Una isla sin milagros ni remedios

La congestión de las principales vías insulares, con el cierre del Anillo Insular siempre presente, trae de cabeza al equipo de gobierno del Cabildo que forman CC y PSOE.

Los tinerfeños no están para confiar en los milagros. Siguen sufriendo los atascos en las autopistas, todavía sueñan con tener dos verdaderos hospitales en el Norte y en el Sur y tampoco pueden celebrar que los máximos históricos de turistas alojados en 2017 hayan golpeado de lleno al paro. Estos tres problemas forman parte desde hace años del ADN de esta tierra, pero hay otros que amenazan ahora con introducirse y quedarse en él. Hay que convivir con ellos. Eso es lo que nos dijo el Gobierno de Canarias cuando las playas de la Isla amanecieron el verano pasado llenas de repugnantes microalgas: que la población deberá acostumbrarse a las cianobacterias como así ha ocurrido con las colas, las incompletas infraestructuras sanitarias y el desempleo. 

Tanto en este caso como en los anteriores, ni el Ejecutivo regional ni el Cabildo han entonado el mea culpa por no actuar a tiempo ni en los plazos previstos. Solo cuando la situación ha llegado a límites insostenibles para los ciudadanos, en medio de una presión mediática igual de exigente, han intervenido en esos escenarios en los que la previsión ha brillado por su ausencia. Es verdad que trabajan pasito a pasito en busca de soluciones, pero no con la misma agilidad de la que han gozado otros asuntos como el de La Morenita, que en apenas unos meses va camino de convertirse en Presidenta Honoraria y Perpetua de la institución tinerfeña a hombros del presidente de la corporación insular, el nacionalista Carlos Alonso. Está claro que la complejidad entre estos casos no es la misma, pero al igual que tampoco lo ha sido la voluntad. 

Si lo que busca el mandatario es el favor de la Virgen de Candelaria para acabar con la congestión del tráfico en un territorio con 776.000 vehículos para un millón de habitantes, parece que la sociedad ya está cansada de creer en los milagros, y más después de los casi 30 años de gobierno de Coalición Canaria (CC) en la instituciones tinerfeña y regional. 

La cuestión de las carreteras

Las dos principales arterias viarias de la Isla están saturadas desde hace décadas, pero fue en 2014 cuando este problema sonó con fuerza a través de la lucha del Cabildo por cerrar el Anillo, una obra de más de 300 millones de euros que la Administración contempla como una de las medidas contra los atascos. Aunque la infraestructura cuenta con proyecto desde 2009, tal ha sido su retraso que el Gobierno canario tiene que actualizarlo. Esa demora obedece, principalmente, a las rencillas entre instituciones públicas; no solo por su financiación, sino también a cuenta del pulso por el poder que sostuvieron en esta última etapa la Corporación insular y la Comunidad Autónoma, administración competente en la materia.

Carlos Alonso movió ficha para hacerse con el control del expediente cuando la Consejería regional de Obras Públicas estaba en manos del Partido Socialista (PSOE). Fue una batalla campal pero, finalmente, gracias a que CC recuperó el área tras romper el pacto a finales de 2016, al ejercicio siguiente logró el acuerdo para licitar y ejecutar esa vía con fondos propios. Esa fue la última parada de los viajes del presidente en guagua para sufrir en sus carnes las colas de la autopista del Norte (TF-5), que cada mañana durante años han llevado a cientos de tinerfeños a pedir milagros al cielo ante la ineficacia política. 

El Anillo Insular es una de las intervenciones prioritarias de la Institución tinerfeña para acabar con los colapsos, junto a la ampliación de la TF-5 para crear un carril bus-VAO -para que la gente use más el transporte público, hoy deficiente, y el coche compartido, hoy prácticamente inexistente- y un tercer carril en al autopista del Sur, con proyecto desde 2006. Pero tampoco cierra la puerta a otras actuaciones controvertidas, como la Vía Exterior y los trenes, recogidos en los planeamientos desde hace años.

Todas esas construcciones millonarias siguen en la agenda del actual Gobierno insular (CC y PSOE) para este territorio tan limitado, sin conocerse todavía el coste económico y personal de las expropiaciones que en su conjunto provocarían.

Hay sectores que defienden como remedio el Anillo y otros el bus-VAO. Están los que apoyan la Vía Exterior en contra de los que la rechazan por su impacto medioambiental. También nos encontramos con los que combinarían algunas de estas medidas o con los que las aplicarían todas y, así, ocurrencia tras ocurrencia. La variedad es infinita, y la elección siempre terminará por descontentar a alguien. A nadie se le escapa que Tenerife es una isla y que, por tanto, la solución que se propicie debe de tener garantías de éxito, pero no las que dan esos estudios pagados con dinero público que suelen decir lo que se quiere escuchar.

La falta de los dos nuevos hospitales en Tenerife está conectada a la saturación de nuestras vías, porque el Gobierno canario nunca ha terminado de ejecutarlos pese a que también ayudarían a descongestionar las dos autopistas, que son utilizadas a diario por pacientes que tienen que recorrer kilómetros para hacerse una simple prueba.

Más amenazas

Ahora, un nuevo mal amenaza al ADN de esta tierra, la Trichodesmium erythraeum. La invasión de esta microalga en 2017 evidenció que la Comunidad Autónoma no estaba preparada para enfrentarse a ella, porque fue después cuando anunció la adquisición de una embarcación de recogida y que quiere trabajar en la predicción de afloramientos. 

Cuando saltaron las alarmas, los políticos se preocuparon de intentar quitarle hierro al asunto en medio de un año histórico para el sector turístico. Junto a diversos expertos, centraron sus esfuerzos en dos vertientes: en asegurar que la cianobacteria no era un riesgo nocivo para la salud y en decir que no tenía nada que ver con los 13,8 millones de metros cúbicos de aguas residuales que llegan al mar cada año. La Isla también tiene un problema de depuración, que tampoco es nuevo, pero el Ejecutivo regional negó que existiese una relación directa y afirmó que habría que acostumbrarse a esta microalga por culpa del calentamiento global, como si eso no fuera igual de preocupante. Estos peligros siguen ahí, así que encomendar esta tarea a la Virgen de Candelaria tampoco parece una buena idea.

Pero si el nombramiento de La Morenita no tiene la intención de ganarse su favor para que conceda soluciones, parece que el presidente del Cabildo no tendría razones para meterse a toda prisa en este berenjenal en medio de un Estado aconfesional. O quizá sí, porque más de uno habla de estrategia electoral frente a los comicios de 2019. 

Los tinerfeños ya están cansados de la ineficiencia de los cargos públicos; años y años de una falta de voluntad que ha convertido en crónicos los problemas y que ha dejado la puerta abierta para la llegada de más. 2017 no fue diferente: políticos más preocupados de figurar que de trabajar por una sociedad obligada a convivir en una isla sin milagros ni remedios.

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