Sir Álex Martínez

He de reconocer que nunca seré objetivo hablando de Alejandro Martínez. Confieso mi admiración desde hace tiempo por éste técnico al que nadie le ha regalado nada. Trabajador incansable, enamorado de su familia y entregado a su vida: el BA-LON-CES-TO. Escrito el texto, conozco su abandono del Canarias y sus causas. Nada cambia. O sí: aún crece más mi admiración por Alejandro.

Alejandro Martínez tiene un punto de autodidacta que le ha convertido en un entrenador que se recicla permanentemente para no quedarse nunca descatalogado y así poder ofrecer su baloncesto de calidad y ataque. Así es el básket de Álex Martínez. De ir al intercambio de golpes cual Mike Tyson, a marcadores elevados para que la grada disfrute. De estrategia, de a ver quien llega antes a los cien puntos desde una buena y sólida defensa. Todo deporte y a la vez batalla. Es como una guerra napoleónica, intentando sorprender permanentemente a tu rival desde una pizarra. Como el ajedrez, donde un movimiento en falso te cuesta un triple y de paso, un partido. De concentración, dónde con el último segundo y estando muerto puedes recobrar la vida y vencer. En definitiva, un baloncesto con una máxima: divertir divirtiéndose.

Estoy seguro que este tinerfeño —nació en Barcelona pero desde niño se instaló en la isla picuda— renunció en su día a más de una salida nocturna, propia de su edad, para empaparse de baloncesto en la plaza con los amigos. Para repasar las estadísticas, perfiles, fichas, clubes, historias y anécdotas que recogían los SuperBasket y Gigantes de su adolescencia. Para hablar de James Naismith o Bill Rusell, de Red Aurebach, Pinone o Essie Hollis. En su día algo parecido hicieron los Pedro Martínez (gran amigo de Álex), Alfred Julbe y compañía. Seguro que valió la pena retirarse de lo habitual para hacer lo que de verdad le abducía, para inyectarse esa droga tan recomendable llamada baloncesto. Para trabajar con el mismísimo zorro plateado, con el gran Alexander Gomelsky.

Patricia, su mujer, se deja engañar todos los veranos por Alejandro: “Cariño, este verano haremos una ruta espectacular, la que nos merecemos. Iremos primero por las islas, luego daremos un salto a la península y luego le pondremos la guinda cruzando el charco hacia Estados Unidos”. Cuando Alejandro habla de las islas se refiere a un torneo local de minibásket que pueda haber en Gran Canaria o La Palma. Cuando habla de la península insinúa pasar unos días en, por ejemplo, Villanueva de la Serena o en Formigal con un campeonato de selecciones cadetes; y la guinda norteamericana la pone con una ruta 66, The Main Street of America, que se crea cada año para atravesar de lado a lado el país viendo los diferentes campus de verano, para luego contarle a su mano derecha Aniano Cabrera (otro que seguro también estuvo en la plaza de la que antes les hablé) quienes son los futuribles para el Canarias, minimizando de esta manera el margen de error a la hora de fichar, ya que a la mayoría de candidatos los ha visto jugar y ha visto su evolución durante años antes de que aterricen en el Santiago Martín. Digo bien que Patricia se deja engañar, porque ella también ama el baloncesto.

Así son los veranos de Alejandro Martínez Plasencia. Mientras estamos en nuestra playa favorita, él está en la Liga de verano de Orlando pensando en aurinegro. Mientras paseamos por los Campos Eliseos camino de la plaza de la Concordia, él está en el Thomas & Mack Center de Las Vegas tanteando al próximo gigante que vestirá de corto en Los Majuelos o visitando universidades y asistiendo a entrenamientos para ir empapándose de los diferentes y más variados métodos de trabajo, tanto de equipos de la NCAA como de la NBA. Me contó un amigo que este año lo vio en Treviso, al norte de Italia, pero no para visitar el puente de la Vía Roma. Se lo encontró empapándose de pallacanestro.

