas se formó un nuevo equipo con un nuevo entrenador, Paco Herrera, con experiencia en la categoría y que tres temporadas antes había conseguido el ascenso con el Celta. Con él llegaron seis refuerzos: Guzmán Casaseca, Cristian Fernández, Marcelo Silva, Casto, Culio y Sergio Araújo. De ellos, sólo los tres últimos se podrían considerar titulares. En todo caso, ayudó que Las Palmas comenzó la liga de forma brillante: en las cinco primeras jornadas consiguió cuatro victorias y un empate. Entre los méritos que se le atribuyen a Paco Herrera no sólo estuvo el haber conseguido unir a todo el vestuario nuevamente, sino el haber impuesto desde el principio su idea de juego: presión arriba para robar el balón al rival y velocidad para atacar. Y sobre todo, se encontró con un delantero excepcional, Sergio Araújo, desconocido hasta entonces y que sorprendió a propios y extraños desde el primer partido.

Araujo llegó cedido por Boca Juniors con una opción de compra después de haber fracasado en el filial del Barcelona. Su balance fue incuestionable: marcó en la primera jornada y en la última, fue el máximo goleador de la temporada con 25 tantos, entre ellos el del ascenso, y al club no le quedó otra que pagar los 2,5 millones acordados para tenerlo en propiedad. Pero también hubo problemas: si en las cinco primeras jornadas el equipo sumaba ya 13 puntos, en la sexta llegó la primera derrota, que habría pasado desapercibida de no ser porque ocurrió en el Rodríguez López, en el derbi contra el Tenerife (2-1), a pesar de que los amarillos se adelantaron en el marcador. Suele ocurrir en los duelos de máxima rivalidad que el equipo que llega en peor situación pone en dificultades al que llega mejor, y en el derbi canario por excelencia no fue menos. Pese al traspié, la primera vuelta de Las Palmas fue excepcional.

El juego amarillo gustó y consiguió ganar en campos de rivales directos como Girona o Valladolid; y empatar en casa de Betis, Mallorca o Ponferradina. Con todo, los de Paco Herrera fueron campeones de invierno. Un título honorífico que no vale para nada pero que invitó al optimismo, puesto que en los cinco ascensos anteriores el equipo nunca había logrado tal distinción. La marcha triunfal en el plano deportivo coincidió además en aquel lejano mes de diciembre con el fin del proceso concursal en el que el club estaba metido desde el 2 de noviembre de 2004. Diez años y cuarenta y dos días después, tras saldar o pactar 72 millones de euros de deudas con 364 acreedores, la Unión Deportiva volvía a estar gestionada por sus dueños y no por un juez. Diez años de tortura que coincidieron también con innumerables miserias deportivas, con el equipo naufragando incluso en la Segunda División B. Lo que cabe esperar ahora es que todo este largo proceso haya servido de lección para que no se vuelvan a cometer los errores de antaño.

La vuelta de Jonathan Viera

El mercado de invierno sirvió para la llegada de un delantero como Alfredo Ortuño y para el regreso de Jonathan Viera, que después de abandonar la Unión Deportiva no consiguió estabilidad en el Valencia, ni en el Rayo Vallecano, ni en el Standard de Lieja belga. Regresaba a casa “un jugador diferente”, tal y como lo definió Paco Herrera. Sin embargo, toda la ilusión que supuso la buena marcha del equipo en la primera vuelta, reforzada por el fichaje de Viera, se transformó en una nueva decepción. En toda la segunda vuelta Las Palmas no ganó un partido fuera de casa, salvo los dos últimos, cuando ya sabía que jugaría el playoff. Tres empates y cinco derrotas lejos del Gran Canaria, unidos a tropiezos en casa ante Betis, Valladolid o Tenerife abocaron nuevamente al equipo a disputar las eliminatorias por el ascenso. Y a partir de ahí empezaron a surgir todos los fantasmas.

Por tercera temporada consecutiva, el trabajo quedaba reducido a cuatro partidos en el mejor de los casos. En la primera de las promociones, la Unión Deportiva cayó en Almería en la prórroga por inexperiencia; en la segunda perdió contra el Córdoba por factores externos; y esta, la tercera, la afrontaba después de haber desaprovechado una oportunidad única de conseguir el ascenso directo. Doce días de infarto, si es que conseguía superar a su primer rival, el Valladolid. Y lo cierto es que Las Palmas no consiguió ganarle ninguno de los dos partidos, pero el gol de Araújo en Zorrilla valió doble. En la vuelta en el Gran Canaria, que acabó sin goles, el equipo vallisoletano tuvo la última ocasión pese a que los amarillos habían tenido innumerables oportunidades para sentenciar. Se temió lo peor en esa última jugada. Estaba claro que, si se subía, tenía que ser sufriendo.

Sin tiempo para digerir la clasificación para la final, Las Palmas afrontó la eliminatoria decisiva frente al Zaragoza sabiendo que se enfrentaba a un rival al que había ganado en los dos partidos de la fase regular, que había quedado dos puestos por detrás y al que recibiría en el Gran Canaria en el partido de vuelta. O sea, exactamente igual que el año anterior contra el Córdoba. Volvieron los fantasmas. Y más cuando el equipo perdió 3-1 en La Romareda después de adelantarse en el marcador con un gol de Jonathan Viera… y de suicidarse después con errores defensivos inconcebibles a esas alturas. Todo se iba a decidir en Gran Canaria. En los cuatro días siguientes, hasta el partido, la isla entera se concienció para la remontada. Para aquel entonces, la canción Amarillo es mi color, de Luis Quintana, que se hizo famosa esa temporada, formaba ya parte del repertorio habitual de la afición amarilla.

Y llegó el momento. Fue e1 de junio de 2015 con lleno absoluto en el estadio. En algún lugar de la mente, los fantasmas de Córdoba. Las Palmas llegó al descanso en ventaja con un gol de Roque. Quedaban 45 minutos para marcar otro y no encajar. Y cuando peor estaba jugando, sucedió el éxtasis. Fue en el minuto 83: Jonathan Viera colgó un balón al área, Ortuño lo tocó con la cabeza, Aythami evitó que saliera por la línea de fondo con una acrobacia… y Araújo, el elegido, lo recibió en línea de gol para meterlo dentro de la portería. No hay mejor manera de explicar el estallido que supuso el gol del ascenso que con el propio sonido. Los minutos restantes fueron una agonía, no por el peligro que creaba el Zaragoza, que era nulo, sino por el recuerdo del año anterior. Pitó el árbitro y por las gargantas y lagrimales de la gente salieron expulsados trece años de recuerdos.

Salieron expulsados trece años de partidos infumables, de jugadores locales extraordinarios vendidos, de fichajes de poca monta, de temporadas intrascendentes, de ascensos frustrados, de espectáculos como aquel ante el Córdoba… Pasará a la historia como el primer ascenso en el estadio de Gran Canaria, quince años después del último, entonces en el viejo y querido estadio Insular. Quizá por ello se organizó una marcha desde el recinto de Ciudad Jardín al de Siete Palmas en la mañana del día del partido. Fue para invocar en ese trayecto a los viejos héroes que tantos y tantos momentos de gloria regalaron a la afición. No fallaron.

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