La isla y su capital parten en buena posición para seguir siendo el ‘motor’ económico del archipiélago
Gran Canaria camina con paso firme. Quizá el habitante de esta isla no acabe de percatarse de ello, pero en los últimos años se ha consolidado la tendencia que la lleva situando como el motor económico del archipiélago desde hace décadas. Sus instituciones y clase empresarial parecen tener las ideas claras, algo que se puede constatar en un repaso a la marcha de sus proyectos más destacados.
Aunque a la hora de hacer un recuento de lo vivido en los dos últimos años resulta evidente que debemos pararnos un momento en el verano de 2019 y en el mayor incendio forestal que se recuerda en Gran Canaria. Iniciado por el mal estado de un cableado eléctrico en la Heredad de Aguas de Arucas, acabaría arrasando en pocos días 12.000 hectáreas. Al margen de desplazar a miles de personas, llegó a penetrar en la reserva del Parque Natural de Tamadaba.
En medio de la tragedia medioambiental se vivieron momentos emotivos, con los homenajes espontáneos a los equipos de extinción, con cientos de vecinos de la capital grancanaria apostados en la avenida marítima enarbolando banderas mientras los hidroaviones cargaban agua para atacar las llamas.
El incendio puso nuevamente sobre la mesa una cuestión que empieza a repetirse en Canarias: la del abandono del campo y de los aprovechamientos forestales. El monte está sucio, lleno de maleza, de malas hierbas y de pinocha que ya no se recoge para proporcionar una cama al ganado porque es más barato importar la paja con subvenciones de la Unión Europea. Mucho combustible listo para arder en verano cuando aparece por el horizonte el tiempo sur, cuando deja de soplar el alisio, el ambiente se reseca y suben las temperaturas.
Un cableado eléctrico en mal estado acabaría arrasando en pocos días 12.000 hectáreas en el peor incendio que se recuerda
Los geógrafos en general, y los climatólogos, en particular, llevan décadas avisando de un cambio que cada vez se hace más evidente. Las calimas resultan más frecuentes que nunca en las islas y nuestro territorio se desertiza.
La geografía de Gran Canaria difiere de la de otras islas con riesgo de incendios porque en ésta la frontera entre las tierras de cultivo y las zonas de monte no se distingue de forma tan clara, con un paisaje sumamente accidentado, plagado de profundos barrancos. Es terreno abonado para fuegos como el de 2019.
Un medio rural que, curiosamente, comienza a ser demandado por urbanitas que buscan un lugar tranquilo para una segunda residencia, pero que no cultivan la tierra ni se molestan en mantener libre de zarzales y helechos los alrededores de sus propiedades. Este fenómeno, que evidentemente no es exclusivo de Gran Canaria y que, de hecho, responde a una tendencia a nivel global, nos muestra a gentes que valoran una propiedad en medio de la naturaleza para respirar aire puro y organizar un asadero con amigos y familiares, pero que no podan sus árboles frutales y que dejan que el rabo de gato campe a sus anchas.
El incendio de 2019 en Gran Canaria fue contrarrestado informativamente hablando con la inscripción por parte de la Unesco del paisaje cultural del Risco Caído y las montañas sagradas en la lista del Patrimonio Mundial. Un éxito en el afán histórico de la isla por conservar sus señas de identidad. En ese intento por cuidar el territorio y legarlo en las mejores condiciones a las generaciones futuras sigue jugando un papel destacado el empeño en conseguir un parque nacional para preservar la geología, la fauna, la flora, la arqueología y la etnografía de Gran Canaria.
Visto que espacios como los Picos de Europa o la Sierra de Guadarrama, fuertemente antropizados, han logrado está consideración, no resulta para nada descabello pedir un quinto parque nacional en Canarias, para las 10.000 hectáreas que comprenden el Roque Nublo, Pajonales-Inagua y Tamadaba.
Bien encaminada
Si comparamos Gran Canaria con Tenerife, esta isla parece afrontar el futuro con más optimismo. Con unas carreteras sensiblemente mejores que las de sus vecinos chicharreros, ya está en camino de conseguir la histórica demanda de dotar a La Aldea de una vía moderna y en condiciones seguras de ser transitada, minimizando el riesgo de esos desprendimientos que tantas veces han aislado a este pueblo.
