Me resulta compleja la tarea de escribir acerca de las posibles secuelas psicológicas de esta pandemia en concreto. Por supuesto que se podría hacer una análisis de las secuelas del confinamiento: duelos cronificados de familiares fallecidos sin poder velarlos ni establecer los rituales que nuestra psique necesita para gestionar la pérdida; ansiedad por la ausencia de seguridad relacionada con la enfermedad y su cura o tratamiento; el que la comunidad sea una amenaza para nosotros, que somos mamíferos; síntomas depresivos por no poder tocarnos, algo que en nuestra cultura era necesario para transmitir información, etc. Por supuesto que tenemos todas las secuelas que grandes catástrofes dejan en la población, pero esta situación tiene una variable que es absolutamente novedosa, al menos en la historia de la humanidad conocida y es que es mundial. Esto significa que el inconsciente colectivo de toda la población del planeta anda transformándose a la vez, y esto es nuevo.
Para ver la magnitud de esta nueva variable, tendríamos que entrar en cómo se forma un trauma, cómo el inconsciente colectivo en algunos momentos absorbe ciertas situaciones y protege al inconsciente personal de la formación de un trauma. Si mirásemos el conjunto de creencias y patrones como un campo de energía, un entretejido neuropsicológico con sus leyes físicas y parámetros y viéramos un determinado evento como paquete energético, el trauma se produce cuando ese paquete de información, que es una situación, supera la barrera de esa malla o campo energético y la deforma o la rompe. Ahí entraría la famosa resiliencia, que es la capacidad absorber un golpe y deformarse pero no romperse para así evolucionar. En ese proceso de rotura o deformación entraría la emoción como herramienta de la psique para transformar ese campo morfológico. Recordemos que la emoción es energía en movimiento, con lo que sería necesario emocionarnos para transformarnos y evolucionar cuando mi conjunto de patrones no puede sostener el cambio.
Y en este punto es donde nos podríamos encontrar una dificultad, ya que el ser humano, sobre todo de la parte del mundo más industrializado, le cuesta emocionarse cuando estas emociones son catalogadas como desagradables; es como si estuviésemos diciendo sí a la vida, pero de una manera sesgada, sólo lo bueno de la vida, lo malo no. Eso hace que el ser humano se esté enquistando en ciertos procesos emocionales, los duelos duran años, las tristezas semanas, los enfados días, etc., porque no queremos emocionarnos y no dejamos que esa energía en movimiento que nos transforme.
El duelo que ha supuesto la pandemia nos hace pensar que ha muerto algo, que ha muerto una forma de vida, que ha muerto una forma de relacionarnos, y ese duelo aún no lo estamos haciendo, estamos en un proceso de negación y en rabia
De hecho, una de las cosas que se está viendo ahora, desde mi punto de vista, es que el duelo que ha supuesto que ha muerto algo, que ha muerto una forma de vida, que ha muerto una forma de relacionarnos, y todo los cambios que se necesitan para adaptarnos de una manera ecológica a esto que está sucediendo, ese duelo aún no lo estamos haciendo, y estamos en negación, hay una parte en negación, otra parte en rabia, pero aún no hemos hecho el trabajo de aceptar que esto está pasando, que esto va a cambiar nuestra manera de vivir, sin saber el tiempo, pero es un hecho que durante unos años la vida tal y como la conocíamos va a cambiar.
La lectura que hago de lo que está sucediendo es uno de los puntos flacos, por así decirlo, pero hay un aspecto que me hace tener esperanza, y con ello volvemos al inconsciente colectivo. Si el inconsciente personal de una persona es una malla energética que se transforma por un evento y tiene la capacidad transformarse, deformarse y recuperar la forma, lo mismo está haciendo el inconsciente familiar y el inconsciente colectivo, este último está viviendo el mismo trauma a nivel global. Esto significa que se está transformando en el mismo tiempo de tal manera que podamos beneficiarnos de esa fortaleza del inconsciente colectivo transformándose al unísono. Un ejemplo de esto puede ser cuando en una situación extrema podemos vivir o hacer cosas que en otro momento nos traumatizarían, porque el inconsciente se transforma. Por ejemplo, en un terremoto pueden fallecer varios familiares y la persona va a poder acceder a recursos a la hora de asumir ese evento, que en otro momento no tendría disponibles, porque le sostiene el inconsciente colectivo de esa zona. Por supuesto habrá un duelo y hay un proceso emocional, pero si en una situación normal y cotidiana a una persona se le mueren varios familiares a la vez y pierdes la casa, ese trauma lo sostiene solo su inconsciente personal. Sin embargo, al ser una situación común para otras personas, el inconsciente colectivo sostendrá ese paquete energético para soportarlo y rearmarse.
Llegados a este punto, como estamos ante una situación nueva, no sabemos qué evolución se está dando, ni cuál será el resultado de esa transformación. Concluyendo, no soy pesimista a la hora de las transformaciones sociales, ya que aún no se puede hacer una lectura al estar gran parte de la población, sobre todo en España, en negación. Pero si siento que esto va a desembocar en un cambio social a nivel del planeta, inevitablemente esto nos va a transformar de una manera que no conocemos, el humano como organismo se está rearmando y si pensamos en las leyes naturales, los organismos tienden solos a un nivel inconsciente al que no tenemos acceso.