El CD Tenerife convive con el fantasma de perder el ascenso a Primera División en una tarde nefasta, la del 24 de junio de 2017.
El 24 de junio de 2017 es una fecha con relieve en la historia del Tenerife. Ese día se produjo la derrota en Getafe que, obviamente, marcó la temporada 16/17 y se convirtió en la referencia que data para siempre el año natural del equipo blanquiazul. Aquel doloroso 3-1 en el Coliseum Alfonso Pérez representó una frustración histórica, casi inédita. De hecho, el club solo ha vivido dos días de no ascenso a lo largo de sus casi 96 años. Uno fue ese de Getafe y el otro, el partido en casa ante la Ponferradina, en el último play off de camino hacia Segunda División. En el contexto del año natural, de enero a diciembre, hay un antes y un después de aquella aciaga tarde, en la que un solo gol impidió al equipo de Martí coronar su meritoria remontada en la temporada. Más allá de la trayectoria del equipo y de la experiencia de haber vivido por primera vez un play off, parece indiscutible que 2017 queda para siempre etiquetado como el año de lo de Getafe.
El Tenerife de Martí arrancó la Liga en agosto de 2016 de forma errática, sumido en un período de búsqueda tratando de sustituir de alguna manera -a solo unos días del cierre del mercado de contrataciones-, la inesperada marcha de su principal activo, Nano, que sorprendió a todos en los preliminares del segundo partido de Liga, con el equipo en el vestuario esperando para iniciar su encuentro contra el Sevilla Atlético. Martí, que lógicamente no pudo apañar un remedio goleador con los dos jugadores que llegaron esos días, Jouini y Aarón Ñíguez, tardó varios meses en suplantar al delantero traspasado al Éibar. Cuando decidió que Amath N’Diaye reunía condiciones para hacer de Nano, ya habían transcurrido 14 jornadas de Liga y el equipo estaba en el puesto 17º, aunque a solo cuatro puntos del sexto. La explosión goleadora de Amath articuló una reacción con la que el equipo entró en 2017 enrachado. El mercado de invierno trajo refuerzos de calado. El club incorporó a Tyronne, una petición expresa de Martí para diversificar los recursos en tres cuartos de campo; a Rachid, en el empeño de añadir a la zona de creación la presencia de un jugador capaz de aportar continuidad en el juego posicional; y sorprendió con la llegada, el último día, de Gaku Shibasaki, un talento exótico que revolucionó el entorno del club. El crecimiento de Gaku, una vez superó su largo y sufrido período de inactividad, fue proporcional al del rendimiento del equipo.
Una racha espectacular
En el año de referencia, el Tenerife no perdió hasta marzo (el 19, en el Heliodoro ante el Reus), después de más de tres meses invicto (la anterior derrota la encajó el diciembre de 2016, en Valencia, ante el Levante). Su trayectoria fue en constante progresión, con solvencia defensiva, resultados cortos y abrumadora mayoría de triunfos. Hasta el final de la Liga regular, en 2017 solo perdió 3 partidos, ganó 10 y empató 10. Hubo momentos que conviene subrayar, situaciones en las que creció la dificultad y en los que la respuesta del equipo estuvo a altura de sus aspiraciones. En particular, el triunfo en Mallorca (1-4), los empates en Getafe (2-2), Vallecas (1-1) y Huesca (2-2) y, por encima de todo, la victoria en Cádiz (0-1), con aquel gol inolvidable de Amath en el tramo final.
El Carranza confirmó la alternativa del Tenerife al play off y, por qué no, también un impulso para plantearse aún metas mayores. La oportunidad de desafiar a los dos primeros llegó solo tres semanas más tarde de la gesta de Cádiz. La visita del Girona al Heliodoro, como segundo clasificado, se produjo el 15 de abril, y se convirtió en un desafío. Los catalanes, que llevaban toda la temporada en posiciones de ascenso directo, traían ocho puntos de ventaja (61 por 53), pero el Tenerife era ya su referencia directa, porque estaba tercero. El partido estuvo a la altura, el Tenerife llegó a remontar un marcador de 0-2, a pesar de malograr un penalti, y esa ley no escrita con la que castiga el fútbol se cumplió de forma implacable para las aspiraciones del Tenerife, que encajó el 3-3 y se despidió de su sueño mayor. Aguantó, eso sí, entre los cuatro siguientes… A pesar de las frecuentes lesiones de sus delanteros. Lozano, con sus problemas musculares y Amath, lastrado por la indecisión para cambiar un tratamiento conservador por el quirúrgico y sanar antes de una infección en un pie.
El cuarto puesto final, a solo dos puntos del Getafe, tercero, abrió las puertas del play off, una mini competición tan atractiva como exigente. El Tenerife no llegó a esta cita final en óptimas condiciones, como Amath tampoco a recuperar su mejor versión. Le faltó tiempo. Un futbolista como él, que hace las diferencias haciendo valer su rapidez, se acható notablemente sin su punta de velocidad máxima. El equipo lo notó. Romo y superado tácticamente en Cádiz, acabó en pie el primer embate con una derrota asumible, 1-0. En la vuelta, la incertidumbre del corto 1-0 que obró Shibasaki, mantuvo en vilo durante 120 interminables minutos a un Heliodoro angustiado. Se clasificó porque había quedado mejor situado que el Cádiz en la Liga.
Desenlace y decepción
Y llegó la gran final, ante el Getafe, en la que el equipo de Martí tuvo su momento. En el Heliodoro, después de que Jorge se estrenara como goleador para poner en ventaja a su equipo, al Tenerife se le brindó la oportunidad de liquidar la eliminatoria. No lo hizo, y se presentó en Getafe soñando con hacer un gol. Lo logró, pero no le fue suficiente. La habilidad del discutido técnico local, José Bordalás, que cambió el diseño de su equipo en tres días, sorprendió a un Tenerife sin respuesta para frenar el dinamismo creativo de su rival en el centro del campo, y encajó el 3-1 antes del descanso. El paisaje de la tristeza blanquiazul en un fondo del Coliseum, un millar de ilusiones rotas, arrinconadas y golpeadas, forman ya parte de la historia del club blanquiazul.
La segunda mitad del año empieza el día del regreso de Getafe, cuando Miguel Concepción presenta en público el reto de hacer un equipo aún más fuerte, lo necesario para ascender. El club hizo un gran desembolso en verano para formar un plantel potente. Se incorporaron jugadores de gran calado, como Longo, Montañés, Víctor Casadesús o Juan Villar, otros desconocidos pero con inmejorables referencias, como Malbasic o Bryan Acosta, y algunos de perfil medio y buena trayectoria como Luis Pérez, Aveldaño y Carlos Abad, además de Tyronne, ya para quedarse.
En los seis primeros meses de la nueva temporada, el Tenerife no encontró nunca su golpe de pedal. Martí se enredó. No salió de la búsqueda constante, de los cambios de hombres y de estructura táctica, de las contradicciones en el mensaje. Y sin una idea como cimiento para edificar un equipo, acabó por claudicar. Llegado el final de 2017, el equipo estaba en claro descrédito, undécimo clasificado, a 8 puntos del objetivo mínimo, el 6º puesto. Con una plantilla notablemente mejor, la situación había empeorado. Los fantasmas de Getafe seguían muy vivos.