El Puerto de la Luz y de Las Palmas sigue siendo clave para que Gran Canaria se mantenga como la capital económica del archipiélago. Líder en pesca, reparación de buques y trasbordo de contenedores, el puerto venía acogiendo hasta la pandemia un buen número de cruceros. Unido a ello tenemos a Gando, el único aeropuerto de las islas con dos pistas y donde Binter ha ido construyendo poco a poco un centro de operaciones que no parece menor, dada la internacionalización de la compañía. El aeródromo grancanario manda en tráfico de aviones, pasajeros y carga, favorecido, sin duda, porque en Tenerife ese trabajo se lo reparten el Reina Sofía y Los Rodeos.
En lo de pensar el modelo energético, Gran Canaria también va con ventaja. Chira-Soria aún parece lejos de convertirse en una realidad, pero el camino está iniciado y pese a las reticencias de colectivos ecologistas, el proyecto goza de un amplio respaldo social y político. Lo que sí resulta ya una realidad es la instalación de molinos de viento en el mar. En eso esta isla también va con ventaja respecto al resto. El futuro de los parques eólicos en Canarias no está en tierra firme, pues el espacio para los mismos se encuentra prácticamente agotado. En la isla redonda lo han sabido ver a tiempo.
La capital florece
Las Palmas de Gran Canaria es, con diferencia, la ciudad más poblada del archipiélago. Con 381.000 habitantes, casi dobla a Santa Cruz de Tenerife. El gobierno municipal optó hace años por la metro-guagua en lugar del tranvía, llevando la contraria a la mayoría de las capitales de provincia de media España y media Europa. Y el mismo empeño mantiene el alcalde Hidalgo en dotar a la ciudad de kilómetros y kilómetros de carril-bici. El consistorio aguanta el pulso, pese a las quejas de parte de los vecinos. La apuesta por una ciudad descarbonizada es firme y va en la misma línea que trabajan las grandes urbes del mundo. En esto, los grancanarios no solo tienen un plan, sino que ya lo ejecutan.
Si la capital florece, del sur de la Isla se puede decir lo mismo. El otro polo económico, debido al turismo, lleva años afrontando una mejora de la planta alojativa que ahora comienza a dar sus frutos. Con casi las mismas camas que Tenerife, Gran Canaria tenía hasta 2019 un millón menos de visitantes y una de las causas se debía a un modelo de explotación excesivamente dependiente del apartamento y el bungaló. El turista hace tiempo que cambió, demandando más hotel y de más calidad. Un cliente que busca permanecer menos días en el destino, pero que quiere un cinco estrellas con spa, campo de golf o piscina climatizada.
Ya hemos visto que en ese empeño por labrar un futuro para la isla se busca que sea compatible con un respeto al medio. En ese sentido, en 2019 era noticia la paralización por parte del Gobierno de Canarias de las obras del muelle de Agaete, que han contado con una fuerte oposición vecinal desde un primer momento.
Gran Canaria debería despejar alguna duda para terminar de perfilarse en las mejores condiciones para el futuro. Existe un casi convencimiento general de dotar a la isla de un tren entre la capital y Maspalomas, pero lo cierto es que no acaba de pasar de un simple proyecto.
No obstante, quizá sea el trasporte guiado una de las pocas cosas que no tienen claras en esta isla, donde el peso de su cultura empresarial y por ende emprendedora parece jugar un papel dinamizador e influyente que se echa en falta en otros territorios del archipiélago. Eso y una universidad más joven y dinámica, que juega también un papel social y económico muy importante, participando en el día a día, implicándose en la toma de decisiones. En Gran Canaria se han afrontado algunos restos con brío y la apuesta ha salido bien. Ejemplos de ello son el Hospital Juan Negrín y la circunvalación de la capital.
¿Megalomanía?
Pero pensar a lo grande no siempre es sinónimo de éxito, aunque las obras quedan. El Gran Canaria Arena ha acogido desde su estreno un mundial de baloncesto entre otros eventos deportivos y musicales, pero parece evidente que resulta un escenario excesivo (10.000 butacas) para la afición del equipo que lleva el nombre de la isla, que ni jugando la Euroliga acabó de llegar a las cifras de espectadores para cubrir su aforo. Eso sin olvidar que ese equipo de baloncesto sigue siendo propiedad del Cabildo y que le cuesta cada año unos buenos millones. Un lujo.
Menos evidente es el caso de otra infraestructura pagada con dinero de todos, el Estadio de Gran Canaria. Concebido como un recinto para albergar pruebas de atletismo y fútbol, acabó siendo objeto de una obra para acercar el graderío a la cancha porque los jugadores de la UD Las Palmas no recibían el calor de sus seguidores. Con más de 30.000 plazas siempre ofrece un aspecto de estar medio lleno o medio vacío. El contribuyente tiene derecho a pensar si para estos viajes hacían falta estas alforjas.