La gran mancha del fútbol español

La ‘operación Soule’ provocó un cataclismo en la Federación Española de Fútbol, con importantes repercusiones en Canarias.

Ocurrió la mañana del 18 de julio. Los boletines de radio, los teletipos y las redes sociales escupían a primera hora una noticia tan inesperada como impactante: la detención de Ángel María Villar, el mandamás de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), de la que ya parecía gobernador vitalicio.

Proclamado presidente por vez primera en 1988, había  sido reelegido hasta en siete ocasiones, la última justamente el año pasado y en el marco de unas circunstancias muy anómalas. A Villar se le acusaba de controlar los votos de las federaciones territoriales, muchas de ellas teledirigidas por el aparato que él mismo había tejido desde su llegada al cargo y que le había permitido perpetuarse en el poder. Así se había impuesto, casi siempre con claridad, en las elecciones federativas de 1992, 1996, 2000, 2004 , 2008, 2012 y 2017.

No obstante, lo que se llevó por delante a Villar fue la operación Soule —debe su nombre a un juego de pelota practicado desde el siglo XII, pero también la asocian a Chule, el mote por el que conocían sus más íntimos al presidente de la Federación—, y que trajo consigo no solo su detención en su domicilio, sino también la de su hijo Gorka, la de su sempiterno número dos, el tinerfeño Juan Padrón Morales; y la del brazo derecho de éste último, el también isleño Ramón Hernández Baussou.

Sistema clientelar

El auto del juez Santiago Pedraz revelaba un sistema clientelar que muchos ya habían denunciado sin éxito durante el longevo villarismo, que se extendió a lo largo de casi 30 años. Corrupción entre particulares, estafa, apropiación indebida y administración desleal son las acusaciones vertidas sobre los detenidos, ya puestos en libertad a la espera de juicio. En el caso del ex presidente, tras el pago de una fianza de 300.000 euros, que abonó el pasado 1 de agosto.

Una serie de grabaciones ordenadas por el juez —hechas públicas en diversos medios de comunicación— revelaron cuál era la controvertida forma de gobernar de Villar y Padrón, con presuntas amenazas para recabar apoyos electorales a cambio de partidos internacionales, cargos y cuantiosas compensaciones económicas. El sumario revela una trama tejida por los jerarcas federativos con dos propósitos indisimulables: mantenerse en sus cargos por tiempo indefinido y amasar ingentes sumas de dinero para ellos y sus familiares.

La detención de Villar se produjo cuando el vizcaíno ya era uno de los altos cargos más influyentes del fútbol internacional, hasta el punto de que se le había propuesto para la presidencia de la UEFA. Su nombre aparecía en casi todas las quinielas. Una vez en prisión, el vasco dimitió de sus responsabilidades internacionales pero no en la Federación, de la que le apeó a los pocos días el Consejo Superior de Deportes (CSD). Ya fuera de la cárcel, el ex mandatario advirtió de que las injerencias políticas acaecidas al final de su mandato hasta podrían costarle a España su participación en el Mundial de Rusia y denunció haber sido víctima de una operación pergeñada desde los despachos por Miguel Cardenal. Se refería al ex presidente del CSD, aquel que había iniciado la batalla en los tribunales que derivó en la detención de julio.

Varios meses después de la mediática escena de Villar volviendo a la Federación acompañado de la Policía para revisar junto a los agentes la documentación que descansaba en los despachos de la Casa del Fútbol, el problema sucesorio no se ha resuelto aún. Sigue al frente de la RFEF un hombre de su confianza, Juan Luis Larrea, quien ha anunciado que se presentará a las elecciones para competir con Luis Rubiales, hasta ahora conocido por su labor al frente del sindicato de futbolistas (AFE).

En Canarias, como no podía ser de otra manera, la operación Soule ha tenido consecuencias de trazo grueso. La Federación Tinerfeña era uno de los grandes feudos de Villar. La gobernaba a su antojo Padrón, durante varios años su mano derecha hasta que, muy poco antes de su detención, el presidente vizcaíno prescindió (contra todo pronóstico) de sus servicios y su siempre estrecha colaboración. Ya lo había hecho antes con otros de sus presuntos hombres de confianza, tales como Gerardo González o Jorge Pérez.

A Padrón se le acusaba de ser el brazo ejecutor del presidente, la implacable mano de hierro que hacía y deshacía en las federaciones territoriales, casi con tanto poder e influencias como el propio Villar. En numerosas ocasiones se denunció desde varios medios de comunicación que había derivado a Tenerife unas cifras astronómicas para la construcción de campos de fútbol de césped artificial y que éstas suponían un agravio comparativo flagrante respecto a la inversión en el resto de provincias. La operación planteada para completar el conjunto de las obras también aparece en el sumario de Pedraz, así como la participación directa —como presunto beneficiario de determinadas acciones ilícitas— del secretario de la Federación, Ramón Hernández.

El juez Santiago Pedraz indica que el vicepresidente de la Federación Española, “excediéndose en sus facultades de administración del patrimonio de ésta”, transfirió importantes cantidades de dinero a la territorial tinerfeña (FTF) que él dirige, y que luego se derivaban a una sociedad de nombre Tenerife Sport SL, calificada como “fantasma”. El dinero era transferido a cuentas particulares del propio Padrón y de Ramón Hernández. Los beneficiarios de los mismos son diversas empresas u organismos, “pero con el denominador común de que el importe de los cheques acaba siempre ingresado en las cuentas de Tenerife Sport SL”.

Además, en las intervenciones telefónicas figuran varias llamadas donde el hijo de Juan Padrón, Francisco Padrón, le pide que ponga a su nombre una factura procedente de esta sociedad fantasma. 

La operación Soule signficó un auténtico seísmo que removió los cimientos del balompié español, pero la gran revolución y el giro copernicano (tan esperados como necesarios) en la estructura de nuestro fútbol están aún por venir. Un deporte que mueve contratos multimillonarios, llena estadios y registra audiencias de récord en televisión no puede permitirse estar regido por tramas corruptas y clientelares, donde los dirigentes —enfangados hasta las cejas— han gobernado durante años desde una intolerable falta de transparencia, alejados del interés colectivo y afanados exclusivamente en sacar réditos económicos de su gobierno y eternizarse en sus respectivas poltronas. Su gran mancha era la del fútbol español. Y no había hecho sino crecer a lo largo de los años y de las décadas. Hasta que en 2017 cayeron, al fin, incapaces de demostrar su inocencia ante la contundencia y la nitidez de las pruebas que les delatan.

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