Alejandro es al Canarias lo que en el fúbol Alex Ferguson es al Manchester United o Guy Rox al Auxerre. Fergie fue primer entrenador de los Diablos Rojos durante veintisiete años y ahora es hombre clave en las decisiones del club. El francés Guy Roux sólo dirigió a los del Abbé-Deschamps durante cuarenta y cuatro años. Al escocés la Reina de Inglaterra le concedió el titulo de Comendador del Imperio Británico y al galo Jacques Chirac le nombró Caballero de la Legión de Honor. A este chicharrero no sé si algún día le reconocerán sus logros a esos niveles, pero de lo que si estoy seguro es de que le recordaremos siempre.

Inició su duodécima campaña con los de La Laguna y antes de abandonar la dirección del primer equipo por “motivos personales” que hay que respetar, había estampado su compromiso para seguir hasta 2017. Una señal de confianza casi imposible de ver en el deporte profesional en España, donde las urgencias (casi) siempre le ganan a los proyectos y la estabilidad. Por el camino, Alejandro lideró dos ascensos, uno de ellos a la mejor liga de Europa, donde el Canarias se ha instalado desde hace un lustro. Y también puede presumir, aunque no lo hará, de conquistar una Copa del Príncipe y de una presencia en la fase final de la Copa del Rey. Atrás quedan aquellas doce derrotas seguidas que lo hicieron tambalearse y también más fuerte.

Martínez me parece un tipo honrado y honesto. Buena gente. Algo muy difícil de encontrar hoy en día en una sola persona. Criado en la marea y adoptado en la fiebre amarilla. Es como jugar en el Real Madrid (la marea son los del Náutico de Tenerife) y marcharte al Barcelona (el Canarias es la fiebre amarilla), entidades que en su día tuvieron una gran y bonita rivalidad, hoy algo descafeinada y venida a menos. El día que se anime a reunir en un libro todas las anécdotas que giran alrededor del baloncesto, haré cola en la librería para hacerme con el primer ejemplar. Lo digo porque Alejandro mantiene contacto con muchos de los que han trabajado con él y que ahora desarrollan su labor en la NBA o en la Liga de Desarrollo (D-Ligue). Y tiene para contar mil historias.

Una vez me habló de un jugador que trabajó con él hace muchos años que tenía como aspiración en la vida ser dueño de una franquicia de comida rápida. Cuando dejó Tenerife, ese jugador alcanzó su sueño, le fue mal, se arruinó y tuvo que trabajar en los muelles. Allí hacían una especie de dos contra dos jugando a baloncesto y apostaban mucho dinero. El día que perdió no pudo hacer frente a su apuesta y entonces le pegaron un tiro y lo lanzaron al agua. Otra vez me contó que tuvo a un jugador cojo, pero ahí estaba su virtud, el cojo era una metralleta tirando a canasta. Martínez tiene un libro. No utiliza a sus jugadores como pañuelos de papel, de usar y tirar. Un ejemplo: está cerca del jugador de Ohio, Mike Gansey, ex jugador del Canarias, para intentar tener siempre la mayor y mejor información posible sobre un futurible.

La persona que venga al Canarias no sólo debe ser un buen jugador. Llevado al fútbol esto lo hacían en el mejor Tenerife de la historia Jupp Heynckes y Ewald Lienen. Los teutones se preocupaban por si el futbolista en cuestión era, además de buen jugador, una buena persona. Sir Álex Martínez reúne todas las condiciones para que le sea reconocida esta distinción de generosidad y nobleza, como ocurre en el imperio británico. No hablo sólo de su larga y exitosa etapa en el baloncesto de nuestras islas. Hablo de su compromiso con la sociedad, actuando la mayoría de las veces en silencio. Alejandro colabora de manera activa en la lucha contra el cáncer a través de AMATE, la Asociación de mujeres con cáncer de mama de Tenerife. Implicado además con el Hogar Santa Rita de Puerto de la Cruz, mantiene el contacto con las monjas y niños del centro.

Un hombre bueno, que no es lo mismo que un buen hombre, al que Pepe Cabrera lo quería ver de director deportivo. Time to time.

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