Nueva época, pero la misma reinvención

El CB Canarias vivió, con el cambio de toda su plantilla, un 2019 extraño, aunque a la vez reconocible al saber superar, una vez más, los obstáculos inesperados que se le presentaron

El año en el que rompió con casi todo. Así se podría definir el 2019 del CB Canarias Iberostar Tenerife, un equipo acostumbrado a darle continuidad a sus proyectos pero que en esta ocasión eligió remozar por completo su plantilla y empezar de cero un nuevo proyecto. Todo sin renunciar a mantener la inercia de crecimiento con la que ha convivido recientemente. Una reinvención elegida (quizá hasta necesaria), pero cogida de la mano con otra impuesta. Aquella marcada por las graves lesiones y las inesperadas marchas de jugadores. Costumbre ya asumida dentro de la nave aurinegra.

Complicado era prever que 2019 sería un periodo tan convulso para el CB Canarias a tenor de lo ocurrido en sus primeras semanas. Una incontestable victoria en la cancha del Unicaja Málaga (61-78) el día de Reyes, o la tercera vez seguida que el Barça (63-57) hincaba la rodilla en el Santiago Martín fueron las guindas de una racha en la Liga Endesa que clasificó a los de Txus Vidorreta para la Copa del Rey, y además como cabezas de serie.

La herida por la grave lesión que sufrió Tomasz Gielo en la primera jornada de liga había cicatrizado por completo. Incluso la curtida piel aurinegra pareció aguantar, a principios de febrero, la inesperada marcha de Thad McFadden, la principal y casi única referencia exterior del equipo. Así quedó patente en la Copa, donde el Iberostar se coló en las semis (venció 88-78 al Unicaja) y quedó a un paso de la final tras un partido que no se recordará tanto por la remontada del club aurinegro (estuvo muy cerca de voltear un -24), sino por la icónica imagen de Vidorreta de rodillas en una banda pidiendo benevolencia al trío arbitral en el momento más caliente de aquel duelo.

Pero de pronto, el CB Canarias se desmoronó. Se desconectó. Como si tras el parón por las ventanas FIBA ya fuera incapaz de saber ni poder apretar los dientes como antes. Siete derrotas seguidas. Un equipo casi sin alma. De nada sirvió una postrera pequeña reacción ya que los aurinegros se inmolaron en la última jornada ante un Fuenlabrada que en aquel epílogo no se jugaba nada. Después de tres años consecutivos, los isleños no jugaron el playoff por el título.

Paralelamente a la ACB el Iberostar caminó con paso firme en la Basketball Champions League (BCL). Fue primero de su grupo y saldó positivamente sus eliminatorias contra el Promitheas y el Hapoel Jerusalem para colarse en la Final Four de Amberes. Allí eliminó al anfitrión, pero cayó en la final contra la potente Virtus Bolonia.

En apenas tres semanas el equipo canarista se llevó dos duros varapalos después de unos meses en los que pareció haber esquivado cualquier contratiempo que se le pusiera en el camino. Fue el derrumbe de una estructura sólidamente cimentada con el tiempo y capaz de grandes gestas. Por imposibles que parecieran. El fin de una época y el de varios símbolos para la afición aurinegra. Decían adiós jugadores como Nico Richotti, Javi Beirán, Rodrigo San Miguel, Tim Abromaitis o Ferran Bassas. Todos protagonistas directos de los mejores resultados en la historia del club.

A Aniano Cabrera le tocó volver a construir, pero esta vez sobre plano. Una reinvención si cabe más difícil que nunca, y que además trajo aparejada alguna que otra desagradable sorpresa añadida. Aún así, el rearme no pudo ser más ilusionante: hubo dos fichajes de campanillas, y hasta hace nada impensables, con las llegadas de Marcelinho Huertas y Gio Shermadini; otras incorporaciones de calidad, hambre y proyección, caso de Dani Díez y Santi Yusta; y hasta incluso se repatrió a Álex López, toda vez que el tinerfeño ya había mostrado sobrada solvencia para rendir en la ACB.

En apenas un par de meses, y solo por la composición del plantel, en el CB Canarias lograron que su entorno se olvidara de piezas casi sagradas. Aunque hubo un hueco imposible de llenar, el de la posición de ala pívot. Un debe que ya olía más a maldición que a mala gestión o ausencia de suerte. Mientras Tomasz Gielo no terminaba de recuperarse, Vidorreta vio como Pablo Aguilar llegó más lastimado de lo que se esperaba en su muñeca derecha, y que Darion Atkins, en ACB, no podía ser ni un cinco ni poseía las cualidades necesarias para irse al cuatro. Para colmo de males Kyle Singler, llamado a ser el mirlo blanco de esa plantilla, decidió, de la noche a la mañana, no solo dejar el Iberostar, sino también cualquier cosa que tuviera que ver con el baloncesto, y regresar a Estados Unidos. Le tocó luchar a ese CB Canarias contra un guion macabro. Pero como en otras situaciones precedentes, los aurinegros encajaron los golpes y volvieron a levantarse. Tanto, que en los primeros meses de competición fueron capaces, anclados en la cuarta plaza de la ACB, de aguantarle el ritmo a los poderosos Real Madrid y Barcelona, mientras que en la BCL también anduvieron con paso firme los de Vidorreta. Una capacidad de superación más que evidente y que, meses más tarde, solo pudo discutir una pandemia mundial.

Sergio Rodríguez y los cambios.- Si al CB Canarias le tocó romper con todo a nivel colectivo, algo similar sucedió, a título particular, con Sergio Rodríguez. El 2019 será recordado siempre por el base isleño. Ese año cambió de equipo (dejó el CSKA de Moscú para enrolarse en el Olimpia Milano), y ese verano tomó la decisión de tomarse un paréntesis con la selección nacional. A posteriori quizá una decisión no del todo acertada -los de Scariolo ganaron el oro mundialista-, pero sí justificada. Y es que el de El Ortigal había colmado sus ansias baloncestísticas con la consecución de su segunda Euroliga (tras la lograda con el Real Madrid en 2015). Necesitaba conectar para volver con más fuerzas.

Elite femenina dieciséis años después

A la cuarta intentona y en casa. El 2019 será recordado también como el momento en el que Tenerife recuperó, 16 años después, un hueco en la élite femenina del basket nacional. El Clarinos Ciudad de La Laguna aprovechó, a finales de abril, su condición de anfitrión para lograr el ansiado ascenso a la Liga Femenina Endesa. Lo hizo en una fase no exenta de sufrimiento y en la que apenas pudo contar, por lesión, con su mayor baluarte, Tanaya Atkinson. Una jugadora especial y que, meses después, demostró que su calidad también le sirve para marcar diferencias en la máxima competición española. Un ascenso, el del equipo dirigido por Claudio García, que por extensión sirvió para recuperar una referente de la tierra, Laura Herrera, que durante 12 años había militado en conjuntos peninsulares. Un espejo para las chicas de la cantera que ahora, si cabe, tendrán más razones para volver a producir con la calidad de antaño. Esa que, por ejemplo, ya está apuntando Elena Buenavida, un prometedor proyecto que ni había nacido cuando se extinguía el último antecedente tinerfeño en lo más alto (el del Symel Isla de Tenerife), formada en el Luther King de La Laguna y que ya apunta a estrella.

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