Lo más destacado de esto últimos dos años ha sido la pandemia, claro. Cuesta rememorar aquel 2019 que ya se nos antoja tan lejano, con un estilo de vida que añoramos y que se resiste a volver. Lamentamos las muertes, la enfermedad que ha dejado secuelas en los afectados, sus familias y en nuestros corazones.
En el sector primario nos quedamos con la otra cara de esta crisis. Parecía que hacía falta recordar a la sociedad la importancia de nuestros agricultores, ganaderos y pescadores cuando todo se complica, cuando nos vimos encerrados en casa, temblando de miedo al escuchar el parte diario de fallecidos. Parecía que hacía falta la declaración de actividad esencial, y comprobar que efectivamente lo es, para que la ciudadanía volviera a mirar a lo rural con otros ojos.
Trabajando durante las semanas duras del confinamiento, como héroes para garantizar la cesta de la compra, como piezas fundamentales de nuestro concepto colectivo. Se constató además que no estamos nada mal en nuestra capacidad de autoabastecimiento por mucho que haya quien sostenga, de manera infundada, que somos meros náufragos en una balsa a expensas de los alimentos que traen de fuera.
El parón en seco de la actividad turística –unas trescientas mil personas que salieron y que no fueron reemplazadas, ese 15% menos que comía todos los días en Canarias– desbordó los mercados de producto fresco perecedero. Desde melones y sandías hasta el queso fresco. La conclusión es que no estamos tan mal en el índice de autoabastecimiento de los productos técnicamente viables. Que nadie pretenda cultivar arroz en las Islas.
Y en ese contexto recuperamos el concepto de soberanía alimentaria que va precisamente de decidir cómo quiere la sociedad canaria acceder a los alimentos que necesita, que seamos capaces de manera colectiva de apostar por un modelo sostenible a largo plazo. Sostenible desde los puntos de vista económico, de respeto al entorno y de desarrollo social. La del sector primario es una actividad esencial.
Toda acción debe tener un propósito. Y en el Gobierno de Canarias hemos hecho una reflexión profunda, apostamos por el impulso al sector primario y agroalimentario con políticas de desarrollo sostenible e innovación que contribuyan a la soberanía alimentaria y al bienestar e igualdad de las personas. De todas las personas.
El propósito de esta Consejería no es únicamente pagar las subvenciones, esa es una herramienta. Empeñados estamos en ser mucho más proactivos.
Trabajamos con la vista puesta en la vocación de servicio público, la capacidad de adaptación, la excelencia, la equidad, para generar confianza y acabar de una vez por todas con el “qué hay de lo mío” tan socorrido a veces y durante tanto tiempo. Gobernamos para todos, no solo para unos pocos.
En política no es suficiente una simple retahíla de promesas en periodo electoral. La política actual exige establecer objetivos estratégicos, planificar acciones y fijar indicadores que permitan realizar seguimiento, evaluar y corregir en caso necesario. La gestión política es un proceso.
Nuestro primer objetivo para el sector primario y agroalimentario es incrementar el peso específico de la producción local en la cadena alimentaria. Se acordará de las campañas #SoyCanario #LlévameACasa que lanzamos en el confinamiento para tirar de la demanda o la de #NoNosPares para visibilizar la importancia de la elección en punto de venta, ¿se acuerda?, cuando el tiempo se detenía al optar por una papa de fuera… Veremos si lo hemos conseguido por la evolución del PIB del sector y del índice de autoabastecimiento.
Desde lo público tratamos de igualar las condiciones de producción y comercialización en todas las islas para favorecer el desarrollo de las zonas rurales y contribuir al bienestar de las personas, para mejorar la renta agraria y fijar población.
Pretendemos también potenciar las condiciones para el desarrollo del tejido social de las personas vinculadas al sector primario, facilitando la incorporación de nuevos operadores que tiren del empleo, con formación específica a través de planes de empleo.
También con innovación y transferencia de conocimiento para desarrollar la capacidad competitiva del sector, para avanzar en la sostenibilidad del territorio y del mar, y contribuir en la lucha contra el cambio climático. La agricultura es sumidero de carbono. Compensar la huella de la actividad turística pasa irremediablemente por garantizar el suministro de alimentos de proximidad, de kilómetro cero. En eso estamos.
Nuestro propósito sería inalcanzable si no contáramos con la tecnología de los datos de producción y comercialización, particularmente de los productos que entran de fuera, generando sistemas de información dinámicos que faciliten la toma de decisiones a nuestros operadores. Datos abiertos y fiables.
Además, arrastramos una herencia legislativa muy densa, pensada para otros tiempos y otros comportamientos, que estamos obligados a simplificar. Debemos integrar requisitos legislativos que afectan a la actividad del sector para facilitar continuidad y permitir nuevos actores.
Y, por último, en nuestra cesta de objetivos también está la apuesta decidida por el asociacionismo, en todas sus fórmulas, para incrementar la fortaleza de los productores que deben enfrentarse a un mercado cada vez más complejo.
Me preguntan por 2019 y por 2020, pues eso, nos han servido para definir y para poner en marcha este proceso en el que estamos.
En muchas cosas hemos avanzado. Estamos en el camino.