Un Parlamento más plural

La renovación de la política también llega a las Islas de la mano del hastío ciudadano y su consecuencia, los ‘partidos emergentes’.

La democracia canaria no ha pasado de la pubertad, pero ya ha experimentado cambios muy significativos. Durante nueve elecciones autonómicas, a partir de la puesta en marcha en 1982 del Estatuto de Autonomía, se pasó de una Cámara multicolor a otra tricolor; de un Parlamento con nueve partidos políticos o coaliciones (año 1983) a otro con solo tres (1995, 1999, 2003). Atrás quedaban aquellos debates entre señorías de tan variada procedencia como Alianza Popular, Partido Comunista-Izquierda Unida Canaria, Unión del Pueblo Canario-Asamblea Canaria, PSOE, Centro Democrático y Social y la Plataforma Canaria Nacionalista.

Las particularidades del sistema electoral canario -el 87% de la población, la que vive en las dos islas capitalinas, elige a la mitad de la Cámara, y el 13% restante, la de las islas menores, a la otra mitad-, la propia evolución de la sociedad y un proceso de centralización política, que también se dio en el resto del territorio nacional, hicieron que el Parlamento perdiera heterogeneidad. En tres legislaturas consecutivas, las discusiones y decisiones dependieron principalmente de tres partidos: CC, PSOE y PP.

Pero otro gran cambio estaba por venir. Se empezó a presagiar a raíz del surgimiento en 2011 del movimiento 15-M. Extendido por toda España, convertido en noticia de portada de medios de comunicación de todo el mundo, miles de personas tomaron las calles y se organizaron en plazas y parques de todo el país como expresión de hartazgo ante los estragos de la crisis -que dejó un país con más desigualdades y amplias capas de pobreza-, la proliferación de casos de corrupción y el inmovilismo de una clase política que parecía más preocupada por seguir acaparando poder y beneficiarse de su altísimo grado de influencia que por escuchar a esas masas indignadas.

Había llegado la hora de abordar una reforma profunda de todo el sistema, de adaptar el conjunto de normas democráticas instauradas tras la caída de la dictadura franquista a un nuevo contexto. La sociedad había cambiado mucho, tanto que los cimientos del edificio empezaban a quedar obsoletos. En ese caldo de cultivo de disconformidad y rebeldía surgió una de las formaciones que iba a protagonizar la tercera fase -en la que nos encontramos ahora- de la historia parlamentaria de Canarias: Podemos.

La irrupción de Podemos

En las elecciones europeas de 2011, la formación morada irrumpe como cuarta fuerza política más votada en España (1,2 millones de votos y 5 escaños) y en las elecciones generales se pone tercera (5 millones de votos, 71 escaños). El efecto dominó iba a llegar a las elecciones autonómicas de forma imparable porque Podemos, sacándole más jugo que nadie a los avances tecnológicos, había sabido crear rápidamente una red por todo el territorio nacional.

El Archipiélago no se iba a quedar fuera. Y vaya si no se quedó. De la nada, Podemos pasó a convertirse en la cuarta formación con más apoyos en las últimas elecciones de 2015. Había conseguido nada menos que 133.000 votos, a muy poca distancia del tridente (CC, PSOE, PP) que había copado el poder en los tres comicios autonómicos anteriores: a 50.000 del PSOE, 37.000 del PP y menos de 30.000 de Coalición Canaria.

Podemos se topó, sin embargo, con un problema que afectó todavía más a la otra formación que ha protagonizado este nuevo cambio en la cámara legislativa canaria: Ciudadanos. El criterio de triple paridad del sistema electoral, para garantizar la representatividad de las islas menores, perjudica especialmente a partidos como Podemos o Ciudadanos. Los tres grandes, por el contrario, tienen una fuerte implantación en todas las islas, especialmente Coalición Canaria. Resultado: con 133.000 votos, los morados se tenían que conformar con siete diputados -cuando Coalición, con 164.00, logró 16- y los naranjas se quedaban sin ninguno pese a sus 54.000 sufragios.

Y luego llegó Ciudadanos

Ciudadanos no surgió en asambleas populares ni en plazas. Pero sí de la creciente pérdida de credibilidad de los partidos tradicionales –PP y PSOE-. Será el siguiente Podemos, pero a la derecha. Por lo menos así lo aseguran todas las encuestas, que pronostican un ascenso meteórico a nivel nacional y en muchas regiones en los comicios que se avecinan. Ya ha empezado a asentarse en algunos municipios importantes como Santa Cruz de Tenerife y La Laguna. Y el proceso parece imparable.

Con Ciudadanos a la espera de poder romper las barreras electorales para entrar en el Parlamento, los morados sí están ahí ya. Y parecen haber llegado para quedarse. Siete diputados son todavía insuficientes para aspirar a su gran objetivo: configurar una plataforma progresista con otras formaciones que permita desalojar del poder a Coalición Canaria, que lleva tres décadas aferrándose al poder gracias, con la inestimable ayuda del sistema electoral.

No va a ser fácil, aunque mientras tanto lo que sí ha logrado es airear la Cámara canaria -con mejor o peor suerte-, aportar un nuevo color a la sede de Teobaldo Power y plantear una oposición con unas líneas bien marcadas sin necesidad de pastelear con los partidos que se han venido repartiendo la tarta. La esencia de sus propuestas es reformista y de gran calado social. Se condensan en lo que el propio partido llamó “21 Propuestas para Rescatar Canarias”, un plan presentado el año pasado: una renta básica para los numerosos canarios sin recursos -más de 120.000 canarios carecen de cobertura por desempleo-, una reforma integral del IGIC (Impuesto General Indirecto Canario) para beneficiar a las familias con menos ingresos, ampliar la inversión en Sanidad en al menos 300 millones de euros, una reestructuración de la política de vivienda, la potenciación de la Ley de Dependencia, más medios para la lucha contra la violencia machista, una apuesta decidida por las energías limpias o una ecotasa turística para lograr unos ingresos de 400 millones de euros a destinar a políticas sociales, de igualdad y de generación de empleo.

Las divisiones internas -que parecen innatas en las formaciones de izquierdas de las Islas a lo largo de la historia- y la fragilidad estructural de este movimiento asambleario han erosionado esa pasión y efervescencia con la que surgió Podemos. De tal forma que aún cuando se acercan las próximas elecciones municipales, insulares y autonómicas (26 de mayo de 2019), es difícil hacer cábalas sobre la tendencia que experimentarán los morados.

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