La incesante destrucción de empleo en el sector de la comunicación no ha dejado de ser una constante en los últimos 7 años. Sin embargo podríamos catalogar a 2014 como un año de transición, donde los despidos se han reducido y en algunos casos se ha creado empleo, aunque el balance general continúa siendo negativo, ya que los puestos creados son precarios y no superan a los trabajos destruidos.
En 2014 los conflictos laborales descendieron de forma drástica. Esto cabría esperarlo si las causas que los motivaron hubieran desaparecido. Algo que no solo no ha ocurrido, sino que en algunos casos se han agravado. La pérdida de derechos laborales prosigue imparable ante la impasividad de los trabajadores desorganizados. En cierto modo esto es la consecuencia directa de una reforma laboral que deja atados de pies y manos a los sindicatos a la hora de poder pactar acuerdos dignos en un tablero donde la parte empresarial juega con las cartas marcadas. Al mismo tiempo, la patronal de la comunicación ha avanzado en su ofensiva contra los trabajadores, logrando sin duda la claudicación de las plantillas en determinados medios, donde se ha experimentado una desmovilización progresiva.
Sindicatos ‘amarillos’. La aparición de sectores amarillos o pro-empresa entre los trabajadores es un fenómeno cada vez más frecuente, por considerar que de este modo se alcanzan más conquistas (individuales) que a través de la negociación colectiva o la movilización. Esto ha calado entre los trabajadores, llenando de pesimismo sus perspectivas laborales y llevándolos a rivalizar con sus compañeros por el favor del jefe; o en el mejor de los casos, a pasar desapercibido.
Esto ha hecho que descienda notablemente el interés de las plantillas en participar activamente en procesos colectivos como elecciones sindicales o en candidaturas para los órganos de representación de los trabajadores. En la gran mayoría de empresas de la comunicación no existen delegados o comités de empresa activos, con ánimo de lograr avances en las condiciones laborales.
El último logro alcanzado llegó en 2014, cuando la representación de los trabajadores firmó, en el ámbito de la negociación del nuevo convenio colectivo de La Opinión de Tenerife, un incremento salarial mínimo, aunque incremento al fin y al cabo. Al mismo tiempo, en empresas como Diario de Avisos se comenzaban a sentar las bases para despiezar el grupo Canavisa, eliminando Teide Radio y con ella a sus trabajadores. Resulta incomprensible aún hoy la pasividad de la plantilla ante la destrucción de estos puestos de trabajo.
Resulta necesario analizar profundamente el motivo por el que en las empresas de comunicación las plantillas son más dóciles, al tiempo que disponen de unas condiciones salariales y laborales más penosas. El contexto general no explica totalmente esta sumisión a las directrices patronales. Los sindicatos con presencia tradicional en los medios canarios hemos podido constatar las dificultades con las que nos topamos en el trabajo diario en estas empresas. La escasa conciencia de clase, la desmotivación o las vinculaciones personales con los jefes, entre otras muchas razones, desmantelan cualquier esfuerzo por parte de las organizaciones sindicales para organizar a los trabajadores.
La inspección laboral. La lucha sindical se ha trasladado al exterior de las empresas, con las dificultades que ello acarrea. La defensa de los derechos de los trabajadores de los medios de comunicación se realiza en estos momentos en la Inspección Laboral a través de denuncias interpuestas por los sindicatos con representación. Unas reclamaciones que deben estar sustentadas por pruebas sólidas, con el fin de lograr conquistas y facilitar el trabajo de los inspectores, desbordados por la carga de trabajo que poseen.
La estrategia también pasa por trasladar a la opinión pública lo que ocurre en el interior de las empresas de la comunicación, haciendo partícipe a la ciudadanía de cómo determinados empresarios tratan a su mano de obra y a su recurso más valioso. Por otro lado, se ha convertido en una necesidad informar a los representantes políticos en las distintas instituciones lo que ocurre dentro de los medios de comunicación, muchas veces silenciado de forma consciente.
Ejemplos como la contratación de detectives para perseguir a representantes de los trabajadores, amenazas, despidos sin justificación o discriminación son casos que se registran de forma constante en las empresas sin que trasciendan. El caso Willy es uno de los más claros ejemplos de lo que aquí relato. Los trabajadores de la Televisión Canaria y de Videoreport Canarias (informativos) denunciaron un día sí y otro también las sospechosas maniobras del director general con el presupuesto destinado al ente público.
Los grupos parlamentarios estaban al tanto. CC, PP, NC y PSOE eran perfectamente conscientes de lo que ocurría, pero nadie hizo nada para poner freno a su actuación. Finalmente, la UPCC, junto a IU, se vio obligada a denunciar ante la Fiscalía Anticorrupción a Willy García, ante el silencio de los representantes políticos. Esto, unido sin duda a la denuncia anónima de una mujer cercana a esa Dirección General, puso en marcha una investigación que hoy ha derivado en el procesamiento del ex director general.
Nuevos tiempos. Esta forma de actuar se ha convertido en la nueva política sindical. Actuar y moverse en las órbitas de las empresas, sin actuar en su interior, no parece ser una buena opción, pero en la actualidad es la única que parece estar logrando resultados. Se trata de una estrategia que debe ser temporal y adscrita al momento que nos ha tocado vivir, donde una legislación hecha para el patrón y con la claudicación general de las plantillas, no nos permite alcanzar conquistas duraderas o colectivas a través de la negociación.
La confrontación directa tampoco es una opción, ya que los trabajadores jamás convocarían una huelga o plantearían un conflicto colectivo sin garantías de éxito. Un claro ejemplo fue la huelga convocada en Videoreport en respuesta a los 41 despidos tras un ERE, donde, salvo el primer día, su seguimiento fue escaso.