La aguda y dolorosa verdad

El periodista, historiador y ex político liberal canadiense, un estudioso a fondo del nacionalismo, Michael Ignatieff, dijo este mismo año, en el momento de recoger el premio Francisco Cuco Cerecedo, que el “periodismo sigue igual que al principio”. Y detallaba: “Hoy en día el periodismo continúa tal y como nació, mezclando publicidad y escándalo, asesinato y mercancía, chismes y rumores con la aguda y dolorosa verdad”.

Al afrontar la décima aparición del Anuario de la Asociación de la Prensa de Tenerife (APT) y repasar, siquiera brevemente, algunos acontecimientos relacionados con la profesión y los medios o con hechos tan trascendentes como la libertad de información y de expresión o cómo la digitalización avanza a galope tendido de modo que envejezcan en un santiamén las novedades que venían para quedarse, reflexiones como la de Ignatieff nos hacen ver las incertidumbres y los riesgos del futuro pero, a su vez, lo apasionante que resulta la tarea de asistir en primera fila y ser sujetos activos de un proceso dinámico en el que es necesario moverse con denuedo y determinación para superar etapas y hechos críticos, pero también para incursionar las vías que han de esclarecer un porvenir al que, en cualquier caso, no hay que temer si existe ánimo de innovar y cualificar.

Cierto. Las amenazas y los males que acechan al periodismo laten, con distintos ropajes si se quiere, pero en mucho se asemejan a los que conocimos en otras épocas y con otras generaciones. Por eso, aquí no cabe lo del “ya está todo inventado” al que se recurría otrora cuando alguien intentaba algo distinto y se esmeraba para que el producto tuviese otros reclamos. El periodismo, con sus imperfecciones y sus sesgos, con las redes sociales ganando preferencia en los hábitos de lectura, sus tendencias —y por qué no decirlo: tendenciosidades—, sus dudas a la hora de lanzar el nuevo modelo de negocio, sus equilibrios posibles, su precariedad laboral y sus prestaciones, sus exigencias —especialmente en el plano formativo— y sus afanes para no quedarse atrás, a sabiendas de que un tropiezo, por simple que sea, merma la credibilidad y la propia penetración en la sociedad a la que se debe… el periodismo —decíamos— está como al principio, por seguir a Ignatieff, pero continúa siendo indispensable para estar a la altura de lo que demanda una sociedad a menudo desbordada entre tantas controversias. Es indispensable —digámoslo por enésima vez— para la transparencia de la vida pública, el pluralismo y para que los poderes públicos no incurran en abusos ni desvíos.

Por eso, el periodismo saldrá adelante. Para eso está la aguda y dolorosa verdad. Como resistió en el pasado, y en otras circunstancias sociopolíticas, y como sorteará las dificultades para que los horizontes del porvenir no aparezcan permanentemente teñidos de oscuro. Eso sí: son los propios profesionales quienes han de tomarse muy en serio su cometido: prohibido resignarse o conformarse, aunque los factores adversos sean poderosos y multiformes. Hay que procurar que la confianza en el periodismo y en sus profesionales mantenga los más altos niveles, sobre todo porque se lucha ferozmente en el marco del acceso inmediato a la información, contra las intoxicaciones interesadas, contra las paparruchas, contra las dificultades para contrastarla y hasta contra la dictadura de las audiencias que han pasado a ser, en casi todos los casos, receptores activos que consultan, se informan en las fuentes más diversas, comentan, opinan y critican.

Las páginas que siguen plasman estas apreciaciones que son también inquietudes y demandas que los periodistas debemos asumir con humildad y espíritu autocrítico, como se nos recordó durante las jornadas que convocó en las islas el Consejo Escolar de Canarias que se hizo eco de la sensibilidad derivada de querer incluir el estudio de la función de los medios de comunicación en el Pacto por la Educación y, por tanto, en los planes educativos. Objetivo: llevar el periodismo a las aulas, esto es, introducir una asignatura que enseñe al alumnado a conocer los medios, fomentar el espíritu crítico y discernir entre información y opinión.

Convenimos con la directora general de la Unesco, Irina Bokova, en que el periodismo desempeña un papel esencial para la sociedad. Por eso se trata de trasladar a la ciudadanía noticias confiables y ofrecer información verificada para que la gente se forme una opinión propia y bien fundamentada. Entonces, conectando con el planteamiento anterior, hay que mirar con buenos ojos el que se introduzca la asignatura de periodismo en los cuatro cursos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). La Federación Española de Asociaciones de la Prensa (FAPE) ya ha trasladado al Gobierno esta aspiración. Se trata de una iniciativa que el presidente de la Asociación de Periodistas de Investigación (API), Antonio Rubio, ilustró precisamente durante su estancia en Canarias: “Si no lees, no sabes escribir; si no sabes escribir, no sabes hablar; y si no sabes hablar, no sabes comunicar. La principal función del periodista es saber escribir y saber comunicar”.

Habrá que seguir insistiendo, pues, en los procesos de formación. A la convocatoria anterior, por ejemplo, hay que añadir la que el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) desarrolló en su sede del Puerto de la Cruz, conjuntamente con la APT, para contribuir a que los profesionales de la información actúen de forma cabal, sepan de lo que hablan o escriben y, en definitiva, informen con rigor en caso de que el riesgo volcánico se manifieste de forma natural.

Y habrá que hacerlo desde el gran empeño de los periodistas canarios: crear y poner en marcha el Colegio Profesional cuya tramitación legal se encuentra en su fase definitiva y debe cristalizar con su aprobación en el Parlamento de Canarias.

A la espera de materializar ese logro, debemos dejar constancia de la celebración este mismo año del 40 aniversario de Prensa Ibérica, la empresa editora de La Provincia/Diario de Las Palmas y La Opinión, dos cabeceras que distinguen al periodismo de las islas. Como también lo distinguió el vespertino tinerfeño La Tarde cuya historia de cincuenta y cinco años (1927-1982) se verá reflejada en un documentado volumen de próxima aparición.

Dos hitos, en definitiva, que enaltecen la profesión periodística y a los que, con toda justicia, había que hacer referencia, siquiera de forma apresurada, cuando ya este Anuario entraba en máquinas, como se decía hace ya unos cuantos años. Ahora, sin otra pretensión que la de resultar una fuente de consultas en las aulas, en las redacciones y en los despachos, confiemos en que resulte de utilidad.

Con nuestro agradecimiento a las instituciones públicas, empresas y firmas colaboradoras.

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